Correa y su triunfo electoral
Madrid – Con el 70% de los votos escrutados Rafael Correa alcanzó el 51,7% del respaldo popular. Si bien todos los medios resaltan la importancia de su victoria y el hecho indudable, incuestionable y meritorio, de que ganó en la primera vuelta, sería conveniente hacer algunas precisiones. En primer lugar, esta mayoría, menor que en consultas anteriores, no es lo suficientemente amplia como para ser considerada una victoria apabullante o que se le pueda dar un carácter plebiscitario. De ahí que no se entienda, salvo por el factor propagandístico, que Correa hable del apoyo "abrumador" al "socialismo del siglo XXI".
Segundo, en la Amazonía y en algunas zonas de la Sierra Centro, con alta densidad de población indígena, ganó el opositor Lucio Gutiérrez. A esto hay que agregar la, esta vez sí, contundente victoria del social cristiano Jaime Nebot (con un 69%) en la alcaldía de Guayaquil, o la de Jimmy Jairada a la prefectura de Guayas (donde superó a Pierina Correa, la hermana del presidente), que podrían convertirse en un importante enclave opositor y representante de los intereses costeños.
Probablemente el oficialista Movimiento País obtenga también la mayoría parlamentaria que estaba buscando, lo que le permitirá poner en marcha las profundas reformas constitucionales (políticas, económicas e institucionales) que el nuevo texto reclama. Pero tampoco aquí habrá mayorías aplastantes. De la capacidad de negociación que exhiba el presidente dependerá en buena medida el futuro del país, pero esa parece que no es uno de sus puntos fuertes.
De momento, Correa se ha mostrado bastante reacio a negociar con aquellos que estima representan a la "partidocracia", como Lucio Gutiérrez o Álvaro Noboa. Tras conocer su triunfo, Correa señaló: "Las puertas están abiertas (a concertar) para los señores Jaime Nebot y Jimmy Jairala. Pero Lucio Gutiérrez, ¿qué ideología tiene? Cómo se habla con un hombre así; con un (Álvaro) Noboa"… Esa concertación impone excepciones por ética, por principios. Traicionaría a mi conciencia y a mis electores si de repente trato de hacer un acuerdo con esta gente… que juega con la miseria de nuestros pueblos".
Al margen del mayor o menor afecto que el presidente electo pueda sentir por los candidatos cuestionados, lo preocupante es ese sentimiento de desprecio por casi el 40% de los ecuatorianos (27,9% para Gutiérrez y 11,6% para Noboa) que los respaldaron con sus votos. Por otra parte, se da el hecho no menor de que el Partido Sociedad Patriótica (PSP) de Gutiérrez es casi tan nuevo como el Movimiento País, de Correa, y ambos responden en sus inicios a la misma lógica antipartidos.
Como se ha repetido en numerosas ocasiones, la Constitución vigente en Ecuador facilita la creación de un sistema hiper presidencialista, con un escaso peso de los equilibrios entre los poderes del Estado y con una capacidad de control de la actuación presidencial bastante limitada. Esta situación viene reforzada por la existencia de una oposición sumamente fragmentada (o, si se quiere, de una oposición en estado de shock cuasi permanente), que facilita enormemente el rumbo que quiere imprimir Correa a su "Revolución ciudadana".
Ahora bien, como bien señala Simón Pachano,el principal problema del nuevo gobierno va a ser su exceso de liderazgo. El plan de Correa gira básicamente en torno suyo y apenas cuenta con estructuras partidarias capaces de institucionalizar su proyecto. Para colmo, la actual crisis económica y el descenso en los precios del petróleo restan recursos a buena parte de los proyectos asistencialistas sobre los que apoyó su gestión el primer gobierno de Correa.
En los últimos dos años y medio Ecuador ha sido gobernado con un peculiar estilo de hacer política, que prima la confrontación y la crispación al diálogo con la oposición y a la búsqueda de acuerdos políticos. Algunas de las declaraciones del presidente electo hacen temer que seguirá por los mismos derroteros. Esto ocurrió cuando condicionó el diálogo con Nebot a los temas estrictamente municipales, o cuando volvió a amenazar a la prensa: "Enfrentaremos a esa prensa corrupta que se inventó la narcopolítica. Haremos una veeduría a los medios de comunicación".
Rafael Correa tiene en sus manos convertirse en el presidente de todos los ecuatorianos y desde una postura de progreso aprovechar el impulso cosechado para favorecer el crecimiento del país. Sin embargo, el peso de sus prejuicios y preconceptos (algunos fundamentados) sobre los vicios del sistema político ecuatoriano probablemente le impidan aprovechar una coyuntura tan favorable como ésta, desde un punto de vista político, para sacar a Ecuador de la crisis y llevarlo, sin adjetivos, al siglo XXI.
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