Por el camino equivocado

El Expreso de Guayaquil

Holanda fue el único país próspero en el mundo antes de independizarse. Se liberó de España en 1648, pero medio siglo antes, ya era el territorio europeo más rico, con mínimo el doble de renta por habitante de los demás reinos. ¿Cómo logró tan extraordinario progreso? No lo hizo con el modelo económico equivocado, fue por el capital humano, emprendimiento y creatividad; tuvo entre sus logros, las naves más avanzadas, mercado financiero dinámico, gran comercio internacional con Asia, institucionalidad y libertades individuales. Situación similar ocurrió con Inglaterra que dejó atrás a Holanda en el siglo XVIII, usando los mismos pilares de desarrollo y exportando bienes industrializados, incluyendo textiles con la más avanzada tecnología, en lugar de lana, su producto de exportación tradicional por siglos. En centurias posteriores, el resto de naciones que ingresaron al Primer Mundo, usaron el mismo modelo.

En la carrera por la prosperidad, España cometió desaciertos y se quedó en la retaguardia del crecimiento económico europeo. La frase de un Ministro de Finanzas de Felipe II resume la equivocada filosofía de desarrollo económico: “Dejen que Londres fabrique los tejidos, Holanda sus cristales, Florencia su ropa, Milán sus brocados, Italia y Flandes sus linos, siempre que nuestro capital los disfrute; lo único que prueba es que todas las naciones entrenan a sus comerciantes para enviar mercadería a Madrid. Todo el mundo sirve a ella y ella no sirve a nadie”. Para la sociedad española, el trabajo denigraba a las personas, todos querían ser burócratas para vivir del Estado. Para los reyes españoles no había mejor actividad económica que la de extracción, depredar todo lo que se podía. Sus asesores desconocían el manejo eficiente de la agricultura y no creían en la industrialización. La obsesión por la explotación irracional de la tierra terminó con el agotamiento de las minas, bosques y demás recursos en el Nuevo Mundo. España dejó un legado devastador a América Latina y siglos después, la herencia colonial sigue viva en la región.

Actualmente los latinoamericanos siguen priorizando las actividades extractivas, cultivan la tierra sin tecnología alguna y son muy malos industriales. El mercantilismo no ha podido desaparecer, así como la actitud al trabajo, contrabando, corrupción e influencia de los grupos de poder en los gobiernos. La recesión mundial actual ha desnudado nuevamente la incapacidad económica latinoamericana, confirma que el modelo de desarrollo existente en la región es el camino al fracaso, parafraseando el título de una obra de Hayak, es el “camino a la servidumbre”, a la falta de independencia económica, no por ser impuesta por las potencias del Primer Mundo, sino por la sociedad latinoamericana vivir en un estado de inferioridad, como quedó escrito en piedra, cuando el economista Raúl Prebish propuso la teoría de la dependencia, el más infame invento de esta región.

América Latina tiene siglos repitiendo los mismos errores. La drástica caída de las exportaciones de la región, desde fines del 2008, se debe a un modelo basado en la extracción de minería, madera y demás bienes primarios, caracterizados por la gran volatilidad de sus precios. A diferencia de los bienes terminados, los primarios pueden tener dramáticas caídas de precio en corto tiempo. El ejemplo es el precio del petróleo que en pocos meses disminuyó de 145 a 40 dólares. En el mercado internacional el precio del cacao fue 40 dólares el quintal en 1600, se cotizó a 5 en 1800, aumentó a 16 en 1858, cayó a 6 en 1932, subió a 220 en 1978 y actualmente se cotiza en 120. Las economías en Asia tienen más de tres décadas de crecer hasta 4% anual por encima de las latinoamericanas. En épocas de crisis, como actualmente, los descensos económicos no han sido tan dramáticos. El crecimiento de las economías asiáticas se basa en los mismos pilares del Primer Mundo, ellas se alejan cada vez más de las latinoamericanas donde sus gobernantes siguen culpando a otros de sus fracasos.