Burócratas y torturadores de la CIA
MIAMI.- En la fotografía que acompaña su currículum, Jay Scott Bybee aparece sonriente y distendido, con una mirada limpia y clemente, el nudo de la corbata apenas insinuado bajo la toga. Es la clase de juez con el que uno quisiera toparse en una corte, cuando se aspira a una interpretación más humana de la fría letra de la ley.
En marzo de 2003, cuando fue confirmado por el Senado como miembro de la Cámara de Apelaciones del Noveno Circuito, la mayor de las 13 cámaras federales, la revista Meridian , una publicación de la Iglesia mormona, escribió: "El día de su confirmación, este nuevo juez fue a su casa a celebrar con su habitual simpleza, a ayudar a sus hijos con sus deberes y a lavar los platos. Esta capacidad de balancear las prioridades en su vida personal es un reflejo del equilibrio y perspectiva que Bybee trae a la ley, cualidad que lleva a amigos, colegas y estudiantes de derecho a respetarlo por su sentido de la equidad, su conocimiento y su decencia".
Bybee es mormón y, para los miembros de esta fe, el principal mandamiento es amar plenamente a Dios, y el segundo, amar al prójimo como a sí mismo. Todos los demás mandamientos no son más que apéndices de estos dos preceptos fundamentales. De ahí que resulte tan curioso encontrarse con la firma de Jay S. Bybee, en su carácter de fiscal general asistente, al pie del memorándum fechado el 10 de mayo del 2005, dirigido al asesor general de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), John A. Rizzo, para defender la legalidad del uso de la tortura.
Analizando la técnica conocida como "submarino" ( waterboarding ), Bybee razona, en un terso y desapasionado lenguaje jurídico:
"Aunque el sujeto puede experimentar miedo o pánico asociados con la sensación de ahogo, el «submarino» no produce dolor físico? Aunque constituye una amenaza de muerte inminente, sólo un daño mental prolongado puede considerarse una violación reglamentaria de la prohibición de infligir severo castigo mental o sufrimiento. Habiéndosenos informado que el alivio es inmediato cuando se le retira la capucha, y en ausencia de un daño mental prolongado, no se ha ocasionado severo castigo mental o sufrimiento, y, en consecuencia, el uso de estos procedimientos no constituye tortura según lo define el estatuto".
El documento de referencia es uno de los cuatro memorandos secretos difundidos anteayer por el Departamento de Justicia y en los que, por primera vez, se detallan en preciso lenguaje jurídico, algunas de las brutales técnicas de interrogatorio utilizadas por la CIA entre 2002 y 2005, con pleno consentimiento del ex presidente George W. Bush.
Su difusión fue autorizada por el presidente Barack Obama, contra la opinión de algunos miembros de su administración, particularmente el director de la CIA, Leon E. Panetta, quien sostenía que su publicación sentaba un peligroso precedente para el futuro.
Ningún presidente norteamericano fue tan lejos en exponer las prácticas aberrantes de sus organismos de inteligencia a tan poca distancia de los hechos. Y si bien es cierto que anunció que no buscaría procesar a los torturadores, a quienes llamó "hombres y mujeres dedicados a proteger a los Estados Unidos" cuyas conductas habían sido sancionadas previamente por el Departamento de Justicia, la mera exposición del contenido de estos memorandos constituye no sólo un acto de "coraje y sabiduría", como lo definió The Washington Post , sino una toma de posición ejemplar respecto de la dirección que se propone imprimir a su gobierno.
Pero el misterio sigue siendo Bybee, quien corrió a ayudar a sus hijos con sus deberes y a lavar los platos el día de su confirmación, un experto en derecho constitucional y procedimiento civil, padre de 4 hijos, ex boy scout y misionero de la Iglesia mormona. En el panegírico publicado por la revista Meridian , se afirma: "Bybee cree que la sociedad funcionaría mejor si la gente demostrase una actitud de reconciliación en lugar de venganza".
En 1961, durante el proceso a Adolf Eichmann en Jerusalén, Hannah Arendt acuñó el concepto de "banalidad del mal" para sintetizar su percepción del acusado. Su tesis era que quienes cometen crímenes atroces, como Eichmann, responsable de gerenciar la "solución final" del problema judío en la Alemania nazi, no son habitualmente fanáticos enloquecidos, sino, más bien, individuos ordinarios, quienes simplemente aceptan las premisas del Estado y las cumplen con extrema eficiencia.
Al elaborar su memorándum, Bybee debe haber pensando, seguramente, que lo que se esperaba de él no era otra cosa que una interpretación legal, un ejercicio intelectual divorciado de su contenido y del efecto sobre sus posibles víctimas, en el que la tortura se vuelve una abstracción.
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