La Argentina, puro grupo y cuentos chinos
¿Cuáles son los problemas de corto plazo de la Argentina económica?
La burbuja de los precios de nuestras commodities de exportación explotó, reduciendo los ingresos de los productores agrícolas y su “derrame” sobre el resto de la economía privada, en especial en el interior y en sectores específicos como la construcción y el consumo de bienes durables. Y reduciendo los ingresos fiscales que sostenían el populismo clientelista, la obra pública, y los subsidios al precio de la electricidad, los combustibles y el gas domiciliario.
La reacción confrontativa del “vale todo” del Gobierno, con la expropiación de los ahorros previsionales y la larga conflictividad con el sector agropecuario y el default implícito con los tenedores de deuda pública indexada con el IPC, creó un serio problema de reputación y desconfianza. A la vez, la aceleración de la inflación de la primera mitad de 2008, junto con las devaluaciones bruscas de nuestros socios comerciales, impuso la idea de un dólar barato en la Argentina, que sumado a la mala reputación y la desconfianza, alienta una dolarización lenta pero constante de los portafolios. Todo esto, sumado a la recesión internacional que reduce la demanda de bienes de exportación –automotriz, siderurgia, turismo, aluminio–, ha tenido como resultado menor actividad, menores ganancias, menos creación de empleo, recesión.
Ahora, ¿en qué medida lo resuelto en la cumbre del Grupo de los 20 y el préstamo chino modifican el panorama?
Veamos. El G-20 resolvió, en primer lugar, darles más fondos al FMI y a los organismos internacionales de crédito para que, con estos fondos, les presten a los países emergentes que, con buenas políticas públicas, no tienen acceso al crédito privado, por la crisis financiera y no porque no sean sujetos de crédito. Este no es el caso de la Argentina, que ya no accedía al crédito internacional privado antes de la crisis, por el mencionado problema de reputación. Por supuesto que algunos dólares más vamos a recibir por cambios técnicos en el cálculo de las cuotas del FMI y por préstamos del Banco Mundial y del BID. Pero no mucho.
El segundo punto que resolvió el G-20 es cambiar las regulaciones del sistema financiero internacional y combatir los paraísos fiscales. Esto llevará un tiempo y, claramente, nada tiene que ver con la Argentina, cuyo sistema financiero local está relativamente sano y casi ajeno a los avatares globales, en general, y el paraíso kirchnerista no ha sido visto como una amenaza a la estabilidad financiera mundial. }
Lo tercero que trataron el peronista Obama y el resto de sus colegas, incluyendo la demócrata Cristina, es el aporte de gasto público de los países centrales para alentar la demanda interna en sus respectivos países. Esto ayuda, probablemente, a ponerle piso a la recesión. Pero si estamos ante una crisis de sobreendeudamiento privado, llevará tiempo recuperar un crecimiento mundial sostenido y, en todo caso, será difícil que los precios de nuestros productos de exportación vuelvan a los valores de burbuja del año pasado.
Cuarto, se anunció el rediseño de los organismos multilaterales de crédito para darles más peso a los países emergentes, que tendría que hacerse efectivo en… 2011. Claramente, a la Argentina de 2009 esto poco le importa.
Finalmente, se resolvió promover el comercio mundial y denunciar restricciones y trabas que impongan los países al intercambio global. La Argentina, en este caso, está más cerca de los victimarios que de las víctimas.
En síntesis, los beneficios para nuestro país son muy menores, comparados con los que recibirán otros emergentes (los US$ 70 mil millones para México, por ejemplo). Aunque algunos dólares podríamos obtener para aliviar las necesidades de usar las reservas.
¿Y el préstamo chino? Es un típico préstamo para fortalecer la posición de reservas y liquidez del BCRA. Un préstamo para un problema que, afortunadamente, el BCRA no tiene, dado que su posición de reservas líquidas, independientemente de su monto real neto, es importante y puede atender la demanda de dólares sin problemas graves.
La Argentina no enfrenta una corrida especulativa contra las reservas, sino una demanda de dólares porque los ciudadanos argentinos desconfían del Gobierno y consideran que el dólar debe ser más caro, acá de lo que es. Por lo tanto, tener más dólares en las reservas, por lo resuelto en el G-20 o lo acordado con China, es mejor que no tenerlos, y aleja, en parte, el riesgo de default de la deuda dolarizada. Pero los problemas de fondo de la Argentina actual, crisis fiscal, pérdida de competitividad, caída de los precios de exportación, desempleo, recesión y desconfianza en un gobierno con mala reputación, no se solucionan. Y no se solucionarán desde “afuera”, porque, como siempre, nuestros problemas están adentro.
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