Argentina: Superando el límite del ridículo
En alguno de sus reiterativos discursos diarios, la presidente Cristina Fernández de Kirchner afirmó, refiriéndose al campo, que el límite de la protesta es “el respeto al derecho a transitar libremente por las rutas de la patria”. Confieso que coincido con ella, ya que desde mi punto de vista no están bien los cortes de rutas.
El problema es que esa afirmación no es creíble en boca de Cristina. ¿Por qué? Porque cuando los piqueteros vivían cortando las calles, puentes y rutas en los primeros años de Néstor, hasta que éste los cooptó con los impuestos que pagamos, el ex presidente en ejercicio del Ejecutivo afirmaba que era bueno que la gente estuviera en las calles porque eso demostraba que la sociedad estaba viva. Es decir, antes a los K les parecía bien que los piqueteros, encapuchados y con garrotes en las manos cortaran las calles mientras la policía se encargaba de ver que los automovilistas no molestaran a los que impedían el tránsito. ¿Se acordará Néstor del señor que recibió en la Casa Rosada porque una horda de piqueteros lo molió a palos por querer ejercer el derecho a circular libremente que ahora invoca Cristina?
Al caso anterior habría que agregarle los famosos piquetes que suele hacer el hijo de Moyano en las empresas para presionar a sus empleados a que se obligatoriamente se afilien al sindicato de camioneros. ¿Por qué los Kirchner nunca le pusieron límites a Moyano en su acción de usar la fuerza para violar los derechos de terceros usando los piquetes?
Es claro que los Kirchner no son creíbles, ni siquiera cuando hablan de la libertad de circulación. Miden con diferentes varas el derecho a hacer piquetes. Si son piquetes que a ellos no les molestan o les sirven para acumular poder, bienvenidos sean; si son piquetes en contra de sus actos de gobierno, constituyen un acto desestabilización del poder, cuando nadie ha hecho más por desestabilizar su propio gobierno que los Kirchner. ¿Qué más destituyente puede haber que Néstor maneje el país desde las sombras? ¿No es eso un golpe de Estado encubierto?
Pero dejando de lado la capacidad autodestituyente que tiene el matrimonio con las cosas que hace, hay un límite del cual Cristina no habló y que, a mi juicio, es mucho más grave que el corte de rutas de los ruralistas, con el cual, insisto no estoy de acuerdo. Me refiero al límite que ella tiene como presidente y que no debería violar.
Sabemos que las democracias republicanas tienen la característica de transferirle el monopolio de la fuerza a quienes son elegidos para administrar el país. Ese monopolio de la fuerza se les delega para que defienda el derecho a la vida, la propiedad y la libertad de las personas. Ahora bien, cuando ese monopolio de la fuerza es usado por quienes fueron transitoriamente elegidos para administrar la cosa pública para violar los derechos de los ciudadanos, cometen el mismo tipo de actos que cometería un delincuente, quien usando la fuerza bruta se apropia de los bienes e incluso de la vida de las personas. Y aquí no cabe la excusa de las leyes. Un Congreso puede votar cualquier ley, pero esa ley puede ser violatoria de los derechos individuales.
Por ejemplo, Cristina y su marido pasaron el límite de la legalidad cuando prohibieron ejercen un derecho constitucional que es el de ejercer toda industria lícita. Las prohibiciones de exportación y cupos violan el derecho de la gente a ejercer una industria lícita como es el de exportar carne, trigo o lácteos.
También violan los límites cuando, bajo diferentes mecanismos, expolian a la población con impuestos que, bajo el falso argumento de la solidaridad social, son utilizados en beneficio de los gobernantes para, por ejemplo, someter a los gobernadores e intendentes a sus antojos hasta el grado de humillarlos.
Y violan los límites de la legalidad cuando el secretario Moreno, utilizando su cargo, aprieta a empresarios para que hagan lo que Néstor le manda para disimular el descalabro económico.
Pero, y disculpe el lector que me vaya de tema, Cristina también superó el límite de respeto a la inteligencia de la gente. Digamos que ya no tienen límites a las barbaridades que pueden decir desde el atril sin ni siquiera sonrojarse.
Recién el viernes pasado parece que Cristina descubrió que hay inseguridad en la Argentina. Descubrió que la plata que nos quita con impuestos no fue a cumplir una de las funciones básicas del Estado que es, mediante el monopolio de la fuerza que le delegamos, defender a los habitantes de los delincuentes.
Dijo Cristina: “es importante contribuir cada uno desde su lugar, desde su responsabilidad, a no crear sensaciones, sino soluciones”. Primera cuestión, los medios no tienen que dar soluciones, sino los funcionarios del Estado. Para eso se los eligió y para eso se les paga un sueldo. Segunda reflexión, si la inseguridad es una sensación, como dice el gobierno, ¿para qué lanzan el operativo con más policías, gendarmería, patrulleros y no sé cuantos cosas más que anunció?
Además agregó: “Sin trabajo, con gente mal paga, con trabajo informal, no hay plan de seguridad, ni GPS ni patrullero que alcance. Que la gente tenga trabajo y sea calificado es central para el tema de seguridad. (…) La brecha social, donde se encuentra la extrema riqueza conviviendo con la extrema pobreza, es la que incrementa la inseguridad”.
¿Qué nos dice con todo esto? En primer lugar, que para ella los pobres son chorros y asesinos. Asimila, casi en forma discriminatoria, pobreza con delincuencia. En segundo lugar, si según el INDEC la desocupación baja, la pobreza disminuye, la inflación casi no existe, la actividad económica sigue creciendo a pesar de la crisis, tenemos la mayor participación del salario en el PIB en décadas y, gracias al modelo de ellos, Argentina nunca creció tanto desde que se descubrió América, debería haber menos pobres e indigentes y, por lo tanto, hoy no tendría que estar anunciando a las apuradas un plan de seguridad para combatir una inseguridad que, según ellos, es una sensación promovida por los medios de comunicación. En otras palabras, si tan bien anduvo la economía, que hasta Barack Obama lo copia a Néstor, hoy la inseguridad debería ser una cuestión menor. Pero Cristina puede llegar contradecirse en un mismo momento con toda soltura.
Francamente, el viernes, Cristina superó su propio récord del ridículo. Con estas contradicciones en un solo acto, batió el que había establecido con el anuncio del canje de bicicletas y calefones como mecanismo de reactivar la economía.
En síntesis, los productores no deberían estar cortando rutas. Es cierto. Pero los Kirchner superaron todos los límites del respeto a las instituciones, del uso del poder y del ridículo. © www.economiaparatodos.com.ar
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