Mugabe en el espejo
En estos días, nuevamente, es noticia la figura de Robert Mugabe, el hombre que ayudó a fundar Zimbabue, liberando el territorio que se conocía como Rodesia y en el que imperaba un explotador sistema racista, dominado por una minoría blanca. Con casi tres décadas de forma ininterrumpida en el poder, Mugabe simboliza a cabalidad el aforismo que todo poder que es ejercido de forma absoluta, corrompe absolutamente.
Vuelve a ser noticia por la presión internacional para que comparta el poder con la oposición, luego de que ésta triunfara en las elecciones del año pasado. Mugabe simboliza, grotescamente, la caricatura del dictador. Se exhibe con ostentosas joyas y dice que solamente muerto dejará de dirigir Zimbabue. El prolongado y absoluto ejercicio del poder borró por completo la imagen de héroe que ostentó en la década de los 80. Sus años de ejercicio autócrata del poder han terminado llevando a la ruina a Zimbabue, que tal sólo hace dos décadas exhibía envidiables condiciones económicas.
En 1980, cuando se alcanzó la independencia de Gran Bretaña, Mugabe recogió un clamor popular para establecer la igualdad, dar oportunidades educativas y laborales a los negros históricamente excluidos. En los años 80 se le reconocía como un líder progresista y nacionalista, la población de Zimbabue le veía como un héroe. La luna de miel parece haber concluido en el año 2000. Ese año Mugabe impulsó una reforma constitucional para perpetuarse en el poder. Luego de perder en el referendo constitucional, todo cambió. Quedó claro que lo único que parece motivarle es no dejar la presidencia, aún cuando ello significara llevar a su país a la ruina. Y parece estar lográndolo.
El costo es muy alto para los zimbabuenses. La inflación bate récord absoluto con 100.000 por ciento anual. La esperanza de vida cayó de 61 a 37 años, en cuestión de 20 años, y desde el año 2000 una cuarta parte de la población salió del país. El salario mensual alcanza sólo para comprar 10 canillas de pan, y muchos dejan de trabajar porque el salario ni siquiera les alcanza para pagar el transporte. La tasa de desempleo suma 80 por ciento. La gente vive de la ayuda internacional.
El discurso anticolonialista que tuvo sentido en los años 80, es sombra cruel. Le es útil al dictador, quien justifica todos los males que padece la población por la actuación del imperialismo británico. La no injerencia en asuntos internos también es de utilidad para el régimen. Le sirve para evitar la acción internacional. Muchos gobiernos africanos prefieren que Mugabe continúe en el poder a que se produzca una intervención internacional de Europa o Estados Unidos. En días como los que vivimos, conviene mirarse en el espejo de Zimbabue.
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