Las recientes visitas de Presidentes a Cuba
En lo que va de este año, apenas un mes y medio, cinco presidentes de países hispanoamericanos han ido de visita a Cuba, como en una especie de peregrinación escalonada a un santuario y un jefe ritual que, no obstante lo demoníaco, es, para estos devotos, atrayente.
Habría que vislumbrar lo anterior así, de una manera casi mística y ridícula, para no dar rienda suelta a la conjetura de que todo eso se trata de un plan de sospechosa confabulación de la extrema izquierda continental y el comunismo internacional, con objetivos que van delineando cada vez más sus definitivas intenciones. De inicio: la ostensible urgencia o necesidad de apuntalar y mantener el sistema político social implantado en Cuba, en lo medular del mismo, no importe la máscara o variante con la que se exhibe de inmediato o a posteriori.
Otro aspecto que ha salido a la vista en estas visitas, es la bochornosa genuflexión de esos visitantes ante el gobierno cubano y sus jerarcas y, en especial, ante el líder fantasmal de inesperadas resurrecciones. Todos ante el espejismo de las puertas secretas que guardan al tirano, esperando la limosna de honor de ser recibidas por éste. Daba pena ver a la presidenta de Chile, Michelle Bachelet, cuando le comunicaron sin previo aviso la concesión de la entrevista con el tirano oculto, ver cómo ella salió corriendo con entusiasmo de súbdito privilegiado, con destino desconocido, dejando atrás abandonada la comitiva que la acompañaba en su viaje.
Bochornosa y humillante jornada la del Presidente de Guatemala, que llegó en turno detrás de la chilena, llevándole al tirano, como condecoración de valor simbólico de Guatemala, la Orden del Quetzal, cuando ni siquiera sabía si iba a ser de los elegidos con la limosna de honor de una entrevista con aquél que, al cabo, no le fue concedida; y que ni siquiera fue recibido a su llegada a Cuba por alguien de su igual jerarquía gobernante o protocolar, sino por el Ministro de Salud Pública.
Así Castro puso en práctica con dichos visitantes el poder y la eficacia de la humillación; todos ellos de rodillas ante el jefe prepotente que ha probado en su largo mandato que mientras más humillados más incondicionales sus devotos.
De estas visitas se dio una vez más la confirmación de la deslealtad y su índole de traidor y tramposo de Fidel Castro, en el caso de la presidenta chilena Michelle Bachelet. Mientras hablaba con ésta confidencialmente, él estaba llevando a efecto por trasmano su parcial apoyo a Bolivia en su viejo diferendo territorial con Chile, en declaraciones injerencistas favoreciendo a Evo Morales, de modo tal que éste agradeció al mismo tiempo a Castro el favoritismo que le dispensaba.
Pero la Sra. Bachelet, que llevó al gobierno cubano una donación en inversiones de 40 millones de dólares, se lo buscó y se lo merece, por su idolatría a un ser tan desleal y tramposo, del que ella tenía como antecedente, entre otros, la mala jugada y traición que antes le había hecho a Vicente Fox, presidente de México, el cual ingenuamente creyó que podía tener “un pacto de caballeros”, como éste calificó lo tratado en confidencia, con un tipo de la calaña moral de Fidel Castro.
El colmo de la adulación y sospechosa incondicionalidad estuvo a cargo del Presidente de Guatemala, Alvaro Colom, con el ridículo bochornoso de pedirle perdón al gobierno castrocomunista porque, en 1961, el territorio de su país sirvió de campo de entrenamiento a los patriotas cubanos para la invasión por Playa Girón, que pretendía devolver a Cuba la libertad y la democracia.
Pero también ha salido a la luz pública, y lo recoge la prensa internacional (Agencia France Press), la reconfortante evidencia de que hay sectores de opinión en nuestros países de América que ya se atreven a situar a Castro (y con él a su gobierno) en el lugar despreciable que se merece, a donde, al fin y al cabo, lo arrinconará la historia.
Ante la tramposa deslealtad con la que Castro trató a la Sra. Bachelet, la Unión Democrática Independiente (UDI) chilena, tras calificar a Castro como “dictador genocida”, afirmó que ese acto de traición puso a la presidenta chilena en una situación lamentable, como víctima de este viaje a Cuba que pasará a la historia como desastroso. Asímismo, la Agencia France Press recoge las palabras del senador chileno de la UDI, Hernán Larraín, presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado, que “agregó que Fidel Castro pasará a la historia como el peor dictador de América, el más sanguinario, el más brutal, como Hitler y Stalin”.
Es también de señalar entre estas revelaciones de sectores y personajes de nuestros países, la denuncia -¡al fin!- de que Castro ha estado durante años utilizando el método del terror, también político, en sus relaciones continentales y, de tal suerte, el senador chileno Juan Antonio de la Coloma, afirma que la UDI defenderá la integridad territorial de Chile “aunque nos sigan amenazando”, porque “sabemos como actúa y piensa Fidel Castro”.
Por otra parte, en el caso del Presidente de Guatemala, Alvaro Colom, primero varios empresarios se habían negado a acompañarlo a Cuba en protesta por la condecoración que aquel llevaba para Castro; y ante la adulación (que los cubanos llamamos “guataquería”) al gobierno castrocomunista por la disculpa del entrenamiento en el país de los expedicionarios de Playa Girón, la oposición dentro de Guatemala, por medio de su líder Otto Pérez, replicó a Colom que también “debió exigir al gobierno de Cuba que se disculpara por haber entrenado a la guerrilla guatemalteca que por 36 años mantuvo un enfrentamiento armado que causó muerte y destrucción”.
De modo, pues, que el peregrinaje de estos presidentes a Cuba, si bien tiene, como dijimos, sospechosas implicaciones de una confabulación de la extrema izquierda continental y el comunismo internacional; por otro lado, estas visitas escalonadas también han traído, como corolario reconfortante, el despertar y la afirmación en sectores populares y personalidades de nuestros países, de la conciencia y denuncia de la verdadera índole del régimen castrocomunista impuesto en Cuba, y la revisión futura que del mismo hará la historia.
- 23 de enero, 2009
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