La mejor respuesta a los populistas
Amedida que van saliendo a la luz los detalles de lo que ocurrió en las sesiones a puertas cerradas de la reciente Cumbre de las Américas en Trinidad, resulta evidente que la mejor intervención del encuentro fue la del presidente de Costa Rica y ganador del premio Nobel, Oscar Arias.
A diferencia de los presidentes de Venezuela, Bolivia, Nicaragua y Ecuador, Arias no dio una conferencia de prensa durante la cumbre del 17 y 18 de abril, ni envió a sus funcionarios a avisar a los periodistas internacionales cada vez que entraba o salía de la sala de reuniones.
Pero la respuesta de Arias al presidente populista de Ecuador, Rafael Correa –que circuló por internet en los últimos días y cuya veracidad me fue confirmada por Arias en una entrevista telefónica– debería ser de lectura obligatoria para todos aquellos que siguen de cerca la política latinoamericana.
El discurso de Arias tuvo lugar durante la sesión cerrada de la cumbre del 18 de abril. Era la primera cumbre en que los presidentes latinoamericanos y caribeños se reunían en conjunto con el nuevo presidente de Estados Unidos, Barack Obama. Acababa de hablar el presidente ecuatoriano, quien –al igual que lo habían hecho los presidentes de Venezuela, Bolivia, Nicaragua y Argentina, con diferentes grados de intensidad– culpó a Estados Unidos del atraso latinoamericano durante los últimos doscientos años.
En su discurso improvisado, cuya versión escrita lleva el titulo Algo hicimos mal, Arias comenzó diciendo: «Tengo la impresión de que cada vez que los países caribeños y latinoamericanos se reúnen con el presidente de Estados Unidos de América, … es para culpar a Estados Unidos de nuestros males pasados, presentes y futuros. No creo que eso sea del todo justo''.
Continuó: «No podemos olvidar que América Latina tuvo universidades antes de que Estados Unidos creara Harvard y William & Mary, que son las primeras universidades de ese país. No podemos olvidar que en este continente, como en el mundo entero, por lo menos hasta 1,750 todos los americanos eran más o menos iguales: todos eran pobres''.
''Cuando aparece la Revolución Industrial en Inglaterra, otros países se montan en ese vagón: Alemania, Francia, Estados Unidos, Canadá, Australia, Nueva Zelanda. La Revolución Industrial pasó por América Latina como un cometa, y no nos dimos cuenta. Ciertamente perdimos la oportunidad'', siguió diciendo Arias.
''Hace 50 años, México era más rico que Portugal. En 1950, un país como Brasil tenía un ingreso per cápita más elevado que el de Corea del Sur. Hace 60 años, Honduras tenía más riqueza per cápita que Singapur. Bueno, algo hicimos mal los latinoamericanos'', agregó.
''¿Qué hicimos mal?'', pregunto Arias acto seguido. Entre otras cosas, señaló que en América Latina el promedio de escolarización es de apenas siete años, que la región tiene uno de los índices de recaudación impositiva más bajos del mundo, y que gasta la absurda cifra de $50,000 millones al año en armas y otros gastos militares.
''Nosotros tenemos países donde la carga tributaria es de 12 por ciento del producto interno bruto, y eso no es responsabilidad de nadie, excepto la nuestra, que no le cobramos dinero a la gente más rica de nuestros países'', siguió diciendo Arias.
''¿Quién es el enemigo nuestro?'', preguntó a sus colegas el presidente costarricense. «El enemigo nuestro, presidente Correa, de esa desigualdad que usted apunta con mucha razón, es la falta de educación; es el analfabetismo; es que no gastamos en la salud de nuestro pueblo; que no creamos la infraestructura''.
Reconociendo que el siglo XXI sea probablemente el siglo asiático –y no latinoamericano– y que China ha sacado de la pobreza a 500 millones de personas desde que abrió su economía hace tres décadas, Arias concluyó: 'Mientras nosotros seguimos discutiendo sobre ideologías, seguimos discutiendo sobre todos los `ismos' [¿cuál es el mejor? capitalismo, socialismo, comunismo, liberalismo, neoliberalismo, socialcristianismo…], los asiáticos encontraron un 'ismo' muy realista para el siglo XXI y el final del siglo XX, que es el pragmatismo''.
Mi opinión: Arias está en lo cierto. Durante los últimos doscientos años, Estados Unidos ha hecho muchas cosas, buenas y malas, en Latinoamérica. Pero culpar de las falencias latinoamericanas a Estados Unidos –como lo hicieron los presidentes de Venezuela y sus seguidores– es intelectualmente infantil, y políticamente peligroso.
Los líderes populistas están utilizando la retórica antinorteamericana para justificar sus ambiciones de eternizarse en el poder. No es casual que todos sigan el mismo guión: culpar a Washington, exigir una ''refundación'' de sus países, y luego reescribir la Constitución para lograr la supremacía absoluta y permanecer indefinidamente en el poder en nombre de la defensa de la soberanía nacional. Es hora de ponerlos en evidencia, y Arias lo hizo con magnífica elocuencia.
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