Obama recibe a Lula en la Casa Blanca
Washinton – Hace veinte años, habría sido impensable: el sábado, día 14 de marzo, en la Casa Blanca se estrecharon las manos un presidente norteamericano negro y un presidente brasileño de origen obrero. Ocurrió justo cuando los peores indicadores económicos norteamericanos de las últimas décadas salieron a la luz y paradójicamente la economía brasileña vivía un momento de relativa fuerza y estabilidad. El encuentro del sábado pasado tuvo lugar muy al inicio del primer mandato de Obama mientras que Lula se va aproximando al final del segundo – y ultimo – mandato suyo (se celebraran elecciones legislativas en Brasil en 2010 y por primera vez desde los comicios de 1989 Lula no se presenta).
Sentados en el Despacho Oval, entre bromas, risas y grandes dosis de "buena química", el presidente entrante y el saliente reiteraron sus deseos de consolidar las relaciones entre los dos países y avanzar en la formulación de soluciones a la crisis global que golpea a ambos. Sin embargo, no era secreto que Lula traía a la Casa Blanca una agenda que incluía varios puntos espinosos de discordia entre los dos países y el objetivo de conseguir algún compromiso por parte de Obama de abrir un camino a soluciones palpables.
Habían soplado vientos de esperanza en Brasil cuando llegó Obama a la Casa Blanca. Podía inaugurarse no solo una nueva presidencia norteamericana sino una nueva etapa en sus relaciones bilaterales con Brasil y la resolución de los conflictos que llevan años dificultando dichas relaciones, como el arancel de 54 centavos por gallón de etanol brasileño importado, el parálisis de las negociaciones de la Ronda de Doha y las ruinosas relaciones del gran poder del norte con Cuba y Venezuela. Ambos presidentes esperaban que la reunión también sirviera para sentar bases comunes en preparación de la participación de Obama en las reuniones del G-20 en Londres el 2 abril y la Cumbre de las Américas que se celebrara del 17 al 19 del mismo mes.
Parte importante del trasfondo del encuentro es la buena situación actual de Brasil y la relación comercial entre los dos países que se ha ido intensificando a lo largo de los últimos años. Tienen un flujo en la balanza comercial de $US 54 mil millones: las exportaciones estadounidenses a Brasil ascienden a un valor de $ 26 mil millones y el flujo inverso es de $28 mil millones. Mientras tanto, la economía brasileña, aunque también golpeada por la crisis, vive un momento esperanzador: sus bancos son solventes, el crédito fluye del BNDES – el banco nacional brasileño de desarrollo – hacia las empresas, la confianza de los consumidores esta firme y las repercusiones de la crisis global son menos malignos en Brasil que en los países desarrollados y en las demás economías emergentes.
Es más, el descubrimiento en noviembre de 2007 de yacimientos de petróleo offshore ubicados entre Rio de Janeiro y Sao Paulo (en los campos Tupí y Carioca) prometen una producción que podría llegar a unos 3 millones de barriles diarios. Brasil también es uno de los mayores productores del mundo de soja y del etanol derivado del azúcar lo cual significa que se está transformando en una potencia energética mundial, concediéndole una importancia geoestratégica considerable. Todo ello contribuye a la emergencia de Brasil como agente diplomático eficaz y agresivo que aglutina y representa intereses de las economías emergentes en los foros multilaterales. En suma, la importancia simbólica de la reunión Obama-Lula es nada despreciable.
No obstante, los resultados del encuentro se quedaron precisamente en lo simbólico. Lula partió habiendo logrado un cierto capital político, siendo el primer líder latinoamericano a reunirse con Obama. Consiguió obtener promesas de futuros encuentros y buenas intenciones para solucionar los puntos de discordia – pero nada concreto con respecto al arancel sobre el etanol importado (lo cual, en el contexto económico actual, se presentaba como prácticamente imposible), ni sobre la retoma de la Ronda Doha. No obstante, medios diplomáticos afirman que el encuentro dio un gran paso adelante en la apertura de una nueva fase de colaboración entre los dos países y que Obama, deseando emular el camino seguido por Brasil en la producción de energía limpia, se comprometió a visitar el país cuanto antes para sentar las bases para iniciativas conjuntas de investigación y producción. Se estima que con esta reunión, se ha logrado "pasar la página" en la historia de las relaciones bilaterales entre los dos países.
Algunos analistas políticos brasileños en Washington tienen otra lectura de la situación. Opinan que ha sido una oportunidad perdida en el sentido de que en la reunión con Obama Lula tenía varias opciones y agendas alternativas para seguir. Por un lado, podía promover interesas nacionales brasileños ofreciendo, por ejemplo, acceso de largo plazo al petróleo brasileño a cambio de rebajas en el arancel del etanol, y mejores condiciones para la exportación a EE UU del acero, el zumo de naranja y el algodón de Brasil. En esta misma línea, cabía la posibilidad de presentar la retoma de la Ronda de Doha como oportunidad de armonizar intereses para salir de la crisis y como estrategia central para la solución de la crisis global y no como asunto paralelo.
Algunos perciben que Lula optó por una agenda alternativa y regional. Prefirió asumir el papel de representante de los países que mas conflicto tienen con Estados Unido, concretamente de Cuba y Venezuela, y abogar por un cambio de política cara a sus gobiernos. Las voces críticas insisten en que esta estrategia trae menos frutos para Brasil y sacrifica una oportunidad única para la formulación e implementación de políticas conjuntas para la salida de la crisis global y para dar un nuevo ímpetu a la economía brasileña.
En el peor de los casos, los frutos del encuentro Obama-Lula son simbólicos de una relación renovada y una mayor disposición por ambas partes, aunque el contexto desastroso global limita las posibilidades reales de lograr a corto plazo grandes ventajas para Brasil. El inicio de un nuevo dialogo entre los dos países y nuevas vías de colaboración en el terreno de la energía no es nada despreciable, aunque algunos esperaban más.
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