Escasez y satisfacción de necesidades
Desde el inicio de nuestra civilización, las necesidades del ser humano han sido ilimitadas, por su propia naturaleza; el permanente aumento poblacional y el deseo de las personas de vivir mejor, causan mayor consumo. Frente al imparable incremento de la demanda de bienes y servicios, los recursos naturales fueron considerados limitados, por lo que estudiosos en diferentes siglos dieron teorías relativas al futuro lúgubre de la humanidad.
Este supuesto desequilibrio provocó actitudes fatalistas durante milenios, la gente pensaba que no era posible derrotar a la naturaleza, y se apoyaban en la Biblia que se refiere a epidemias, hambrunas, diluvio y demás eventos cataclísmicos. De acuerdo con las teorías prevalecientes hasta entrado el siglo XVIII, la humanidad estaba condenada a vivir en atraso y pobreza; y por la insalubridad y falta de nutrición, a través de los siglos, el promedio de vida se mantuvo en 40 años.
Uno de los primeros recursos condenados a desaparecer fue la madera. Durante miles de años, había sido la única fuente de energía y por la tala de árboles, los bosques estaban en proceso de desaparecer; al finalizar la Edad Media, quedaban muy pocos en Europa. Fue indispensable encontrar nuevas fuentes energéticas y los primeros en lograrlo fueron Holanda, donde nació la energía eólica e Inglaterra que comenzó a usar el carbón mineral. Sin este, no hubiera nacido la industrialización a gran escala, tomando en cuenta que la madera no genera suficiente energía calórica para hacer funcionar la maquinaria.
Algo similar sucedió con la depredación de los árboles de quina en Ecuador y demás países que producían la milagrosa droga para combatir el paludismo, desde el siglo XVII. El agotamiento de ellos obligó a Eugenio Espejo a denunciar el hecho y solicitar la prohibición de cortar la corteza que se exportaba a Europa. Con el nacimiento de la industria farmacéutica en países capitalistas, se encontró la cura al paludismo y los árboles de quina dejaron de ser explotados. El guano fue reemplazado por los fertilizantes y la orchilla (colorante natural) exportada por Ecuador y otros países en el siglo XIX, por colorantes químicos. Gradualmente, las cosas hechas por la naturaleza fueron reemplazadas por las hechas por el hombre.
Los países que encontraron la respuesta a la escasez fueron esencialmente capitalistas. Este sistema económico satisfizo las crecientes necesidades, los últimos 300 años confirman que no hay ningún otro que responda mejor a la demanda del ser humano.
El capitalismo redujo las distancias, disminuyó los costos de los fletes, permitió la movilización de millones de toneladas de carga y viajeros, encontró remedio para enfermedades que se pensaban incurables, inventó nuevas carreras profesionales, proporcionó maquinarias, equipos y herramientas para hacer el trabajo menos agotador, creó la industria de entretenimiento y la hotelería moderna, mejoró la seguridad de la gente, etc.
Dos ejemplos evidencian cómo el capitalismo respondió eficientemente a la demanda. En la construcción del Canal de Panamá murieron 30.000 personas, la mayoría de ellos por una enfermedad que se desconocía. Los franceses abandonaron el proyecto al concluir que no podían vencer a la naturaleza. Cuando los estadounidenses se hicieron cargo, se propusieron encontrar la solución y enviaron al médico W. Gorgas para investigar. Él descubrió que los trabajadores morían por la malaria producida por el mosquito y recomendó el método para acabarla, que incluía entre otras medidas, fumigar y administrar quinina a los trabajadores. Así se pudo terminar e inaugurar el canal en 1914. En el 2006, el contenedor celebró 50 años de su invención. Este es uno de los grandes inventos capitalistas, por haber reducido dramáticamente el costo de los fletes. Los avances que hemos visto serán insignificantes en próximas décadas, al terminar el siglo XXI, la empresa privada basada en la libertad económica, terminará de controlar a la naturaleza, no lo hará el socialismo
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