¿Bien de todos o mal de algunos?
El País, Montevideo
En las últimas estrofas del Martín Fierro, José Hernández pide disculpas si ofendió a alguien, ya que su intención no fue escribir "para el mal de ninguno, sino para el bien de todos".
Esta es la traducción criolla de una idea que ha recorrido la historia del pensamiento político desde Aristóteles hasta nuestros días: que los gobernantes deben buscar el "bien común" de los gobernados.
Naturalmente, es más fácil enunciar esta exigente máxima que aplicarla, porque aun a los gobernantes rectos ("puros", diría Aristóteles) les cuesta determinar en cada caso concreto cuál es el bien común de las complejas sociedades que les ha tocado liderar. Que la tarea de encontrar el bien común sea tan difícil no basta, empero, para renunciar a la alta meta moral que sobrevuela la gestión de todo gobierno democrático.
Sean cuales fueren las dificultades que hoy enfrentan los gobiernos dentro y fuera de nuestra región en medio de la crisis económica mundial, está claro que la búsqueda empeñosa del bien común refleja en el fondo la noción de que cada uno de nuestros países es, por encima de sus diferencias internas, una "comunidad", una familia ampliada, y que todos aquellos que buscan lo que tienen "en común" apuntan a preservar su unidad. A sumar, no a dividir.
Podría decirse que la mayoría de los sistemas políticos latinoamericanos de hoy y aún en el tiempo borrascoso de las campañas electorales en las cuales compiten los partidos del gobierno y de la oposición, aspiran a preservar la unidad de nuestras naciones más allá de las bienvenidas discusiones del pluralismo democrático.
Pero hay algunos gobiernos en nuestra región, por fortuna los menos, que en vez de sumar procuran dividir porque, alterando la consagrada fórmula de Aristóteles, no buscan el bien de muchos sino el mal de algunos. ¿De quiénes? De sus enemigos.
Aquellos que compiten en la democracia no son enemigos sino rivales porque reconocen, por encima de sus diferencias, la unidad del bien común. Pero a aquellos gobiernos que procuran dividir en vez de sumar podríamos llamarlos "plebiscitarios" porque su negocio es poner a la comunidad frente al dilema de aprobarlos o rechazarlos. Las únicas opciones de estas supuestas "democracias plebiscitarias" son el "sí" o el "no". Los gobiernos plebiscitarios dividen a sus naciones solamente entre ellos y sus enemigos.
A veces, el método plebiscitario que divide a la nación en dos trincheras es franco y directo. Tal es el caso en la Venezuela de Chávez. Por dos veces, una en diciembre de 2007 y la otra en febrero de este año, Chávez puso al pueblo venezolano en una opción de hierro: darle o negarle la facultad de presentarse a la reelección cuantas veces quisiera. Sí o no. No hubo más opciones.
En 2007, el pueblo le dijo que no. ¿Sería este el fin de Chávez?
No, porque catorce meses después de esta derrota, el presidente venezolano le reiteró la misma pregunta al pueblo y esta vez ganó. Para decirlo en términos futbolísticos, la idea chavista de la democracia es que sólo valen los goles en el arco contrario.
Pero en Venezuela el método tradicional de la democracia, con sus periódicas elecciones de legisladores y de presidente, corre al lado del método plebiscitario, de modo tal que el último recurso que les queda a los opositores es discutirle a Chávez su pretensión reeleccionista en 2013, cuando venza su actual período presidencial.
Otro gobernante "plebiscitario" que tenemos en América Latina es el llamado "ex presidente en ejercicio" Néstor Kirchner.
Su mujer, por lo visto, no cuenta, quien si bien no se anima a presentarse a un plebiscito formal en las próximas elecciones porque según las encuestas sólo lo apoyaría en tal caso un tercio de los argentinos, ha salido en campaña.
Contra sus enemigos, pidiéndole a los votantes que voten por él o contra él; con sus opositores, por otra parte, nunca habla. Salvadas las formas, lo mismo que Chávez.
La presión de Kirchner sobre el electorado no es entonces diferente de la de Chávez y por eso, uno de los íntimos del ex presidente en ejercicio acaba de anunciar que, si Kirchner pierde, tanto él como su esposa abandonarán el gobierno.
Cada cual a su manera, pues, tanto Chávez como Kirchner buscan dividir a la nación entre dos únicas opciones. O ganan o se van.
No es la política.
Es la guerra.
Si Clausewitz escribió que "la guerra es la continuación de la política por otros medios", para Chávez y Kirchner, aunque no lo hayan escrito, la política es la continuación de la guerra por otros medios.
- 23 de enero, 2009
- 23 de diciembre, 2024
- 24 de diciembre, 2024
Artículo de blog relacionados
El autor presentará su último libro "El atroz encanto de ser argentinos 2"...
5 de mayo, 2007Por Armando Ribas Diario Las Americas Las próximas elecciones en Estados Unidos, en...
31 de octubre, 2008Por Kathryn Westcott BBC Mundo A las doce en punto del mediodía de...
1 de marzo, 2007- 18 de enero, 2013