El ardid detrás de la agenda de Obama
Olvide el gasto político. Olvide el despilfarro. Olvide las 8.570 partidas económicas contenidas en una ley con el apoyo de un presidente que presume de ser el azote de las partidas económicas. Olvide los "2 billones de dólares en ahorros" que "ya hemos identificado", 1,6 billones de los cuales el director de presupuestos del Presidente Obama admitía más tarde que son los "ahorros" de no prolongar el incremento en Irak hasta 2019 — 11 años más tarde de que George Bush le pusiera fin, y ocho años después de que hasta Bush nos hubiera sacado de Irak por completo.
Olvídese de todo esto. Son malabarismos presupuestarios mediocres. Cierto, los trucos de Obama se presentan adornados con guirnaldas de ceros y rematadas al final. Pero eso es cuestión de escala, no de principio.
Todos los presidentes hacen eso. Pero pocos emprenden el tipo de engaño descarado que conforma el plan económico radicalmente transformador de Obama, un numerito retórico tan mañosamente ofertado que son pocos los que se dan cuenta.
La lógica del discurso de Obama ante el Congreso discurrió así:
“Nuestra economía no entró en barrena de la noche a la mañana", afirmó con solemnidad. En realidad, todo empezó antes de la crisis inmobiliaria. ¿Qué hicimos mal? Estamos pagando los pecados cometidos en tres terrenos principales: energía, sanidad y educación — importando demasiado petróleo y no descubriendo nuevas fuentes de energía (¿como las contenidas dentro de la Reserva Nacional de Vida Salvaje del Ártico o la Plataforma Continental?), no reformando la sanidad y tolerando demasiados centros escolares de baja calidad de enseñanza.
El "momento de echar cuentas" ha llegado ya. Y puesto que "sólo comprendiendo cómo llegamos a estos extremos seremos capaces de salir por nuestros medios de esta tesitura", Obama ha descendido para redimirnos con su perspicaz programa de sanidad universal fuertemente nacionalizada; un impuesto en forma de sistema de intercambio de emisiones a la energía; y una importante federalización de la educación con la vista puesta en el acceso universal a la educación superior.
Sorprendente. Como explicación de nuestros problemas económicos actuales, esto es una fantasía de cabo a rabo. Como tratamiento del desempleo en rápido ascenso, destrucción masiva de la riqueza y una recesión mundial que se agrava progresivamente, puede que sea la mayor interferencia falta de toda lógica que se haya vendido nunca al pueblo estadounidense.
En el centro mismo de nuestra casi depresión económica hay una burbuja crediticia, un colapso inmobiliario y el fallo sistémico del sistema bancario entero. Se pueden proponer un abanico de causas: Fannie Mae y Freddie Mac empujadas por Washington (y la codicia) a realizar préstamos sin esperanza objetiva de amortización, corruptas agencias de evaluación de riesgos de las inversiones, insuficiente regulación de los instrumentos de deuda novedosos y exóticos, la política de dinero fácil de la Reserva bajo Alan Greenspan, banqueros irresponsables que promocionan (y a continuación se desembarazan a través de paquetes de títulos de préstamo) hipotecas bastante cuestionables, especuladores de la vivienda avaros, compradores deshonestos.
La lista es larga. Pero la lista de causas del colapso del sistema financiero no incluye la ausencia de sanidad universal, por no hablar de la necesidad de historiales médicos informatizados. Ni la ausencia de un impuesto en forma de sistema de intercambio de emisiones de carbono que es letal para la actividad industrial. Ni la falta de licenciados universitarios. En realidad, se puede argumentar perversamente que, si acaso, la proliferación de listillos con máster demasiado homologados vestidos de Gucci que inventaron modelos matemáticos e instrumentos de deuda cada vez más sofisticados y opacos ayudó a meternos antes que nadie en esta catástrofe crediticia.
Y aún con nuestra institución financiera siendo pasto de las llamas, Obama deja claro tanto a través de su discurso como de su presupuesto que la esencia de su presidencia consistirá en la transformación de la sanidad, la educación y la energía. Transcurridos cuatro meses desde que ganara las elecciones, 6 semanas desde que fuera investido, Obama tiene pendiente aún dar a conocer un solo plan para afrontar la crisis bancaria.
¿Qué está pasando? “Nunca hay que desperdiciar una crisis seria", decía el Jefe del Gabinete Rahm Emanuel. “Esta crisis nos proporciona la oportunidad de hacer cosas que nunca pudimos hacer antes”.
Cosas. Ahora sabemos cuáles son. El acusado descenso en caída libre reciente de los mercados es la reacción no sólo a la ausencia de cualquier plan de rescate bancario plausible, sino también a los recelos motivados porque Obama entienda la presente crisis financiera como útil generadora de las condiciones psicológicas — la sensación de miedo que linda con el pánico hasta de su sombra — propicias para decretar su agenda “Big Bang” encaminada a federalizar y/o socializar la sanidad, la educación y la energía, las Pilares Fundamentales de la sociedad post-industrial.
Inteligente política, pero intelectualmente deshonesta hasta el tuétano. Sanidad, educación y energía — tan valiosos e importantes como puedan ser — no constituyen la causa de nuestro colapso financiero. Y no son la cura. La afirmación fraudulenta de que son tanto la causa como la cura es el artificio retórico en virtud del cual un presidente ambicioso pretende decretar la agenda más radical de transformación social que veremos en la vida.
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