Bifurcaciones en el istmo
El Nuevo Herald
Por más de una década, los países centroamericanos mostraron una inédita y creciente –aunque también difícil y dispar– convergencia sobre los supuestos básicos de la economía y la política.
Hoy, esa tendencia ha llegado a su fin. En su lugar se ha introducido la dispersión. Y lo ha hecho en el peor momento: cuando la crisis internacional recrudece, las negociaciones para un ''acuerdo de cooperación'' con la Unión Europea están en su fase crucial, y el tratado de libre comercio entre la región y Estados Unidos da sus primeros pasos.
En medio de la virtual ruptura, persisten dos grandes elementos comunes:
• Por ser economías pequeñas, abiertas y altamente vinculadas a los flujos de comercio y capitales internacionales, especialmente estadounidenses, los seis países están muy expuestos a los efectos de la desaceleración y la falta de liquidez.
• Pero esta vulnerabilidad coyuntural se ve compensada, en parte, por una mejora en los términos de intercambio: todo el istmo es importador de petróleo, materias primas y alimentos, que han bajado de precio, con alivio para los consumidores y las balanzas de pagos.
Más allá de tales semejanzas, el anterior apego regional a la responsabilidad macroeconómica, una moderada política social y un razonable respeto a las normas básicas de la democracia, ha dado paso a grandes diferencias. Estas van desde el populismo indigente de Daniel Ortega, hasta el horizonte de estabilidad costarricense y panameño.
A pesar de la pobreza de Nicaragua, Ortega ha acelerado a extremos inéditos la arbitrariedad institucional y el descalabro económico. Los efectos generados por la gran caída en la demanda externa de sus productos han sido exacerbados por la inestabilidad interna, la falta de inversiones y un temerario manejo de las finanzas públicas.
Manuel Zelaya, en Honduras, está muy cerca de ese libreto. Si difiere, es a su pesar: enfrenta mayores límites institucionales y partidistas, y unas elecciones en noviembre que, no importa cuál partido gane (si el oficialista Liberal o el opositor Nacional), darán paso a un presidente más potable.
Sin embargo, al igual que su vecino, las fuertes presiones económicas que se acumularán este año, de por sí graves, producirán terribles efectos el próximo.
El Salvador, modelo de ortodoxia económica con bajo crecimiento y rezagos sociales, ha sumado a los problemas de desaceleración financiera y productiva 12 meses de desgastante campaña política.
El enigma se resolverá el próximo domingo. Si gana Rodrigo Avila, del gobernante Arena, mantendrá el curso. Pero la victoria (posible) de Mauricio Funes y el FMLN implicará un claro vuelco a la izquierda. Sin mayoría en el Congreso, fuerzas armadas profesionales, una economía dolarizada y extrema dependencia de las remesas desde Estados Unidos, deberán actuar con mucha prudencia. Pero de cualquier forma, la incertidumbre será alta.
Con la economía más oligárquica y cerrada del istmo, Guatemala no se ha desviado mayormente de las políticas y los problemas heredados por el presidente Alvaro Colom, autodefinido socialdemócrata. La suma de desaceleración productiva, crónica exclusión, violencia descontrolada y un sistema de justicia impotente, ha aumentado el riesgo de colapso institucional.
Sólo Panamá y Costa Rica muestran razonable estabilidad, a pesar de las elecciones de mayo de este año y febrero del próximo, respectivamente. Su capacidad de manejo de la crisis, por razones distintas, es la más alta de la región.
Ambos son los países que más fieles se mantienen al consenso sobre el ''deber ser'' centroamericano que prevaleció durante casi toda la década de los 90 y los primeros seis años del 2000: reglas del juego claras, creciente apertura económica, consolidación institucional, inversiones sociales y productivas, y apego al juego democrático.
Estos objetivos a menudo no condujeron a los hechos en algunos países. Pero sí produjeron avances y permitieron un acuerdo regional básico sobre la dirección a seguir.
Ahora, los senderos han comenzado a bifurcarse, tanto como en el famoso cuento de Borges. Y la adivinanza sobre el futuro ha crecido en dificultad.
- 23 de enero, 2009
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