La victoria de la izquierda en El Salvador
La pregunta del momento es si El Salvador se convertirá en otro peón de Venezuela y Cuba en el continente, inclinando a Centroamérica aún más hacia la izquierda. Sin embargo, hay cinco razones por las cuales, a pesar de la victoria de un ex grupo guerrillero en las elecciones salvadoreñas del domingo pasado, no debemos asumir automáticamente que ese país pasará a ser un satélite venezolano.
Es cierto que la victoria del domingo del presidente electo Mauricio Funes, del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN) marca el final de dos décadas de gobiernos de derecha, que habían convertido a El Salvador en uno de los aliados más cercanos –si no el más cercano– de Estados Unidos en Latinoamérica. Y también es cierto que, aunque Funes es un izquierdista moderado, el FMLN es uno de los partidos de izquierda más radicales de Latinoamérica.
El compañero de fórmula de Funes, Salvador Sánchez Ceren, fue comandante general del FMLN –y, según sus enemigos, uno de sus comandantes más sanguinarios– durante la guerra civil de la década de 1980, y todo el bloque del FMLN en el Congreso está integrado por izquierdistas ortodoxos estrechamente vinculados con Venezuela y Cuba.
Muchos ex líderes guerrilleros que se han distanciado del FMLN, incluyendo al ex comandante Joaquín Villalobos, han expresado en los últimos meses sus temores de que Funes no podrá controlar a su partido. En una conversación que mantuvimos en San Salvador hace unos meses, Villalobos me había dicho que Funes sería micromanejado por el FMLN, porque no tiene aparato político propio, ni seguidores en el Congreso, ni ''organizaciones de masas'' que le responden.
Sin embargo, existen varias razones para creer que Funes no seguirá al pie de la letra el libreto del presidente narcisista-leninista de Venezuela, Hugo Chávez y de sus pupilos en Bolivia y Ecuador, quienes poco después de ganar las elecciones parecieron concentrar todas sus energías en cambiar las constituciones de sus respectivos países para poder permanecer en el poder indefinidamente.
• Primero: El Salvador, cuya moneda es el dólar estadounidense, depende mucho más de Estados Unidos que otros países latinoamericanos en materia de comercio, las inversiones y remesas familiares.
• Segundo: Funes tendrá que gobernar con un Congreso opositor, que tratará de bloquear cualquier intento –ya venga de Funes o de su partido– de convocar una Asamblea Constituyente para convertir el país en una dictadura electa.
• Tercero: Funes asumirá el cargo en un momento de crisis económica, y necesitará evitar una confrontación con la comunidad empresarial que podría resultar en una fuga masiva de capitales.
• Cuarto: Funes no podrá contar con Chávez para que Venezuela subvencione a El Salvador tal como lo hace con Cuba o Bolivia. Chávez podía exportar su petro-socialismo en la región cuando el precio del petróleo estaba en $156 el barril, pero le resultará imposible hacerlo con los precios actuales de $45 el barril.
• Quinto: después de su victoria electoral del domingo, Funes subió al podio con Sánchez Ceren, pero sin la plana mayor de los ortodoxos del FMLN. Y, en las entrevistas después de la elección, Funes dejó entrever que su modelo será Brasil, y no Venezuela.
El miércoles llamé a Villalobos, el ex líder guerrillero salvadoreño, para preguntarle si aún cree que el FMLN acabará por controlar a Funes.
''En las primeras 48 horas, da la impresión de que Funes va a dar la batalla, y no se va a dejar dominar'', me dijo Villalobos. «No hay nada definido, pero pusieron un candidato accidental, y parece que están perdiendo el control''.
Diego Arria, un ex embajador venezolano ante las Naciones Unidas, y duro crítico de Chávez que estuvo como observador internacional en las elecciones de El Salvador, coincide.
''Yo creía antes de las elecciones que Funes sería una especie de rehén del FMLN, pero ahora creo que el FMLN va a ser un rehén de Funes'', me dijo Arria. «El 15 de marzo a la noche, Funes pasó a tener un peso propio''.
Mi opinión: Estoy de acuerdo. La victoria de Funes en una elección que fue sorprendentemente tranquila para un país que todavía se está recuperando de una guerra civil le dará al presidente electo una oportunidad de oro para gobernar desde el centro, y convertir el país en una democracia madura donde hay alternancia de gobiernos sin violencia ni traumas económicos.
Si sigue en la misma línea que mostró tras su elección, Funes se merece el beneficio de la duda, y la mayor ayuda posible para que pueda prevalecer sobre los dinosaurios políticos de su propio partido.
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