Un proyecto alternativo para Venezuela
Se critica a la oposición por no tener un proyecto que compita con el del Presidente. El que se propone se gestó hace más de 50 años y, con algunas variantes, es más de lo mismo. Chávez profundizó el populismo sin tomar precauciones para enfrentar una crisis de la magnitud de la que se avecina. Tampoco lo hicieron gobernantes anteriores.
Los líderes deben reflexionar sobre nuestra historia económica, evaluando los continuos fracasos para poder corregirlos. La práctica es hacer elecciones mediáticas, y la clave para triunfar es contar con un predicador que despierte las emociones del pueblo al que le promete limosnas. A Venezuela la convirtieron en una sociedad de mendigos. Las misiones son dádivas que esclavizan al pueblo porque no resuelven lo fundamental: generación de verdaderos empleos para ser libres.
Por más de 70 años los gobernantes sólo han manejado la lotería petrolera. Nuestra dependencia ha oscilado entre 73% y 95% del ingreso total de exportación. Compiten por el poder y distribuyen desigualmente los ingresos porque el modelo económico combina el populismo/consumismo con el Estado mercantilista. Los grupos de interés con los que intercambia favores, llámense apóstoles o boliburgueses, se reparten la mejor tajada.
Desde los 70, los precios petroleros fluctúan bruscamente. La OPEP trató de controlar el mercado con cortes de producción, pero lo que hizo fue incentivar la sustitución del crudo por otras fuentes de energía. Incluso, se desplazó a ese cartel, que ahora sólo controla 43% del mercado. También se propició una baja de los precios en 1984, que duró 16 años. ¿Cuántos serán desde su actual caída?
Ante las fluctuaciones bruscas de nuestros ingresos, los líderes han debido reflexionar sobre qué hacer. A ningún gobernante se le ocurrió cambiar el modelo populista/mercantilista que exacerba los problemas. Cuando suben los precios, despilfarran los ingresos, corrompen y destruyen la moral, sin resolver problemas fundamentales: diversificación, inseguridad, infraestructura, vivienda, desarrollo urbano, marginalidad. No se combatió la inflación crónica, y cuestiones como recoger la basura, sacar una cédula o un pasaporte, siguen pendientes. Cuando bajan los precios, suben los impuestos, se endeudan, crean dinero inorgánico, acentúan los controles de precios, de cambio, crean regulaciones al sector privado, al que le confiscan su propiedad, destruyendo la producción, el empleo y el poder adquisitivo del bolívar, el cual desde 1983 han devaluado en 134.000%.
Seguramente el Gobierno con la misma retórica anunciará medidas peores a las de Lusinchi, 1984/88, y Caldera, 1994/96. Señalará culpables, amenazará a los productores, e hipócritamente nos pedirá sacrificios después de despilfarrar la abundancia, en vez de haber ahorrado para enfrentar la escasez.
Señores del gobierno y líderes de la oposición, el modelo rentista se agotó. Enfrenten la realidad: tienen que modificarlo porque el petróleo como principal fuente de ingresos no es suficiente, y correr la arruga con la esperanza de que el precio se recupere es absurdo. La crisis mundial es peor que la de los 80 y Obama anunció inversiones para obtener fuentes de energía alternativas. Por ello no basta con estimar diferentes escenarios de precios. Se requiere un proyecto alternativo que lo complemente.
Algunas de sus características fundamentales son: protección a la propiedad privada, garantizada por un sistema judicial independiente; hacer propietarios a los venezolanos, convirtiéndolos en accionistas de las empresas estatales, las que serán manejadas eficientemente; control de la inflación; disciplina fiscal; libre circulación de monedas, de bienes, de capitales, y un sistema financiero moderno que financie sectores en función de su productividad y riesgo.
El Gobierno debe proteger la seguridad ciudadana y crear el entorno necesario para atraer inversión privada en turismo, nuevas tecnologías, agricultura, manufactura, servicios y materias primas, conjuntamente con un programa extensivo de educación y entrenamiento; un plan para el desarrollo moderno de la infraestructura (autopistas, puentes, aeropuertos y puertos), planificación urbana y un sistema de transporte integral.
Todo ello permitirá generar empleos genuinos para acabar con la esclavitud de la economía informal y contar con un mercado laboral libre de negociar sus beneficios en función de sus méritos, y no que el Estado se los decrete. En 10 años seremos una potencia.
- 28 de diciembre, 2009
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