El riesgo institucional kirchnerista
Sabemos que hay tres factores que pueden mover la economía: a) la inversión, b) el consumo y c) las exportaciones. En su limitación intelectual, el matrimonio Kirchner no entiende este concepto básico y, por lo tanto, pretende reactivar la economía anunciando todas las semanas alguna medida específica. Los autos, las bicicletas y los calefones, entre otros, son algunos ejemplos.
La realidad es que los anuncios son pura espuma porque, por ejemplo, en el caso de los autos el sistema no funcionó al punto que tuvieron que ampliarlo a modelos de mayor valor y permitir que quienes ya hubiesen comprado un 0 km también puedan entrar en el sistema. El anuncio tampoco funcionó. Y no funcionó por dos razones: a) todavía nadie sabe cómo funciona y si salió la reglamentación y b) porque las concesionarias no toman autos usados como parte de pago, con lo cual se traba la operación. Tampoco quienes tienen un camión para el transporte van a cambiarlo por más crédito barato que les ofrezca el Estado, porque si no tienen qué transportar no van a meterse en un crédito que luego no podrán pagar por falta de trabajo.
Ahora bien, también debemos reconocer que, en la práctica, los anuncios de Cristina solo quedan en la tapa de los diarios porque en los hechos no ocurre nada. Por inoperancia del Estado para implementar las medidas anunciadas, porque se hacen anuncios sabiendo que no se van a aplicar o porque la gente no tiene interés en entrar en el canje del calefón o la bicicleta. De todas maneras, conceptualmente Cristina pretende vendernos espejitos de colores. ¿Por qué? Porque lo que hay que preguntarse es: ¿de dónde salen los recursos para financiar todos los anuncios de obras públicas y financiamiento del consumo? Necesariamente de recursos que genera el sector privado y se lo apropia el sector público. Esto es, la gente produce, el Estado les confisca vía impuestos parte de sus ingresos y luego los aplica a anunciar créditos y subsidios. Desde el punto de vista macro, lo concreto es que el Estado deprime el poder de demanda del sector privado castigándolo con impuestos y se los traslada a otros (compradores de autos, bicicletas, calefones, etc.). El efecto de corto plazo es que se reactivan esos sectores y se deprimen las actividades en que antes los contribuyentes gastaban sus recursos. Por ejemplo, el Estado mata con impuestos al sector agropecuario para financiar sus políticas populistas. ¿Cuál es el resultado? Que el sector agropecuario empieza a agonizar, se deprime la venta de maquinaria agrícola, agroquímicos y demás insumos generando desocupación en todos esos sectores y, supuestamente, los que venden calefones, autos y bicicletas tienen más actividad. Algo que en los hechos no ha ocurrido. En el mejor de los casos, tendríamos un juego de sumas cero. Unos pierden su trabajo e ingresos a favor de otros que reciben el fruto del trabajo ajeno gracias a la arbitrariedad del Estado. Pero esto sería en el mejor de los casos, porque, en el fondo, hay una pésima asignación de recursos, salvo que Néstor y Cristina consideren que ellos hayan sido beneficiados con una mente superior que les permite gastar mejor los recursos los contribuyentes que si los contribuyentes los gastaran por su cuenta. Es decir, estaríamos en presencia de una política en la cual hay dos genios en el poder y el resto tenemos todos algún retraso mental que no nos permite gastar el fruto de nuestro trabajo de acuerdo las necesidades que consideramos prioritarias satisfacer. Podríamos definir esta política como la soberbia del ignorante.
Como el matrimonio no ha demostrado ser muy inteligente que digamos, más bien han demostrado una fuerte limitación intelectual, lo que tenemos en la economía es una pésima asignación de recursos que nos hace perder productividad. Esto implica que cada vez se generan menos riqueza (ejemplo carne, granos, etc.). El resultado es que el Estado se queda cada vez con menos recursos para apropiarse y entra en crisis fiscal que es lo que está ocurriendo hoy en día. Y para intentar salvarse de la crisis, cada vez es más agresivo en la confiscación de activos y flujos de ingresos.
