Chávez, ¿va ganando en América Latina?
¿Está ganando Hugo Chávez la batalla política en América Latina? No lo creo. Veamos los hechos.
Rafael Correa, como se sabe, triunfó en Ecuador con algo más del 51% de los votos. No está nada mal. No obstante, la oposición, sumada, no se aleja demasiado de la mitad del censo electoral. Otro dato: la hermana de Correa perdió en la lucha por la gobernación de Guayas y Jaime Nebot arrasó en Guayaquil con una imagen francamente anticorreísta. Todo un síntoma de la división que afecta al país. No hay duda de que una parte sustancial de los ecuatorianos respalda con entusiasmo al joven mandatario, pero no es una abrumadora mayoría y, en general, sus partidarios constituyen la mitad menos educada y económicamente más débil del país.
Poco antes de ese episodio, Mauricio Funes, un candidato independiente al frente de un partido comunista, había vencido en El Salvador con una proporción parecida de votos: menos del 52% de los sufragios. El candidato de la derecha obtuvo el 48%. Como en el caso de Ecuador, los sectores sociales A, B y C prefirieron al candidato conservador. Los sectores D y E al de la izquierda. Funes, que hasta ahora parece un hombre prudente, se dio cuenta de lo precario de su victoria y lanzó un mensaje conciliador. Tal vez no se deje arrastrar al reñidero del venezolano.
Sigamos. Según las encuestas más solventes, en las elecciones del 3 de mayo ganará en Panamá el candidato Ricardo Martinelli, un empresario muy exitoso que exhibe como su principal credencial la creación de supermercados populares y de numerosos puestos de trabajo. En Panamá, sencillamente, no ha calado la campaña antidemocrática de la izquierda chavista y, si se confirma la derrota de la ingeniera Balbina Herrera, es porque sus compatriotas asocian su nombre a la narco dictadura de Noriega y al guirigay del socialismo del siglo XXI. No quieren saber de eso.
En las próximas elecciones chilenas de diciembre ocurrirá algo parecido. Hay dos candidatos con posibilidades de triunfar: Sebastián Piñera, un riquísimo y dinámico empresario de derecha, y el ex presidente Eduardo Frei, un democristiano de centroderecha, también ideológicamente situado en las antípodas del chavismo. Cualquiera de los dos que salga triunfador estará en la acera opuesta al socialismo del siglo XXI.
Un mes antes de los comicios chilenos, en noviembre, los uruguayos pasarán por las urnas para elegir gobernante en segunda vuelta. Hoy parece probable que la contienda será entre el ex presidente Luis Alberto Lacalle, un enérgico candidato de corte liberal del Partido Nacional que ya ocupó la primera magistratura del país y lo hizo muy bien, y el ex tupamaro José Mujica, un hombre de la izquierda, muy popular pese a un pasado violento que no excluye el asesinato. A estas alturas es imposible predecir los resultados, mas no hay duda de que Lacalle tiene una gran oportunidad de triunfar, en la medida en que al final de la contienda se
presentará la elección como una alternativa entre la experiencia sin sobresaltos y la aventura azarosa.
Las elecciones brasileras no llegarán hasta octubre del 2010, pero, si se mantiene la actual tendencia electoral, Dilma Rouseff, la candidata del Partido del Trabajo fervorosamente avalada por Lula da Silva, sería pulverizada en las urnas por José Serra, ex gobernador de Sao Paulo, un político de centroderecha afiliado al Partido Socialdemócrata, quien gobernaría en coalición con el Partido Liberal, como hizo en su momento su correligionario Fernando Henrique Cardoso, artífice de la estrategia económica de moderación que heredó Lula da Silva y que felizmente no ha traicionado.
La familia chavista, pues, por ahora queda reducida a un núcleo duro de países pobres y conflictivos (Venezuela-Cuba-Bolivia-Ecuador-Nicaragua), y a un entorno blando al que se asoma, tímidamente, el presidente Fernando Lugo de Paraguay, muy desprestigiado tras el escándalo de los hijos ilegítimos que han salido a la luz pública; el hondureño Manuel Zelaya, una figura débil y contradictoria que ni siquiera tiene el respaldo de su propio partido; y el guatemalteco Álvaro Colom, con un altísimo nivel de rechazo en un país que lo acusa de no saber cómo gobernar y mucho menos cómo frenar la violencia que estremece a la sociedad.
Chávez no está ganando. Por el contrario, ahora, en medio de la crisis económica, veremos cómo declina su influencia y se agudizan las contradicciones dentro de su magro espacio ideológico. Tomará tiempo y no será fácil, pero ese minucioso disparate está condenado a desaparecer.
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