Ecuador: La lujuria del Poder
Quien se siente predestinado para gobernar indefinidamente ya está aprisionado por esa lujuria que lo convertirá de héroe en villano, de estadista en canalla, de demócrata en dictador
Por eso es que los países occidentales diseñaron el sistema democrático sustentado en la separación de las tres funciones del Estado, elegidos pos distintos mecanismos mediante los cuales el Poder no es acaparado por una sola persona ni indefinidamente. Y lastimosamente en Montecristi se desarrolló una Constitución inédita en ningún país del mundo a la cual Rafael Correa la llama, la más avanzada de ese mismo mundo.
Es muy posible que quienes estamos ya viviendo una etapa de la vida donde la sabiduría viene por fuerza de los años, podamos por un lado no tener miedo a decir lo que decimos, y por otro a poder hacer predicciones sobre aquello que nos depara. El ímpetu de esa juventud y codicia que nos está gobernando, choca con la experiencia de quienes juzgamos sin ya el deseo o apetencia de tener tentaciones al respecto de detentar poder eterno y supremo que tan estimulante y energético resulta en esa juventud que cree poder cambiar la sociedad, sin contar con la naturaleza misma del ser humano.
La lujuria del poder tiene un primer síntoma, que se refleja en el abierto deseo de mantenerse como única y última palabra, y aprovecha cadenas radiales para dictaminar sentencias, juzgar a quien se le pone delante, o crear temor en quienes no se sienten capaces de confrontar una tempestad que luce avasalladora. En la siguiente etapa, viene aquello de sentirse vencedores e invencibles en contiendas electorales, y que disfruta de ello buscando una y otra vez ratificación en las urnas. Pero como el temor a perder, en la intimidad siempre persiste, comienza a entrampar al sistema electoral y a intoxicarlos con un intensidad publicitaria que termina en un vértigo de autoconvencimiento, el mismo que a su vez vuelve a nutrir ese endiosamiento. Finalmente viene la consecuencia inevitable. Se le hace imposible desprenderse del poder al cual se siente por derecho adherido para siempre. Por eso pronostico que Rafael Correa no entregará a nadie la banda presidencial que ahora ostenta, y que se la llevará a la tumba consigo, o se la arrebataran a la fuerza bruta. Pero entregarla democráticamente ¡Nunca!
Otro pronostico que hago, es que como estos dioses nunca aceptan sus errores, irá tocando la flauta tapando un hueco tantas veces como los dedos le permitan, pero en ese andar la melodía dejará de serlo y se entonará un ruido desarticulado y grotesco. Es así que ahora y a puerta cerrada ha convenido al las importaciones en un complejo sistema que beneficia a unos a costa de otros, pero que en la práctica resulta altamente inflacionario y recesivo, un coctel altamente peligroso. No se atreve a escoger entre las correctas disyuntiva: desdolarizar abiertamente, o frenar el gasto público. No lo decide porque hay unas elecciones al frente y los dioses no pueden perder su poder de forma tan sencilla. Si no hubiese sido tan hambriento de poder, estas elecciones no deberían haberse llevado a cabo sino luego de dos años, y habría podido ahora acertar mejor en las decisiones ante la crisis. No todo resulta según lo planeado y la lujuria de poder termina mal inevitablemente
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