Obama y los derechos humanos
Con la asunción de Barack Obama a la presidencia de los Estados Unidos, una ola de ilusión ha conmovido al país del Norte y a buena parte del mundo. Se ha cumplido mucho de ese sueño de Martin Luther King y de tantos otros que han bregado por hacer realidad los ideales de la Declaración de Independencia de 1776: “Afirmamos estas verdades autoevidentes: que todos los hombres han sido creados iguales, y que el Creador les ha concedido ciertos derechos inalienables, entre los cuales están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad”.
Obama representa mucho de lo mejor de todo ese ideal americano. Su origen racial materializa el cierre final de la contradicción entre ser todos iguales, pero vivir segregados. Recorriendo el barrio de Hyde Park, en Chicago, en el cual Obama surgió como un líder político, hace un par de semanas he podido palpar el fervor por una utopía posible que su asunción ha despertado.
Pero hay todavía más tras esa emoción compartida por millones y esa esperanza que ha brillado a lo largo y a lo ancho del planeta. Obama cuenta entre sus pergaminos el ser abogado, graduado en la Harvard Law School, donde se destacó como el primer afroamericano en liderar su revista de derecho, la más prestigiosa que pueda encontrarse. Luego, ha sido profesor de Derecho Constitucional en la University of Chicago Law School, donde su sabiduría y el respeto por sus alumnos pueden aún hoy comprobarse en Internet en su programa de enseñanza. He tenido la fortuna de investigar en la primera y de conocer con algún detalle la segunda, y de comprobar así que la tradición de defensa de los derechos en las Facultades donde el nuevo presidente se ha formado o ha educado a otros no puede menos que entusiasmar a todos los que deseen más justicia, paz y libertad en las relaciones entre los hombres y entre los países.
Las expectativas pronto se vieron satisfechas, y los resultados no se han hecho esperar. A horas de asumir, Obama firmó los decretos de prohibición de la tortura en interrogatorios y de cierre de la cárcel de Guantánamo, incluyendo la revisión de la situación procesal de doscientos cincuenta prisioneros, terminando con las violaciones a sus derechos humanos y garantías constitucionales. Se reunió también con el secretario de Defensa y los máximos jefes militares para disponer el cese de la ocupación de Irak en un plazo máximo de dieciséis meses. Y seguirán las firmas…
Sin embargo, no todo es tan auspicioso. Al tercer día de inaugurar su mandato, el presidente Obama rubricó también un decreto por el que ordenó la reapertura del otorgamiento de cuantiosos fondos federales a las organizaciones que practiquen o promuevan el aborto en todo el mundo. Al mismo tiempo, dispuso por medio de una agencia federal el inicio de la experimentación con humanos en estado embrionario. Sobre este mismo punto, hace pocos días otro decreto ha generado nuevamente la polémica, pues dispuso que se apliquen fondos federales a la investigación en células madre, obtenidas de seres humanos en etapas iniciales a los que, por eso mismo, no se dejará vivir.
La derecha republicana defiende enérgicamente el recurso a la guerra y la pena de muerte y ha demostrado tener poco apego a las garantías constitucionales, a la vez que intenta proteger el derecho a la vida de los niños no nacidos. Por su parte, el progresismo demócrata, liderado ahora por Obama, es reacio a las soluciones bélicas y rechaza toda violación de las garantías procesales –parte de sus filas abomina también de la pena de muerte–, a la vez que no considera digna de respeto la vida de los seres humanos que no hayan tenido aún el privilegio de nacer.
¿Nadie en ambos partidos estadounidenses se percata de la contradicción interna en uno y otro grupo de convicciones? ¿Es tan difícil la coherencia? ¿Es tan complejo reconocer la universalidad de los derechos humanos?
Ha empezado una etapa de muchas soluciones en materia de derechos fundamentales. A su vez, se ha iniciado también un nuevo impulso a su transgresión. Ingente cantidad de personas todavía no verán el momento en que les sean reconocidos sus derechos a la vida y a la no discriminación, que en la Declaración de Independencia americana se consideraron inalienables. El país de la libertad se encuentra así con que los sueños de igualdad de Lincoln y Luther King no están aún completos. 4400
El autor es Profesor de Derecho Constitucional en la Universidad Austral y Visiting Professor en Louisiana State University (EE.UU.).
- 23 de julio, 2015
- 19 de diciembre, 2024
- 29 de febrero, 2016
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