México: ni fallido ni salvado
La conclusión que produce la seriedad de los hechos es inapelable: México se ha precipitado en una virtual guerra interna, con violencia creciente, a menudo campal, y víctimas copiosas.
El debate se centra en cómo interpretar esta realidad:
• ¿Consecuencia de la disposición, músculo y avance de un gobierno que decidió combatir en serio a los carteles de la droga y afrontar su violenta reacción?
• ¿Reflejo de que las instituciones han perdido su control y el país se encamina a la fatal categoría de «estado fallido''?
La primera pregunta se alinea con la versión oficial. Existen hechos que la alientan. Las capturas de hombres, armas, drogas, explosivos y hasta aviones a los narcotraficantes han crecido sustancialmente. El presupuesto federal para seguridad y justicia subió de $5,779 millones en 2007 a $6,653 millones durante 2008. Mediante la llamada Iniciativa de Mérida, Estados Unidos aportará $1,600 millones adicionales en un período de tres años, con un pequeña parte para Centroamérica.
Ante la debilidad y complicidad de las policías estatales, en diciembre de 2006 el presidente, Felipe Calderón, creó una fuerza especial para combatir el narcotráfico, que envió a las regiones más afectadas. Siguió el despliegue inmediato de alrededor de 40,000 soldados, como tercera línea de choque.
Se han realizado ingentes esfuerzos por reorganizar y depurar los cuerpos de investigación, la procuraduría de justicia y los tribunales. En octubre del pasado año, representantes del gobierno, los partidos políticos y la sociedad civil, suscribieron un ''pacto contra la inseguridad'', de amplio alcance. Y a principios de enero fue promulgada una nueva ''Ley de Seguridad Nacional'', que permitirá un combate más eficaz de la delincuencia.
Pero nada de lo anterior ha frenado el augurio de ''estado fallido''. Al contrario: cada vez es más frecuente su uso entre académicos, políticos, especialistas y hasta algunos funcionarios estadounidenses, reflejo de una creciente preocupación que a veces bordea la histeria. El sustento (razonable) es que una cosa son las decisiones; otra, los resultados, y estos muestran cada vez más violencia.
Los crímenes del pasado año vinculados con esta ''guerra'' superaron los 5,300, casi el doble que en 2007.
En días recientes, el saldo ha sido alarmante, con sangrientos choques públicos en Reynosa y Ciudad Juárez (ambas fronterizas con Estados Unidos), y demostraciones contra las acciones militares en esas y otras cinco ciudades, tres de ellas, también, en la frontera. Se presume que han sido instigadas por los carteles.
Hace pocas semanas, 12 personas, incluidos seis niños, fueron masacradas en el poblado de Montelargo, estado de Tabasco. Y ni siquiera la zona del idílico Cancún ha escapado a la violencia.
La confrontación no se da sólo entre autoridades y narcotraficantes. Los ajustes de cuentas entre sus siete carteles –del Golfo, Sinaloa, Tijuana, Juárez, Colima, Oaxaca y Valencia– a menudo son más mortales.
Afinales de enero, el almirante Mike Mullan, jefe del estado mayor, dijo en Washington estar ''extremadamente preocupado'' por la frontera y la ''guerra contra el narcotráfico''. El presidente Barack Obama, tras su encuentro con Calderón, el 12 de ese mes, destacó la ''valentía extraordinaria'' de su colega ''cuando se trata de temas de seguridad'', un elogio que, sin embargo, tenía sabor agridulce.
La mayor preocupación no es sólo que se produzca un colapso en la capacidad oficial de controlar la violencia. Más angustiante aún es que los carteles, con su dinero para comprar y poder para matar policías, procuradores, jueces y funcionarios, logren controlar de forma irremediable las estructuras de seguridad, desde la base hasta la cumbre.
Decir que México está al borde de convertirse en un ''estado fallido'', al estilo de Líbano, Haití, Somalia o Zimbabue, es totalmente inexacto. También, ofensivo.
Pero descartarlo como posibilidad sería irresponsable. La situación es en extremo seria. La ''lógica'' del comercio de drogas es casi imbatible, y aunque el gobierno realiza enormes esfuerzos por afrontarla, el éxito está muy lejos y el fracaso no puede descartarse.
- 23 de enero, 2009
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