Hoy la recaudación agoniza, al punto que en febrero todo indica que los números de recaudación también fueron truchados al mejor estilo INDEC, pero esto será tema de otra nota. Lo cierto es que su política de matrimonio “iluminado” han llevado el gasto público hasta niveles infinanciables para un sector privado que está ahogado con impuestos, regulaciones y estatismo.
¿Cuál es el problema en que nos ha metido el matrimonio? Que ninguno de los tres factores mencionados al comienzo de la nota puede mover la economía bajo el riesgo institucional kirchnerista. El riesgo kirchnerista impide cualquier inversión porque las políticas públicas de largo plazo que le den previsibilidad al inversor no existen, todo se limitan al capricho de cada día del matrimonio. La seguridad jurídica no existe. Solo existe la arbitrariedad de cada día que se anuncia desde el atril.
En lo que hace a las exportaciones, si bien el mundo está complicado, lo cierto es que el sector agropecuario podría amortiguar los efectos de la crisis si el complejo agroalimentario pudiese exportar más. El problema es que el matrimonio ha decidido expoliar al sector agropecuario suponiendo que la rentabilidad es la misma que un par de años atrás. La realidad es que por el menor uso de insumos para bajar costos por la política impositiva confiscatoria del gobierno y la sequía que asoló al país, hoy los rindes por hectárea son menores. Se estima que la cosecha será de casi 30 millones de toneladas de granos menos que la campaña anterior.
En otros sectores como la carne y la leche, por pretender mantener artificialmente bajos esos precios, se destruyeron estas actividades. La transferencia de ingresos vía las regulaciones impuestas por el gobierno generó una destrucción del sector que le impide avanzar hacia las exportaciones.
Frente a este escenario de destrucción económica producido por el gobierno, la caída en la actividad económica es de tal magnitud que aumenta la desocupación mientras el salario real cayó por la inflación que produjo el Banco Central. El resultado es que el consumo cae por: a) menor poder adquisitivo y b) por miedo a perder el trabajo, llevando a las familias a consumir menos por las dudas.
Como puede verse, ninguno de los tres factores va a mover la economía. La inversión, el consumo y las exportaciones están condenados a seguir bajando con esta política económica. Esto va a afectar cada vez más los ingresos fiscales y, en poco tiempo más, veremos como entramos en déficit fiscal.
Dicho con toda la crudeza, se ve una luz al final del túnel y es el tren del riesgo institucional kirchnerista que viene a toda velocidad a chocar la economía, o lo que queda de ella.
Los Kirchner, al igual que Chávez con el petróleo, han sido free riders del contexto internacional cuando la economía mundial crecía. Sin ese beneficio externo, son incapaces de aplicar políticas de crecimiento. Como al mismo tiempo basan su poder en un gasto público abultado para controlar a gobernadores e intendentes, el ajuste del Estado va contra sus objetivos políticos que son su única prioridad, particularmente en este año electoral.
Con una economía más chica por la recesión y la ineficiencia que le metieron los Kirchner, y con un gasto público infinanciable, solo hay que esperar nuevas confiscaciones para financiar el gasto y la crisis final cuando se acaben los stocks que confiscar.
En el mientras tanto, veremos más empresas con problemas para subsistir, más desocupación, pobreza y conflictividad social en la lucha por un ingreso cada vez más chico.
Todos ven la crisis que se avecina y actúan en consecuencia. Las expectativas económicas de la gente son de pánico. Bajo esas expectativas toman decisiones microeconómicas de restringir el consumo, no invertir, etc. De manera que estamos frente a la profecía autocumplida. Si la gente espera una crisis mayor, habrá una crisis mayor porque adoptará decisiones para proteger su patrimonio y su supervivencia futura.
Los Kirchner, desde el atril, jugaron a ser Frankenstein y crearon su propio monstruo: el del temor. Y ese monstruo, hoy, les juega en co
ntra
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