El liberalismo no ha fracasado
El derrumbe económico de Estados Unidos no se explica, como muchos pretenden, por un fracaso de las economías de mercado o del liberalismo económico. El progreso económico de un país se aprecia por dos elementos: por el valor relativo de su moneda respecto a la de otros países y por el poder adquisitivo de esa moneda en comparación con años anteriores.
El dólar estadounidense (US$) ha perdido valor relativo frente a todas las monedas de los países industrializados donde han imperado economías de mercado. A partir de 2001, el euro subió desde un valor de 1.12 a 0.68 por US$; el yen de 131 a 103 por US$, y lo mismo puede decirse de las monedas de India, Indonesia, Malasia, Singapur, Israel, Sur Corea, Nueva Zelandia, Australia, Suiza, Arabia Saudita y de otros países exportadores de petróleo de la península arábiga. En América Latina, sólo Brasil, Chile, Colombia y Perú vieron aumentar el valor de sus monedas respecto al US$ desde 2001. En todos estos países rigen doctrinas económicas liberales.
No ocurrió así en naciones donde no existen las mismas libertades políticas y económicas, ni siquiera los exportadores de petróleo como Venezuela, Nigeria o Rusia. En Venezuela, por ejemplo, el Bolívar vale hoy un tercio de lo costaba en 2001, a pesar de que se estabilizó entre 2005 y 2008 gracias a los exagerados precios alcanzados por las exportaciones del crudo. En el mundo de gobiernos autoritarios y/o neocomunistas el valor de las monedas se desploma constantemente. La única excepción —que confirma la regla— es el Yuan, por el gran alza de las exportaciones chinas durante los últimos 10 años.
En cuanto al poder adquisitivo, US$ 7,268.84 en 2008 compraban lo que en 1960 valía US$ 1,000 o lo que en 1980 valía $2,781.23, según cálculos basados en el US Bureau of Labor Statistics. Lo comprado con 1,000 Yenes en 1960, ahora cuesta 5,395.04. Esta diferencia justifica que el Yen aumentara de valor frente al dólar durante ese período. Es importante comparar esto con un salario de US$ 80 semanales en Estados Unidos de 1960, que corresponde a otro de US$ 600 semanales en 2008. Vemos que el poder adquisitivo y el aumento de los salarios mantuvieron niveles comparables en Norteamérica durante el último medio siglo. Pero en Japón, Europa, Australia o, incluso, Brasil, Chile y Colombia, un asalariado hoy tiene mucho más poder adquisitivo relativo a sus ingresos que en 1960. En el extremo negativo están Cuba, Argentina, Venezuela, Nicaragua y todos los países autoritarios asiáticos y africanos (excepto China).
Por eso, actualmente, en medio del derrumbe económico, las economías de mercado están en mejor situación que las economías centralizadas de países autoritarios y mal llamados “socialistas”. Aparte de que las economías liberales de mercado sufren fluctuaciones que provocan recaídas cíclicas cuando la oferta supera la demanda y los precios sobrepasan los índices normales, sufren más aquellos que se desvían de una saludable y prudente política económica y caen, además, en una negligencia administrativa que permite la corrupción de los instrumentos de mercado.
La corrupción administrativa y financiera es la que ha dado lugar en Estados Unidos, Europa y otras partes a que la fluctuación cíclica se haya convertido en una profunda y trascendental crisis económica. Los mayores responsables son las entidades bancarias y financieras, que gozaron de un verdadero libertinaje en sus prácticas durante demasiados años. Somos también responsables los consumidores que tratamos de aprovecharnos de ese libertinaje para beneficiarnos del dinero fácil de la especulación sin bases de capital.
Esta crisis no se debe a la desregulación de esas entidades sino a la incapacidad de las autoridades de cumplir con su función protectora del consumidor y del ciudadano común; se permitió una espiral crediticia exponencialmente abrumadora a la capacidad de los beneficiarios para cumplir con sus obligaciones. Pero, sobre todo, se debe a que en aras de fomentar un volumen de operaciones que justificara los absurdos salarios y bonificaciones de quienes organizaban esas piñatas de créditos riesgosos y turbios instrumentos derivativos, se desecharon las normas bancarias de responsabilidad que protegen los intereses de los ahorristas e inversionistas.
Esta crisis mundial, no justifica restringir la libertad de empresa ni promover una mayor intervención estatal en el ámbito económico. Es una crisis de la avaricia, la especulación desenfrenada, el endeudamiento irresponsable y la pretensión absurda de obtener ganancias sin producir nada ni hacer esfuerzo alguno. Quienes condujeron sus empresas a la bancarrota, estafaron o crearon esquemas insostenibles, quienes lucraron irresponsablemente con capitales ajenos, deben pagar duramente sus excesos y sus errores para que el consumidor recupere la confianza que otorga la libertad en un ambiente de orden y de respeto por el derecho ajeno.
©FIRMAS PRESS
El autor es analista político
- 23 de enero, 2009
- 24 de diciembre, 2024
- 3 de julio, 2015
Artículo de blog relacionados
- 19 de noviembre, 2024
- 7 de agosto, 2007
Instituto Juan de Mariana Si por algo está teniendo tanto éxito La filosofía...
9 de febrero, 2022La Nación Es notable, por no decir dramático, el contraste entre el protagonismo...
15 de agosto, 2012