Obama no es aquí tan popular
5 de abril, 2009
5 de abril, 2009
Obama no es aquí tan popular
No crean que a los norteamericanos les entusiasma que Europa reciba a Obama como un mesías. Les alegra que, al fin, se haya disipado al menos parte de ese antinorteamericanismo y se pongan las bases para una nueva relación trasatlántica. Pero son cada vez más escépticos ante los planes que se están poniendo en práctica para afrontar la crisis económica, que es lo que a ellos de verdad les interesa. Pese a los 787.000 millones de dólares que Obama ya ha echado a las calderas de su economía, ésta sigue sin reaccionar. Al revés, cada vez cierran más empresas y hay menos perspectivas de mejora.
Las últimas cifras del desempleo lo sitúan en el nivel más alto en 25 años, resultando aterradoras si tenemos en cuenta que el que aquí se va al paro se queda sin cobertura médica y otros beneficios asistenciales. Desde que empezó la crisis, se han perdido 5,1 millones de puestos de trabajo, a ritmo creciente, 663.000 sólo en el último mes. Ningún ramo industrial, del comercio o de la actividad productiva ha quedado inmune, excepto la sanidad y la educación, incidiendo particularmente en los trabajadores capacitados, con sueldos altos, un sector que ha perdido en marzo 161.000 empleos, bastantes de ellos se teme que para siempre. Pero sufren también los sectores más bajos, para los que no se necesita especial preparación, donde solían refugiarse los capacitados en tiempos de crisis como estos.
Y eso que los norteamericanos son pragmáticos y en muchas empresas se practica el «sharing the pain», el «compartir el dolor», con la plantilla trabajando, y ganando, sólo algunos días de la semana, a fin de evitar despidos. Se calcula que el 50 por ciento de las empresas practican ya el «sharing the pain». Pero ni por esas. Por no hablar del endeudamiento que está sufriendo el país. El déficit presupuestario alcanza los 6,5 billones —millones de millones— de dólares, lo que significa una deuda acumulada que tardará no años, sino décadas en pagarse, si es que se paga algún día.
Ante tal perspectiva, ya no les extrañará tanto que los norteamericanos contemplen con frialdad el fervor que su presidente despierta en Europa. No es que les moleste, pero tampoco les entusiasma. Y los más escépticos temen que lo que se esconde tras ello sea la esperanza de los europeos de que la salvación venga otra vez desde el otro lado del Atlántico. Uno de esos cómicos que en esta televisión hacen comentarios sarcásticos a la actualidad del día, resumía anoche así la reacción de los europeos a la visita de Obama: «Les hemos acostumbrado mal. Les salvamos de sus dos grandes guerras, les ayudamos a reconstruirse, apagamos el último incendio en los Balcanes, estamos cargando con el peso de la lucha contra el terrorismo islámico y ahora quieren que paguemos la factura para salir de la crisis económica. Yo también quiero ser europeo».
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