Desafío actual: Más y mejor mercado
Los críticos del sistema económico basado en la propiedad privada y en el libre funcionamiento de los mercados han tenido el campo libre en el último tiempo para condenar la economía de mercado. Desde que comenzaron a manifestarse los primeros síntomas de la crisis financiera internacional ha habido intentos en nuestro país por poner en entredicho los pilares que sustentan la economía de mercado, y ello se ha visto acentuado en las semanas recientes luego de las denuncias de colusión que ha habido respecto de las cadenas farmacéuticas. Expresiones del tipo "la codicia ha quebrado el sistema de mercado" y "es el propio capitalismo el que tiende a autodestruirse" campean en foros y columnas de opinión.
En un reciente artículo publicado en esta página, Genaro Arriagada se suma a este coro, pero avanza un paso más, aventurando una respuesta a la interrogante de qué hacer con el capitalismo y los mercados. A pesar de reconocer que los sistemas capitalistas son insuperables en su habilidad para generar riqueza, plantea que "al mercado hay que sacarlo de aquellos campos en los que es inepto, como la justicia social, la protección del medio ambiente, la educación o la salud…". Generalizaciones de este tipo son peligrosas, ya que inducen a confusión.
Nadie postula que el mercado conduzca en forma natural a una mayor justicia social o a la protección del medio ambiente, y es precisamente por ello que hay espacio para justificar una intervención estatal en estas materias, corrigiendo distorsiones que se consideran indeseadas. Sin embargo, ello no obsta que, para cumplir los objetivos de justicia social o de protección al medio ambiente buscados por la comunidad, lo más eficiente sea recurrir a mecanismos e incentivos de mercado para avanzar en esa dirección. La abismal diferencia que existe entre los sistemas público y privado de educación y salud en cuanto a calidad de servicio, así como en cuanto a la eficiencia con que son utilizados los recursos de los contribuyentes -no es fruto de la casualidad que esta diferencia persista a pesar de haberse más que triplicado el presupuesto fiscal en estas materias a contar de 1990-, ahorra cualquier comentario. Un juicio similar cabe respecto de la falta de incentivos para una mejor gestión que enfrentan los ejecutivos de las empresas públicas. Y en lo referido al cuidado del medio ambiente, que es otro de los ejemplos citados, los objetivos perseguidos podrían ser alcanzados con bastante mayor eficiencia si hubiera espacio para organizar un mercado en el cual se pudieran transar derechos de contaminación emitidos por el Estado. En otro ámbito, el éxito logrado por el régimen privado de pensiones en sus ya casi treinta años de existencia, superando los vicios, ineficiencias e inequidades que caracterizaban a las antiguas cajas de previsión, constituye una muestra más de que un sistema de mercado puede ser de gran utilidad para resolver los más delicados problemas sociales.
La búsqueda de un mayor bienestar personal, la codicia, las ansias de poder, así como numerosas otras categorías que muchos consideran indeseables, han sido consustanciales al ser humano desde su origen, y estarán presentes cualquiera sea el orden social que prevalezca. Lo importante es dilucidar cuál es el arreglo institucional más eficiente para convivir con ellas y para convertirlas en una fuerza creadora. Y la respuesta está en los sistemas basados en mercados libres y competitivos, con un régimen de propiedad privada, pero con una autoridad reguladora con facultades para establecer el "rayado de la cancha", limitando conductas que pongan en riesgo el bien común. Y si el problema es la falta de competencia y el abuso monopólico, la solución no es migrar hacia una reorganización de la industria introduciendo operadores estatales en los mercados afectados, sino que crear condiciones para profundizar la competencia, eliminando barreras a la entrada, y contar con insti-tuciones fuertes que tengan capacidad para sancionar los actos anticompetitivos.
En definitiva, los problemas económicos en cuestión no se van a resolver abandonando los principios básicos que configuran una economía de mercado, sino que, por el contrario, fortaleciendo los mecanismos de incentivo requeridos para inducir las conductas que parecen más apropiadas. La "caída del muro de Berlín" no es comparable con "el derrumbe de Wall Street", como algunos señalan: el primero cayó porque los sistemas socialistas son intrínsecamente ineficaces para resolver los problemas económicos más fundamentales que enfrentan los países; lo segundo ocurrió a causa de regulaciones y políticas inadecuadas, que retroalimentaron conductas inconvenientes de parte de los agentes participantes. El primero no tiene ninguna opción de ser reconstruido, mientras que el segundo sí va a volver a levantarse, y el desafío de las políticas públicas será precisamente buscar cómo fortalecer sus bases para alejar la posibilidad de ocurrencia de episodios críticos como los actuales.
El autor es economista
- 23 de julio, 2015
- 16 de junio, 2012
- 8 de junio, 2012
- 18 de marzo, 2013
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