Guatemala: Costos y beneficios del TLC
A más del año con el Tratado de Libre Comercio (TLC) entre EE. UU. y Centroamérica, vale comentar algunos de sus alcances, sus costos y beneficios. Es curioso que siempre se compara un TLC en contra de una política mercantilista, en vez de una política de simple libre comercio similar a la que rige entre los 50 estados de la unión americana y que, por cierto, nunca se ha probado en América Latina.
Los beneficios de los más de 350 TLC en el mundo se suelen mencionar y justificar con argumentos de reciprocidad. Pero los costos son poco conocidos. El costo más alto para un país se deriva de la llamada desviación antieconómica de comercio. Por ej.: perjudica a todo el país cuando queremos importar materias primas de países que no forman parte del TLC, pues no podemos comprarlos en igualdad de condiciones, aunque sean más baratos o mejores, ya que discriminamos contra ellos cobrándoles impuestos. Resultamos comprando a quien nos vende más caro o de menor calidad, solo porque están dentro del TLC. El curioso argumento a favor del TLC es que sin él le compraríamos más caro a todos, y no solo a unos. ¡No se ocurre que si debido al TLC lo importado va a entrar sin pagar impuesto, mejor sería comprar más barato a todos!
El TLC ha perjudicado a empresas pequeñas que han sufrido la intromisión de cada vez más burócratas y reglamentos para importar o exportar, tales como reglas de origen, diseñadas para que sus compras de materia prima no provengan de donde sean más baratas, sino de países dentro del Tratado, aunque sean más caras, perdiendo así competitividad, o soportando intromisión de representantes de sindicatos de EE. UU. en nuestros contratos laborales. Ojalá el comercio fuera como lo es en los EE. UU., donde hay libre comercio entre 50 Estados, muchos más grandes que la mayoría de países, y no hay problemas ni burocracias revisando embarques ni orígenes dentro de su mundo (los 50 Estados), aunque sean hechos con materiales y componentes importados de cualquier parte del mundo. Tampoco en EE. UU. hay autoridades que se entrometen en la muy variada y distinta legislación estatal que existe entre los Estados. Nosotros, en cambio, debemos ser obedientes a lo que nos digan a través de sus delegados diplomáticos.
La política sindical de EE. UU. es comprensible, pues a nadie le gusta la competencia, y ellos defienden los intereses de su cada vez menor membresía (de 20.1% aprox. en 1983 a 12% en 2008.), aun en contra de los intereses del 100% de su propia población: dicen que una camiseta más barata hecha en Guate es una camiseta menos que hacen ellos, y que aunque reduzca el poder adquisitivo de sus compatriotas, deben impedir que compren lo hecho en el extranjero. Presionan para elevar nuestros costos unitarios, sabiendo que debido a nuestra menor capitalización (automatización) y consecuente baja productividad laboral, no nos permite subir salarios sin subir costos por unidad. (Cómo subir salarios sin subir costos y precios puede verse en cómo mejorar el nivel de vida. CEES).
Pasan por alto que no es “el país” el que importa sino cada uno de nosotros, y no les incumbe a los demás países si cometemos errores. De sus errores sufrimos las consecuencias, pero no nos permitirían decirles cómo componerlos.
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