El muro no cayó, fue derribado
El País, Montevideo
El año pasado, se hicieron grandes alharacas al cumplirse cuarenta años de las inquietudes estudiantiles francesas de mayo de 1968. ¿No sería buena idea hacer este año grandes actos porque se cumplirán, el 9 de noviembre, dos décadas de la caída del Muro de Berlín?
Claro que caída es un eufemismo. El muro no cayó. Hubo que tumbarlo a golpes.
Esto me recuerda que un par de años antes de aquella "caída", estando en Alemania Occidental, con un periodista brasileño decidimos aventurarnos hacia el lado Oriental de Berlín. Tomamos un tren que nos llevaría más allá del muro que dividía la ciudad.
El tren atravesó el muro y un campo minado que era recorrido constantemente por "jeeps" armados que complementaban a las ametralladoras que vigilaban la zona desde altas torres. Llegamos así a la estación oriental, controlada por la guardia fronteriza.
Allí nos hicieron pasar, de a uno, por un corredor estrecho cuyas puertas anterior y posterior, se trancaban automáticamente cuando el visitante quedaba entre ambas y frente a una ventanilla donde un uniformado recibía el pasaporte y examinaba la cara y el cráneo del recién llegado. Era inútil hablarle. El sujeto no contestaba nada. Tomó mi pasaporte, lo miró cuidadosamente, me oteó otra vez y se fue con él. Cuando regresó, me devolvió el documento, con una advertencia impresa de que podía quedarme en Berlín comunista el resto de ese día, pero que si no me iba al atardecer, pasaba a ser un fugitivo.
El brasileño vivió idéntico pasaje. Luego nos obligaron a comprar 20 marcos alemanes orientales al precio de 20 marcos occidentales y quedamos en aparente libertad de movimiento. Visitamos algunos museos, caminamos, tratamos de hablar con lugareños pero estos se apartaban con aparente temor y finalmente, varias horas antes del atardecer, recordando la amable advertencia, decidimos volver.
Mi amigo dijo que teníamos aun gran parte de los 20 marcos que habíamos adquirido cada uno al entrar. Que sería mejor comprar algo ya que esos marcos, fuera del ámbito en que estábamos, no valían nada. Pero le recordé que había visto en el andén un quiosco que vendía "souvenirs" y que allí podríamos librarnos del dinero.
Fuimos a la estación, se nos franqueó el paso y en el quiosco elegimos varios objetos. Cuando fuimos a pagar, el quiosquero rechazó horrorizado los marcos de su zona. Señaló los marcos occidentales que era los que quería. Tratamos de salir del andén, pero guardias armados nos cerraron el paso. Ahí comprendimos el truco de los 20 marcos.
Otra vez el tren cruzó la "tierra de nadie". Al observar tanto despliegue de armamento sólo dirigido a mantener dentro de fronteras a los pobres alemanes orientales, me pareció que aquello era imposible de cambiar. Que era una verdadera barrera infranqueable entre dos mundos totalmente distintos. No podía estar más equivocado. Poco después el muro fue derribado, los alemanes de ambos lados se abrazaron y el marxismo perdió de inmediato la fuerza espiritual que le quedaba, evidenciándose los resultados desastrosos del experimento iniciado en Rusia en 1917.
Considerando que algunos en el Uruguay de hoy aún esgrimen mitos marxistas, ¿no será el momento de repasar aquellos acontecimientos de 1989?
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