Dictadores como vecinos
El autoritarismo esta marchando en nuestro hemisferio. Hace solo un mes, el presidente Hugo Chávez exitosamente remendó la Constitución Venezolana para poder continuar en la Presidencia hasta que guste.
Seria fácil descartar los acontecimientos en Venezuela, Cuba, Bolivia y otros países en Latinoamérica como de poca importancia para nosotros. Pero en tiempos cuando parece que solo nos estamos concentrando en asuntos domésticos, también deberíamos prestar atención en asuntos internacionales y los meritos en defender las instituciones como la democracia y la libertad.
Para estar en lo cierto, el voto en Venezuela fue muy parejo, con 54 por ciento favoreciendo la idea removiendo límites a los términos para el Presidente; y el 45 por ciento en contra. Pero hasta el observador mas casual de los acontecimientos reconoce que el voto fue la culminación de una campaña intensa incluso llamando “traidores” a todos quienes estaban en contra de remendar la Constitución.
Aunque tal vez pensemos que las “dictaduras” y “autocracias” son reliquias del pasado, la reciente elección venezolana nos hace recordar lo frágil que es el transferir el poder de un líder a otro.
Lamentablemente, los lideres carismáticos y populares que extienden su estancia en el poder no es nada nuevo en Latinoamérica. Desde los siglos XVIII y XIX, los caudillos han estado gobernando varias partes de Latinoamérica con poco éxito. Entre los más prominentes de los caudillos incluyen el mexicano Santa Anna, el guatemalteco José Rafael Carrera y el venezolano José Tadeos Managas.
Entre los caudillos contemporáneos incluyen al dominicano Rafael Trujillo y la dinastía Somoza en Nicaragua. Y por supuesto, ninguna lista seria completa sin mencionar a Fidel Castro, y ahora su hermano, Raúl.
Tal vez a estos caudillos podrán ser acreditados por brindar reformas modestas para mejorar la situación económica de algunos a través de modernización. Pero bajo la peor de las luces, estos regimenes reflejan un asalto en la democracia, las libertades civiles y la humanidad. Los pocos que se han beneficiado lo han hecho al costo de los muchos. La historia nos cuenta del abuso, corrupción y nepotismo ejercido por los caudillos a pesar de prometer una mejor vida para todos.
En casi 50 cincuenta años desde el inicio de la revolución Cubana, la isla representa un buen ejemplo de las consecuencias en concentrar el poder en las manos de pocos. La isla – bendecida con una belleza natural – avanza lentamente en este nuevo siglo puesto a su débil economía y una falta de real liderazgo. Han sufrido de una serie de “décadas pérdidas” por la falta de crecimiento económico. Mientras tanto, muchos de los mismos problemas que dieron luz a la revolución como: la inigualdad económica, discriminación y el desempleo, persisten. El precio humano por la represión policial y la censura que sus ciudadanos han sufrido a través de los años no puede ser calculado.
Y sin embargo, a pesar de los pésimos resultados del autoritarismo, todo indica que la tentación de la ideología es demasiado para que muchos puedan resistir.
Al final, las democracias se diferencian de las dictaduras y regimenes totalitarios en el sentido que aspiran a elevar los derechos y libertades del individuo sobre el estado. Reconociendo el valor en tener libres y justas elecciones, es solo una de las muchas características de una democracia.
Al final del día, cada país escogerá que camino tomar. Pero como beneficiarios de muchos de los valores democráticos que gozamos como habitantes de este país, siempre es bueno recordar lo afortunados que somos y vigilar cuando el autoritarismo avanza en nuestro propio hemisferio.
Israel Ortega es un Asociado de Prensa y Medios de Comunicación y el portavoz oficial para la Fundación Heritage en Washington, D.C. }
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