Y además la crisis

Correo del Caroní

“Hacé un esfuercito, a ver hacé un esfuercito y pensá algo más original”. A la presidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner no le gustó la pregunta que le hizo un periodista sobre el conflicto con los productores rurales y esa fue su respuesta. La jefa de Estado está enojada y Néstor, su esposo, también. Y con razón: las encuestas bajan, los aliados se van en un desfile interminable, la “plata dulce” se acaba y cada vez son más los que auguran el inminente “default” de la dupla gobernante. Entonces arremete contra la prensa, sin frenos y sin límite; al igual que Chávez que desde la tribuna señalaba a periodistas y camarógrafos rodeados por una turba roja y financiada, Cristina Kirchner busca ridiculizar a los periodistas que le hacen preguntas que la disgustan.

Según Gonzalo Marroquín, director de Prensa Libre de Guatemala y vicepresidente de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), el 80% de los presidentes “siempre terminan atacando a la prensa y tratando de restarle credibilidad”.

“Es triste tener que reconocerlo: gobernantes democráticos terminan siendo muchas veces enemigos de la prensa independiente”, se lamentó el periodista guatemalteco.

Rafael Correa, el desafiante mandatario ecuatoriano, en una reciente entrevista atacó, respuesta tras respuesta, a medios y periodistas y prácticamente los hizo responsable de todos los males del Ecuador.

En los últimos seis meses seis periodistas fueron asesinados por cumplir con su tarea. Cuatro de ellos en México, donde las mafias del narcotráfico, como lo hacían en Colombia los narcoguerrilleros de las FARC, no quieren que se informe sobre ellos y sus andanzas.

En Estados Unidos no cejan las presiones y embates judiciales para que los periodistas revelen sus fuentes.

Todos éstos son sólo algunos de los hechos que habrán de encarar y de los temas a debatir por alrededor de 300 directores y editores de medios de prensa escritos miembros de la SIP, reunidos este fin de semana (13 a 16 de marzo) en Asunción del Paraguay.

Y además de todo ello, la crisis económica.

Es difícil esquivarla. También en los medios se resuelven recortes presupuestales, despidos, en casos se cierran empresas, baja la producción y se resiente la calidad de los productos. Pasa en todos los rubros, pero el problema es que aquí se trata de un producto muy especial: la información. La que el pueblo recibe y la que en uso de su derecho debe exigir que no sea recortada.

Respecto a esta “mercadería” la función del intermediario, del distribuidor es la única garantía para tener una oferta amplia, variada, plural. Sin los medios, la información pasa a ser manejada exclusivamente por los gobiernos, por el monopolio oficial o, en todo caso, por una enriquecida oligarquía oficialista, complaciente y pusilánime.

La crisis en este sector entraña un peligro extra. Debilita la resistencia frente a los nuevos métodos que se aplican desde el poder para restringir y manipular la información, en que mediante el uso de los dineros públicos -publicidad oficial, créditos, excensiones- se castiga o premia a los medios según sus políticas informativas y líneas editoriales. A la vez todo se hace más propicio para “los cambios de firma” que impulsan muchos gobernantes de la región para que sus amigos, correligionarios o testaferros pasen a ser los nuevos dueños de los medios de comunicación.

Ciertamente la SIP tendrá que hacer más que un esfuercito para enfrentar este momento en que hay tantas cosas en juego y que además de la pérdida de mercados, la caída de la publicidad, el sacrificio de proyectos, la limitación de servicios y la eliminación de puestos de trabajo, hace peligrar un bien mayor, que es la libertad, el que recién hace menos de tres décadas se había comenzado a recuperar.