El Nobel, América Latina y La Primavera Negra
El presidente de Costa Rica, Oscar Arias, es unos de esos titulados amigos de la causa democrática cubana mas difícil de entender.
Es incomprensible que su gobierno haya decidido restablecer relaciones diplomáticas con el régimen de La Habana en el sexto aniversario de la Primavera Negra de Cuba, cuando periodistas y activistas pro democracia fueron arrestados y sancionados a largas penas de cárcel.
También la oscuridad se cierne sobre la decisión de Louis Michel, Comisario Europeo para el Desarrollo y la Ayuda Humanitaria, de visitar Cuba y entrevistarse con Raúl Castro cuando la oposición democrática cubana, particularmente las Damas de Blanco, conmemoran la oleada represiva del 2003.
Arias, premio Nobel de la Paz 1987, ha instado en varias oportunidades a los países latinoamericanos a pronunciarse por un cambio a favor de la democracia en Cuba y ha expresado que en la isla hay una dictadura, con la característica de que es consecuencia de la acción de un partido único.
Cuando Fidel Castro renunció por problemas de salud, manifestó que no creía que su retiro condujera a cambios políticos y pronosticó que con Raúl Castro no habría mayores transformaciones y que en Cuba solo se estaban produciendo reformas cosméticas.
En otra ocasión comparó al dictador con Augusto Pinochet, expresando: “Fidel Castro comenzó con el paredón matando a la gente que se le oponía. No hay ninguna diferencia. El signo ideológico es diferente pero ambos fueron salvajes, brutales y sangrientos”. A estas declaraciones respondió el gobierno de los hermanos Castro planteando que Arias es un personaje mediocre y vanidoso, que no pasa de ser un vulgar mercenario de Estados Unidos.
En 1961, bajo el gobierno de Mario Echandi, 1958-1962, el país centroamericano por medio de un decreto rompió los vínculos diplomáticos con la dictadura isleña, cumpliendo así la Declaración de San José, consecuencia de la VII Reunión de Cancilleres de la Organización de Estados Americanos (OEA), celebrada en la capital tica en agosto de 1960.
Posteriormente en 1977, San José reanudó las relaciones consulares con la isla; pero las interrumpió de nuevo en 1981, para restablecerlas en 1999.
Las relaciones entre ambos gobiernos siempre han sido tirantes, porque todos los mandatarios costarricenses, con las razonables variantes que impone cada personalidad, han cuestionado La Habana por las violaciones sistemáticas a los derechos humanos que ocurren en la isla.
Entre los gobernantes ticos el presidente Arias no ha sido una excepción, porque aunque siempre ha sido partidario de que Estados Unidos levante el embargo, nunca ha negado, como se expuso con anterioridad, de que en la isla hay una dictadura.
Por otra parte la conducta de Arias no puede compararse con la de sus colegas venezolanos y nicaraguense, Hugo Chávez y Daniel Ortega, respectivamente, que justifican y defienden al régimen de La Habana. Tampoco ha practicado el silencio cómplice y en ocasiones militantes, de sus pares de Ecuador, Bolivia y de Brasil, que evidentemente ha sido el país que ha orquestado esta ofensiva que tienden a responsabilizar al gobierno de Washington de las depredaciones que los hermanos Castro cometen contra el pueblo cubano.
Arias no es un compañero de viaje por ideología o ignorancia. Su decisión de restablecer relaciones con La Habana después de haber expresado en febrero del 2008 categóricamente que Costa Rica no modificaría su política exterior respecto a Cuba, abre espacio a especulaciones de tipo político.
Es de suponer que lo que motiva que Oscar Arias haya restablecido una relación interrumpida hace 48 años, sin que hayan cambiado las condiciones que lo motivaron, como han declarado varios políticos de ese país que se oponen a la decisión del gobernante, es la incorporación de la dictadura insular al escenario interamericano.
Brasil ha sido el agente catalizador para que América Latina establezca una especie de Política Común hacia Cuba. Procuró su ingreso en el Grupo de Rio, abordó el tema con el presidente Barack Obama durante su visita a la Casa Blanca y evidentemente está a favor que el “Caso Cuba”, sea tratado favorablemente en la Cumbre de Las Américas que se efectuará en Trinidad Tobago, el próximo mes de abril.
Recientemente el primer ministro de Trinidad y Tobago, Patrick Manning, declaró que confía que Cuba partícipe en una futura Cumbre de las Américas, agregando que no quería arrinconar a nadie en el asunto cubano, especialmente al presidente de Estados Unidos, Barack Obama; obviando que el problema real lo representa el gobierno de Cuba, que es el que conculca los derechos de sus ciudadanos.
La Cumbre de Las Americas puede ser el escenario en el que se inaugure la Política Común de Las Américas hacia Cuba. Para ese montaje solo faltaban que Costa Rica y El Salvador restablecieran relaciones con la isla. Arias cumplió con su parte y el presidente electo de El Salvador, Mauricio Funes, anunció que hará lo mismo cuando asuma el poder.
La incertidumbre continua. Estamos en la ruta de una concertación de la infamia en la que se premia una dictadura de 50 años y se reafirma el abandono de la oposición democrática cubana, o ante un nuevo Tratado de Paris, en el que en esta ocasión, América Latina procura un cambio en Cuba, sin que el Pueblo de la isla tenga arte o parte.
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