Estados Unidos y la violencia fronteriza
Cuando la Secretaria de Estado Hillary Clinton vaya a México esta semana para tratar el tema de la violencia de los carteles de la droga que ha causado 6,200 muertes el año pasado y que se esta extendiendo a través de la frontera con Estados Unidos, debería escuchar un mensaje muy claro: Detengan el tráfico de armas estadounidenses que está aumentando el derramamiento de sangre.
Clinton tiene previsto viajar a México el 25 de marzo, en medio de una ola de críticas a México de comentaristas desaforados en la televisión por cable estadounidense –sí, estoy hablando de Lou Dobbs, de CNN, y de Bill O'Reilly y Glenn Beck, de Fox News–, quienes presentan la violencia fronteriza como si fuera un problema exclusivamente mexicano, y no tuviera nada que ver con el voraz consumo de drogas y la facilidad de comprar armas en Estados Unidos.
Los carteles de drogas en México generan entre $17 y $38.3 mil millones anuales como producto de sus ventas de cocaína, heroína y marihuana en Estados Unidos, según el Centro Nacional de Inteligencia sobre Drogas del Gobierno estadounidense. Y los carteles consiguen más del 90 por ciento de sus armas en Estados Unidos, según funcionarios estadounidenses y mexicanos.
Lo que es peor, los carteles de drogas mexicanos están comprando armas cada vez más poderosas, de tipo militar, como rifles semiautomáticos Colt AR-15 y AK-47.
''Las armas de fuego obtenidas en Estados Unidos contribuyen a exacerbar la narcoviolencia en México'', dijo Kristen Rand, del Centro de Políticas sobre la Violencia, un grupo que defiende el control de armas, durante un panel realizado en el Congreso la semana pasada. «También es evidente que las armas de fuego de tipo militar, tanto importadas como domésticas, son las preferidas de los carteles''.
En otras palabras, Estados Unidos está permitiendo el abastecimiento de armas de guerra a los carteles mexicanos.
Entonces, ¿qué habría que hacer?, pregunté a Rand después de la sesión parlamentaria. Estas son algunas de sus sugerencias:
• Frenar las importaciones estadounidenses de armas como los rifles AK-47 de los países de Europa del Este, muchas de las cuales terminan en manos de los carteles mexicanos. Según los críticos, el Gobierno de George W. Bush no aplicó plenamente una prohibición de importación de armas de combate aprobada en 1989, permitiendo así que un número importante de esas armas termine en las tiendas de armas estadounidenses.
''Desafortunadamente, la Oficina de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos (ATF) ha permitido que esa prohibición no rija, e incluso ha contribuido a crear lagunas legales para burlarla, como permitir que los importadores entren al país armas en partes, y las ensamblen aquí'', dijo Rand.
• Aprobar leyes que pro-
hiban la producción doméstica de armas de combate tales como los rifles tipo AR 15. Una ley de 1994 está siendo burlada mediante sutilezas legales, como la producción de armas parecidas, con cambios cosméticos.
• Prohibir las ventas de armas de combate en las ferias de ventas da armas. Aunque los dueños de tiendas de armas deben tener licencias federales que les exigen hacer chequeos sobre los antecedentes de sus potenciales clientes, cualquier persona que venda un armas en estas ferias en la mayoría de los estados lo puede hacer sin una licencia federal, y por lo tanto sin averiguar el pasado de sus clientes.
¿Por qué nadie acaba con semejante locura?, le pregunté a Rand.
''Porque cabilderos de la industria de las armas no lo permiten'', me dijo. «La ATF, los miembros del Congreso, todo el gobierno federal son rehenes de su grupo de presión, cuyos seguidores son tan vociferantes y persistentes que cualquier pequeña mejora de la ley es calificada como un ataque al derecho constitucional de tener armas''.
Cuando le pregunté sobre las críticas de Rand, una vocero del Departamento de Justicia me señalo por e-mail: «ATF hace cumplir las leyes federales sobre armas de fuego, incluyendo la prohibición de importaciones''.
Mi opinión: El gobierno de Obama, que parece más consciente que su predecesor de la necesidad de acabar con las ventas de armas de combate, debería aplicar más rigurosamente las prohibiciones a la importación, y apoyar nuevas leyes que frenen la producción de armas de combate.
Pero, más que nada, Obama debería cambiar el énfasis de la ''guerra contra las drogas'' de Estados Unidos. En vez de concentrarse en la interdicción de drogas, como ha sido el caso en las últimas décadas, Estados Unidos debería dedicar más recursos a la prevención de la drogadicción y al tratamiento de drogadictos en su propio territorio.
Clinton debería regresar de México más convencida que nunca de que, si no se disminuye el consumo de drogas y el contrabando de armas de Estados Unidos, el narcotráfico seguirá creciendo, como así también la violencia en la frontera.
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