Guatemala: ¿Tuyos o nuestros?
A raíz del 30 aniversario del asesinato de Alberto Fuentes Mohr, el Gobierno ha desplegado una multimillonaria campaña de propaganda política destinada a recordar la memoria de “nuestros mártires”. La intensa campaña de radio, TV y prensa resalta que la desaparición física de dichas personas impidió un mejor desarrollo de nuestro país. Claramente, el asesinato es un mecanismo inaceptable para resolver las diferencias. Como también es inaceptable el uso de fondos públicos para avanzar una agenda ideológica.
Desde el momento que Álvaro Colom asumió la Presidencia de la República, la Constitución le manda a ser el representante de la unidad nacional. Sin embargo, esa ha sido una tarea imposible de cumplir. Su derroche propagandístico ha tenido especial cuidado en resaltar figuras con la mayor carga ideológica posible. Así ocurrió el 20 de octubre pasado, cuando se reconocieron los aportes de Juan José Arévalo, pero deliberadamente se omitió el de otras figuras, quizás ideológicamente menos “alineadas”, como la del ciudadano Jorge Toriello o Francisco Javier Arana. En vez de ellos se colocó el rostro de Oliverio García y se le dio una condecoración póstuma…
El asesinato de Alberto Fuentes Mohr, padre del actual ministro de Finanzas, o de Manuel Colom Argueta (también pariente del presidente) no pueden tener justificación alguna. Ambos fueron relevantes figuras de la “izquierda” asesinadas en esos tiempos. Sin embargo, no fueron las únicas personas que murieron por su protagonismo nacional. Isidoro Zarco, Luis Canella y Alberto Habie, por ejemplo, fueron empresarios cuyo trabajo produjo beneficios y bienestar material para millones de guatemaltecos. Su aporte pudo haber sido inclusive superior al de Mohr o Colom. Sin embargo, es poco probable que el Gobierno los califique como “nuestros mártires”. Como también es poco probable que su aporte sea reconocido por el actual gobierno; mucho menos que sus asesinatos sean también condenados con la misma energía. ¿Por qué? Porque sus asesinatos no se atribuyen a las “fuerzas de seguridad”, sino a la guerrilla e importantes y prominentes figuras de la URNG que ocupan relevantes cargos en el “gobierno de Álvaro Colom”.
Así que, desafortunadamente, el presidente ha elegido la ruta de la propaganda política en su reivindicación ideológica en vez de la ruta de la unidad nacional. Una versión más balanceada de nuestro pasado hubiera logrado tener un objetivo verdaderamente conciliatorio. Sin embargo, la conciliación nunca ha sido el objetivo ideológico de la guerrilla. Como ellos mismos advirtieron, su participación política es simplemente “la guerra por otros medios”. Y en la guerra de la propaganda hoy en día cuentan con cientos de millones de quetzales de (ahí sí) “nuestros” impuestos.
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