Lo perverso del estímulo económico
La Escuela Austríaca de Economía ha diagnosticado en forma consistente las raíces de la crisis económica internacional, acusando la expansión masiva de crédito sin respaldo por parte de la Reserva Federal de los Estados Unidos, sin embargo, los nuevos planes de rescate del nuevo gobierno estadounidense no advierten su agudización y prolongamiento en este sentido.
Estos paquetes de estímulo son construidos con respuestas equivocadas sobre cómo se llegó a este punto y cómo se sale de él, pero por otro lado, de nada serviría aquel análisis si no prestamos atención a otro de los factores que influyen en estas políticas de “rescate” y que guardan coherencia con aquel diagnóstico: la lógica de la acción colectiva.
Aunque desde una perspectiva distinta, son varios los economistas que han escrito sobre este tema, desde Adam Smith (1776), pasando por Mancur Olson (1965), Douglass C. North (1971) y James M. Buchanan (1981, 84), e incluso Paul Krugman (1992), pero aún no se consigue evitar la mala lectura del político sobre la acción humana.
Olson, por ejemplo, en “Poder y Prosperidad”, explica una paradójica situación en la que los grupos pequeños prevalecen sobre los más numerosos a la hora de actuar en forma colectiva y, en este caso, para impulsar una política de estímulo económico, cuando afirma que las organizaciones de acción colectiva están preponderantemente orientadas a la lucha por la distribución de la renta y la riqueza, y no al aumento de la producción en su conjunto, lo que Buchanan llama “rent seeking behavior” o “rentismo”.
Si concentramos la atención en el último paquete de estímulos con una cifra de doce ceros que el gobierno de Estados Unidos gastará, observamos amplio consenso para su aprobación, sin embargo, lo que se pierde de vista es que se privilegia a un pequeño y minoritario grupo de interés empresario que influye sobre este tipo de decisiones en el Gobierno y el Congreso, ya que es menos costosa la persuasión que la competencia en el mercado. Una sencilla lógica de privilegios, monopolios y favores para apropiarse de las rentas públicas.
¿Acaso la Constitución de los Estados Unidos no contempla mecanismos que limiten las decisiones ineficientes por parte de los gobiernos que afectan a los particulares?
De todas maneras, la decisión correcta sería aquella a la que la teoría económica se ha referido sobradamente, aquel valor que se genera a partir del intercambio, donde –como afirmaría North- el intercambio voluntario genera nueva riqueza beneficiando a ambas partes, siempre que se plantee un escenario institucional abierto y competitivo que proteja al consumidor y promueva la libre empresa para generar nuevos mercados.
Parece ser que a casi diez años de haber iniciado el nuevo milenio, con el gran peso y expectativa de la palabra “cambio” y a pesar de las constantes advertencias del método de análisis austriaco, los partidarios del gobierno limitado, la competitividad y el libre comercio ganan en argumentos, pero los partidarios del gasto diligente de los gobiernos mesiánicos y su empeño en no querer superar la crisis, seguirán ganando en número de votos, toda vez que se no se acuse cuenta de los avances de la ciencia económica desde 1929.
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