Nunca más un novio financista

Clarín

Nuestra cartera está hecha trizas. Nuestro empleo es tan seguro como una inversión con Bernard Madoff. Como si la vida no fuera ya lo bastante deprimente, novias o esposas están a punto de cambiarnos por un modelo más lucrativo.

Nadie dijo nunca que una carrera en los mercados financieros era algo divertido. La jornada tenía una extensión agotadora. El trabajo era monótono. Las matemáticas solían ser impenetrables. ¿Y los colegas? Digámoslo así: un picnic con una manada de lobos sería más plácido y habría menos probabilidades de que nos robaran el sándwich.

De todos modos, tenía sus ventajas. Las oficinas eran elegantes. Los sobresueldos eran increíbles. Se podía contar con que, por más que uno no hubiera alcanzado la cima de la evolución humana, tenía un estatus inigualable. Sin duda se tenía un valor de mercado muy alto con el sexo opuesto, y no importaba si uno se parecía más a Danny DeVito que a Leonardo Di Caprio.

No había machos más alfa que los ejecutivos de la banca de inversión.Ya no es así. A medida que la crisis del crédito se adentra en su tercer año y que los políticos del mundo se apresuran a dar a los sobresueldos un grado de legalidad similar al de portar un arma cargada en un avión, los ejecutivos bancarios sienten que van descendiendo en la escala de las carreras deseables.

Un blog de Nueva York ha atraído mucha publicidad al compilar las quejas de las mujeres que salen o alguna vez salieron con ejecutivos bancarios. El blog "Dating a Banker Anonymous" refleja el espíritu del momento. Una serie de cazafortunas de una sinceridad alarmante habla con todo descaro de sus novios del mundo financiero, y todas llegan a la misma conclusión: un ejecutivo bancario sin sobresueldo es algo por completo inútil.

Durante más de 20 años, la banca fue el ámbito donde se desarrollaba la carrera más prestigiosa del mundo. Las cosas cambiaron. Ahora, los magnates de las finanzas han descendido rápidamente de alfa a gamma en cuestión de pocos meses.

Copyright Clarín y Bloomberg, 2009.