Para Obama, los errores de EE.UU. ya no deben ser un tabú
WASHINGTON.- El presidente Barack Obama viajó al extranjero y embistió contra una creencia profundamente arraigada: la de que Estados Unidos no comete errores en las relaciones con sus amigos y sus enemigos.
Al destruir ese tabú de la política exterior, Obama corre un enorme riesgo en su país y en el exterior. Y la recompensa puede hacerse esperar mucho tiempo, si es que llega alguna vez.
A modo de explicación, el asesor David Axelrod describe la apuesta del presidente de esta manera: "Se planta, se cultiva, se cosecha. Con el tiempo, las semillas que plantamos aquí serán muy, muy valiosas."
Aunque las analogías históricas nunca son exactas, el descarnado esfuerzo de Obama por cambiar la imagen de Estados Unidos en el mundo tiene reminiscencias del asombroso realineamiento que buscaba Mikhail Gorbachov, cuando dirigió la Unión Soviética.
Durante su corto paso por el poder, Gorbachov hizo hasta lo imposible para deshacerse de las ataduras ideológicas que estaban llevando a la ruina al imperio comunista.
Pero Obama está superando incluso a Gorbachov. En tan sólo tres meses, el mandatario norteamericano ha hecho, entre otras cosas, lo siguiente:
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Ha admitido ante los europeos que Estados Unidos es, por lo menos, en parte culpable de la crisis financiera global, por no haber controlado a los insaciables especuladores de Wall Street.
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Dijo a Rusia que quiere recomponer las relaciones, que durante el mandato de su predecesor, George W. Bush, volvieron a los niveles de la Guerra Fría.
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Pidió a la OTAN más ayuda para la guerra en Afganistán y, al no obtenerla, no fustigó a los países miembros de ese organismo.
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Levantó algunas restricciones a los viajes de cubanoestadounidenses a su patria y flexibilizó las remesas de dinero a sus familiares en la isla.
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Se dio la mano, y más de una vez, con el furibundo líder antinorteamericano Hugo Chávez, presidente de Venezuela, de quien también aceptó un libro de regalo.
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Dijo que el apetito por las drogas de los norteamericanos y la laxitud de los controles sobre el flujo de armas y dinero a México eran, en parte, responsables de la violencia de los señores de la droga que azota al vecino de Estados Unidos.
Anteayer, durante la conferencia de prensa de clausura de la Cumbre de las Américas, le pidieron a Obama que explicara lo que un periodista calificó de "la emergente doctrina Obama".
El presidente respondió que, ante todo, sigue decidido a transmitirle al mundo que Estados Unidos es una nación poderosa y consciente de que es apenas una más entre muchas otras. Obama afirmó que hay países que tienen "buenas ideas" e intereses que no pueden ser ignorados.
En segundo lugar, el mandatario dijo que su país debe respetar la variedad de culturas y perspectivas que marcan el camino tanto para los amigos como para los enemigos de Estados Unidos.
Poco saludable
Quienes lo critican, especialmente los más apegados al rumbo de la política exterior de los últimos 50 años o más, ven en el presidente a un idealista que expone al país a una peligrosa evaluación de sus debilidades, un hombre de una impropia ligereza para reconocer los errores norteamericanos del pasado y demasiado dispuesto a sentarse a hablar con adversarios poco gratos.
"Creo que fue irresponsable que el presidente se mostrara riendo y bromeando con Hugo Chávez", dijo John Ensign, senador republicano por Nevada.
En su conferencia de prensa, Obama dijo que no cree haber hecho mucho daño a la seguridad o a los intereses nacionales estrechando la mano de Chávez.
Pero por debajo de los ataques específicos a su nueva política internacional subyace un desafiante y profundo cuestionamiento ideológico que proviene de la todavía poderosa, aunque alicaída, estructura política conservadora de Estados Unidos. Son adversarios que podrían desbaratar los intentos de Obama para transformar la política interna y estarían dispuestos a trabajar para socavar el 60% de aprobación que tiene el presidente entre los norteamericanos.
Obama descarta esa posibilidad: "Una de las ventajas del modo en que he tratado de desempeñarme como presidente es que no me preocupo por la política: trato de comprender lo que es mejor para los intereses norteamericanos, y en esto creo tener razón". Lo mismo pensaba Gorbachov. Pero tener razón no siempre es políticamente saludable.
Traducción de Jaime Arrambide
- 23 de julio, 2015
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