Para Hungría, el sistema de pensiones es una bomba de tiempo
BUDAPEST—Para entender por qué la crisis económica de Hungría está poniendo en peligro a Europa del Este y el resto del continente, considere el caso de Tamás Szabó.
Hace un año Szabó, de 40 años, se dirigía al trabajo en su motocicleta cuando un auto dobló de improviso y chocó contra él. Ahora, Szabó dice que tiene problemas para mover su tobillo izquierdo. No puede cargar cajas, asevera, lo que limita su carrera como chofer de camión. No ha buscado aprender otro oficio y no está seguro si puede encontrar un nuevo empleo.
Hace unos días, Szabó caminó con dificultad hacia el mostrador de la oficina que procesa las solicitudes de pensiones estatales para presentar sus documentos. Las probabilidades de que reciba cheques mensuales del gobierno con sumas parecidas a las que ganaría si estuviera trabajando, durante el resto de su vida, son altas.
Hungría, un país de 10 millones de habitantes, tiene tres millones de pensionados. Además de enviar cheques a los jubilados, el gobierno otorga beneficios especiales a las víctimas de accidentes, veteranos de la policía y el ejército, incapacitados, alcaldes, viudas, agricultores, mineros y artistas "excelentes y reconocidos". El húngaro promedio se jubila a los 58 años y sólo un 14% de la población de entre 60 y 64 años trabaja.
Las obligaciones del sistema de pensiones están en el centro del desorden económico que ha estremecido la política húngara. El martes, el ex presidente del Banco Central de Hungría, György Surányi, surgió como el candidato preferido para suceder al primer ministro Ferenc Gyurcsány, quien anunció el sábado que dejará el puesto en medio de una virulenta batalla sobre recortes de presupuesto.
Durante años, Budapest ha acumulado déficit fiscales para financiar los programas sociales y la cuenta anual del plan de pensiones ahora supera el 10% del Producto Interno Bruto. El gobierno colocó bonos para financiar esos gastos. En octubre, sin embargo, los inversionistas dejaron de comprarlos. El Fondo Monetario Internacional proveyó un rescate de emergencia para que Hungría pudiera pagar sus cuentas, pero muchos inversionistas internacionales huyeron del país, derribando el florín y ensombreciendo el panorama económico.
Hungría representa el mayor desafío asociado a la crisis financiera global para la Unión Europea, la cual debate intensamente cómo puede intentar un rescate o si debe hacerlo. La economía del país es 10 veces mayor que la de Islandia, el país que ha sido víctima del mayor colapso en Europa.
Problemas similares con el déficit y declives en su divisa han golpeado a la vecina Rumania, que espera firmar el miércoles un acuerdo con el FMI para recibir un paquete de ayuda de 19.000 billones de euros (US$25.600 millones).
La República Checa, Polonia y otros países en el Este europeo —que se encuentran en una situación un poco mejor gracias a sus finanzas más saludables— temen que si la economía húngara se desploma, los inversionistas abandonarán toda la región. Eso afectaría a las economías de Europa Occidental que han invertido en sus vecinos emergentes. Hungría importa grandes cantidades de productos de Alemania y toma prestado de bancos austriacos e italianos.
Las pensiones son una carga onerosa para las arcas del país. Los empleadores y una fuerza laboral de cuatro millones de personas aportan al programa de pensiones, pero sus contribuciones no cubren todos los beneficios que el gobierno otorga. El Estado cubre la diferencia.
Los críticos dicen que Hungría tiene que reformar su sistema de pensiones. Muchos señalan que les da a los húngaros un incentivo para jubilarse temprano o abandonar la fuerza laboral por problemas relativamente menores. El FMI, que tiene el apoyo de los reformistas, quiere recortes, particularmente en una bonificación que se paga a todos los jubilados conocida como "el mes 13º".
Reducir los gastos será difícil, especialmente en un momento en el que la crisis económica y el alza del desempleo amenazan con dejar a los más destituidos con pocas opciones para sobrevivir. Los jubilados mayores acusan a los políticos de desmantelar las promesas de la generación anterior y abandonarlos.
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