Después de la enmienda
El 15 de febrero, Hugo Chávez dio un paso adelante para llegar a ser el dictador vitalicio de Venezuela. Logró después de un grosero ventajismo en su campaña electoral ganar por cinco puntos de ventaja el Referéndum Aprobatorio que le da derecho a la reelección indefinida. Algo que es contrario a la democracia y característico de dictaduras como las de Mugabe en Zimbabwe, y Obiang en Guinea Ecuatorial. Eso al primer mandatario venezolano. No le importa en absoluto, necesita a como de lugar implantar el Socialismo del Siglo XXI, sin importarle cuales y cuan profundamente quebrante los derechos civiles de todos los venezolanos. No solo los de oposición, también los de sus seguidores.
También es cuestionable, que la oposición haya aceptado ir a un proceso electoral para volver a someter a aprobación, lo que ya había sido rechazado el 2 de diciembre del 2007, que haya aceptado los resultados sin un verdadero reclamo; que al parecer hayan dejado de lado, en el olvido los atropellos sufridos por los estudiantes, comunicadores y activistas políticos, no solo durante la campaña electoral, sino a lo largo del gobierno de Chávez.
Existe un grupo en particular al que vulnera la posibilidad de reelección indefinida del ciudadano presidente, ese grupo está formado por los perseguidos y presos políticos. Es fácil olvidar a quien está encerrado tras la rejas, cuando se está libre. No es fácil imaginar las penurias que sufren los familiares de los presos cuando se llega a la casa y está la familia completa esperando, con la relativa seguridad que se puede tener en la insegura Venezuela de la revolución roja – rojita.
Hablemos de empatía, imaginemos por unos minutos que un familiar nuestro (Ni Dios lo quiera) está preso injustamente en un celda compartida con presos comunes, en una cárcel de alta peligrosidad. O, que el preso está en un calabozo donde no ve el sol, y, está enfermo y no se le permite el tratamiento médico requerido.
Imaginemos por unos minutos que el juicio al que han sido sometidos nuestros familiares se transformó en el juicio más largo de la historia, o, que por ejemplo fueron condenados a 10, 12, 15 y hasta 30 años de prisión injustamente. ¿Cómo nos sentiríamos?
Imaginemos que nuestro familiar que hoy está preso, una vez fue considerado héroe, después criticado y por último olvidado y abandonado. ¿Cómo nos sentiríamos?
Cuando por dejadez, por comodidad, por considerar más fácil la rendición de nuestros derechos, como lo es aceptar volver a votar por algo que ya había sido rechazado, cuando se acepta sin hacer un justo reclamo la violación de nuestros derechos; indirectamente, pero no por eso con menor culpa, la prisión, juicios y condenas injustas de venezolanos cuyo “pecado” es ser inocentes de lo que se les acusa, somos culpables de permisividad, de falta de humanidad y de olvido…
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