Sombras sobre el proceso de paz
JERUSALEN.- El futuro del proceso de paz con los palestinos será uno de los grandes desafíos con los que deberá lidiar el próximo gobierno israelí, encabezado por Benjamin Netanyahu. En este sentido, la Autoridad Nacional Palestina aclaró ayer que no trabajará con un gobierno "que no respete los acuerdos firmados y no permita la creación de un Estado palestino".
Ante todo, cabe recordar que Netanyahu apoya las negociaciones de paz con la Autoridad Palestina, pero no la creación, en forma inmediata, de un estado independiente en tierras de las que se retire Israel. Además, sostiene que lo factible ahora es una "paz económica", haciendo hincapié en una mejora de la situación palestina. Pero aclaró que no habrá diálogo alguno con quien ataque a Israel, y llamó a derribar el régimen de Hamas en la Franja de Gaza.
Si bien se asocia a Netanyahu con una imagen de duro, en 1996 decidió el retiro de Hebrón y en 1998 firmó el acuerdo de Wye Plantation con el entonces líder palestino Yasser Arafat, que incluyó la devolución de territorios de Cisjordania.
"Es mucho más pragmático que lo que indica su imagen", dijo a LA NACION el profesor Ira Sharkansky, experto en Ciencias Políticas de la Universidad Hebrea de Jerusalén. Para su colega Gideon Rahat, "es menos fuerte y más presionable de lo que parece".
Netanyahu es considerado por los analistas como más centrista que sus socios de derecha. En un gobierno de perfil únicamente derechista, le sería prácticamente imposible a Netanyahu llegar a un acuerdo con los palestinos. Deberá trabajar con partidos opuestos a todo desmantelamiento de asentamientos y a la negociación misma.
La inclusión en la coalición del partido Yisrael Beitenu, de Avigdor Liberman, podría dar sorpresas. Por un lado, cuando Liberman dimitió en enero de 2008 del gabinete de Ehud Olmert, habló explícitamente contra el proceso de paz entre Israel y la Autoridad Palestina puesto en marcha en la cumbre de Annapolis en 2007. "Lo principal es detenerlo", dijo en aquella oportunidad.
Por otra parte, se trata de un partido secular y algunos analistas estiman que el propio Liberman también sería mucho más pragmático que la imagen que irradió durante la campaña electoral.
Un gobierno con Kadima -con o sin Liberman- tendría más capacidad de maniobra regional e internacional que una coalición con los partidos de derecha. Si bien conserva cierta reticencia respecto de la entrega de territorios, la política de Kadima es favorable a un acuerdo de paz con los palestinos que incluya retiradas de Cisjordania y que contemple la división de Jerusalén.
Un gobierno de derecha que provoque la paralización de las negociaciones con la contraparte palestina generará inevitablemente una reacción adversa en la opinión pública. Un gobierno que incluya a Kadima gozará de un crédito mayor. Más aún si la razón del naufragio del diálogo es la continuación del terrorismo palestino.
Sea como sea, para Hamas es indistinto quién ejerza el poder en Israel. Y aunque desde hace más de un mes entró en vigor un alto el fuego en la Franja de Gaza, los cohetes continúan cayendo en territorio israelí. Así, el proceso de paz continuará a la sombra de la violencia, independientemente del rostro de la coalición que gobierne Israel.
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