Temen el derrumbe de Europa del Este
PARIS.- Los 27 miembros de la Unión Europea (UE) se reunirán hoy en Bruselas para adoptar un programa de urgencia que permita evitar un default generalizado en Europa del Este, donde los países y los bancos se encuentran al borde del abismo.
La cumbre fue precedida por una iniciativa sin precedente de los tres mayores bancos internacionales, que decidieron desembolsar una línea de créditos de 31.200 millones de dólares en dos años para acudir en auxilio de los países más asfixiados por la crisis.
La decisión del Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo (BERD), el Banco Europeo de Inversiones (BEI) y el Banco Mundial (BM) traduce la enorme inquietud que reina en Bruselas, donde se teme que un derrumbe de las economías de Europa del Este pueda precipitar un "efecto dominó" capaz de afectar la estabilidad del euro e incluso de destruir los avances logrados por la UE en medio siglo de existencia.
"La región necesita 500.000 millones de dólares para cubrir los préstamos y recuperar el sistema de crédito", dijo hace pocos días Erik Berglof, jefe de economistas del BERD.
"La Argentina en el Danubio", tituló por su parte la revista británica The Economist, al referirse a la crisis en Europa del Este y la amenaza del default, al recordar el colapso que vivió la Argentina en 2001.
Las deliberaciones estarán dominadas por un clima de extremo recelo por parte de los países del Este y del centro de Europa, que temen ser abandonados en plena crisis por los miembros tradicionales de la UE. El primer ministro checo, Mirek Topolanek, que ejerce la presidencia rotativa de la UE, intenta promover una declaración que comprometa a los 27 miembros a desechar toda tentación proteccionista susceptible de agravar la crisis sobre la totalidad del continente.
En el contexto actual, cualquier gesto de repliegue puede resultar fatal para los Países de Europa Central y Oriental (PECO), que caminan desde hace meses sobre una cuerda floja. Una vez que la recesión paralizó la economía de la región y comenzaron a caer las exportaciones, se derrumbaron las monedas y se agravó la balanza de cuentas corrientes. La anemia financiera resultó agravada por el retiro de capitales por parte de los bancos occidentales -en particular italianos, alemanes, austríacos y suizos-, que habían invertido masivamente en la región desde la caída del comunismo, en 1989. Los más afectados por esas fugas de capitales fueron los tres países bálticos (Estonia, Letonia y Lituania), Croacia y Hungría.
Tres de esos países debieron acudir al Fondo Monetario Internacional (FMI). En los últimos meses, el organismo prestó 25.000 millones de dólares a Hungría, 16.500 millones a Ucrania y 9500 millones a Letonia, porque se encontraban al borde de la asfixia. Pero ahora todos los países de la región se encuentran en situación similar.
El FMI negocia actualmente con Serbia un nuevo crédito de 2000 millones de dólares, además de los 580 millones que le acordó recientemente. Y frente a las ventanillas del FMI están Polonia, los países balcánicos y, según los expertos, pronto se sumarán Turquía y varias repúblicas de la ex Unión Soviética. Incluso Rusia está en una situación inquietante, según reconoció el propio Vladimir Putin.
Peter Attard Montalto, analista de Nomura, calcula que 25% de las inversiones financieras occidentales en bancos de la región PECO podrían ser "activos tóxicos". Esa situación precipitó el derrumbe de las monedas nacionales y la asfixia de las empresas que estaban fuertemente endeudas en euros. En ese marco, los gobiernos se encuentran en virtual cesación de pagos, pues prácticamente no pueden reembolsar sus deudas ni intervenir en el mercado para evitar la caída de sus divisas.
Reacción en cadena
Topolanek procura demostrar que la UE debería ser la primera interesada en asegurar la estabilidad de Europa del Este. Las inversiones de los bancos europeos en los países de la región ascienden a 1,3 billones de dólares de capitales. Un crash bancario en la región desencadenaría una reacción en cadena, capaz de provocar el colapso de los bancos europeos, que ya están en estado de coma por su enorme exposición en el mercado de las subprimes y otras inversiones de alto riesgo.
Esta crisis constituye el desafío más importante que enfrentó la UE en su medio siglo de historia porque uno de sus grandes éxitos fue reunificar el continente después del derrumbe del imperio soviético, hace 20 años. Si bien el comunismo no constituye una alternativa, una decepción en esta primera crisis podría alentar aventuras populistas o nacionalistas que podrían resultar igualmente peligrosas para la estabilidad regional.
La UE es consciente del dilema. Por un lado, su capacidad de auxilio en medio de esta crisis es verdaderamente limitada. Tampoco puede aceptar que esos países "descompensados" ingresen al sistema euro en busca de estabilidad y protección porque podrían provocar un desequilibrio capaz de fisurar las columnas económicas que sostienen el edificio.
Pero quedarse con los brazos cruzados también provocaría un "efecto dominó" que pondría en peligro la estabilidad monetaria y los progresos logrados -con tantas dificultades- desde su creación, en 1957.
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