Argentina: Los costos de vivir con lo nuestro
Resulta curiosa la encendida defensa del modelo kirchnerista que hizo Hugo Moyano, líder de la CGT, el jueves 30 de abril durante el acto del Día del Trabajador. Es que el modelo, sí así puede llamárselo, se caracteriza por aplicar el impuesto inflacionario a trabajadores y jubilados con el objetivo de sostener alto un tipo de cambio que beneficia al sector empresarial. Dicho de otra manera: el costo de sostener el tipo de cambio por encima de lo que fija el mercado lo pagan los trabajadores en relación de dependencia y los jubilados, que son quienes sufren la inflación. Es justamente esta transferencia de ingresos de los sectores trabajadores al empresariado lo que Moyano festejó y reivindicó como un logro del kirchnerismo.
Asimismo resulta curioso que Moyano defienda el modelo de sustitución de importaciones cuando éste implica restringir artificialmente la oferta de bienes en el mercado y genera salarios reales bajos (porque la economía protegida, por definición, no es eficiente y, en consecuencia, su productividad sólo permite pagar salarios reales reducidos). En ambos casos, quienes salen perjudicados son los consumidores y los asalariados, que en su inmensa mayoría son a quienes él supuestamente representa.
En contraposición a Moyano, el presidente de FIAT en Argentina, Cristiano Rattazzi, sostuvo que el modelo de vivir con lo nuestro, es decir, cerrados al mundo, encierra una concepción equivocada y que las políticas prebendarias son también un error ya que generan más pobreza.
A pesar del tsunami de críticas empresarias que recibió Rattazzi, lo que hizo fue plantear un tema de fondo que el empresariado argentino debería evaluar con más profundidad. Así como tendrían que plantearse si para ellos es un buen negocio vivir de prebendas del Estado. Un tema sobre el que ya he escrito y deseo insistir.
¿Qué lograron los empresarios –me refiero a este sector en forma general y resalto que por supuesto existen excepciones– con una economía prebendaria? Que hoy el Gobierno les imponga directores en sus empresas; depender de Guillermo Moreno para exportar, fijar precios y establecer políticas de comercialización; tener problemas energéticos para hacer funcionar sus fábricas; enfrentar una caída de ventas que suponían imposible si se cerraba la economía porque tenían un mercado cautivo; y ausencia de acceso a crédito a tasas pagables, entre un largo listado de problemas adicionales.
El resultado de cortejar al poder a cambio de privilegios parece haber sido un mal negocio. Tal vez fue bueno para unos pocos que apostaron a conquistar el favor del funcionario público, en una especie de negocio de corto plazo de tráfico de influencias, en vez de basar su estrategia en lograr el apoyo de los consumidores. Si el negocio es de corto plazo, lo que queda claro es que son muy pocos los que lograron rentas extraordinarias. La mayoría de las empresas que apostaron al intervencionismo estatal hoy asumen pérdidas significativas y hasta riesgos de confiscación si no hacen lo que les manda el kirchnerismo. Encima, se perdieron los “negociados” de unos pocos amigos del poder.
El empresariado que pide reservas de mercado, créditos subsidiados y demás medidas intervencionistas debería evaluar estas políticas como si fueran un proyecto de inversión y ver cuán rentables son. Puesto en otros términos, no les pido que piensen en qué le conviene más al país, sino en qué les conviene más a ellos. ¿El modelo de competencia o el modelo de intervencionismo estatal?
En el modelo de competencia tienen el riesgo propio del negocio, pero la posibilidad de ampliar su mercado al mundo, donde hay 6.500 millones de potenciales consumidores que pueden redituarles grandes beneficios. Eso sí, previamente tienen que invertir y ser eficientes y, aun así, nadie tiene asegurado el éxito.
Si les tienen miedo a estas reglas de juego, pueden optar por el segundo modelo. El de cortejar al mandamás de turno. Sin embargo, al hacerlo, asumen otro riesgo mucho mayor. Quedan a merced del burócrata, quien con un simple decreto o resolución los puede quitar del mercado dado que sus utilidades dependen de una decisión burocrática. Una decisión burocrática que los empresarios no pueden controlar con coimas porque siempre puede aparecer un factor de poder mayor al que ellos tienen o una coima más grande que juegue contra ellos. Es casi un negocio de mafiosos.
Por otro lado, es un negocio de muy corto plazo puesto que la artificialidad de las variables económicas conduce, tarde o temprano, a una explosión económica que liquida sus ganancias, su patrimonio y hasta las empresas enteras. Esto lo podemos ver actualmente con sectores productivos completos que han sido víctimas de las arbitrariedades del Gobierno y no saben cómo sostener sus compañías.
El modelo de vivir con lo nuestro implica producir básicamente para el mercado interno. ¿Cuánto pueden crecer las empresas en un país con 30% de pobres y 15% de indigentes? ¿Cuál es el tamaño del mercado que tienen que abastecer bajo este modelo de mirar al mundo como un enemigo en vez de una oportunidad?
Cuando los empresarios optan por el modelo de sustitución de importaciones están pidiendo dedicarse a tener un simple kiosco o, en el mejor de los casos, un maxikiosco a cambio de utilidades cuya volatilidad depende del capricho del autócrata de turno. En cambio, si apuestan a la competencia pueden tener empresas mucho más grandes, competitivas y con mercados sustancialmente mayores que el argentino.
Por otro lado, bajo el modelo de sustitución de importaciones o de vivir con lo nuestro los empresarios suponen que la distribución del ingreso será relativamente estática y que no tendrán mayores problemas. La realidad es que ese modelo les quita competitividad porque tienen que comprar insumos internos de baja calidad y bienes de capital obsoletos. Además, exige un elevado gasto público que inevitablemente termina afectando el tipo de cambio real, genera inflación y conduce a una lucha por la redistribución del ingreso. ¿Cuántas veces festejaron el inicio de un ciclo proteccionista y terminaron afrontando tarifazos, aumentos de salarios nominales por decreto que no pudieron pagar e incrementos impositivos por razones de emergencia? Aumentos impositivos que se mantienen vigentes porque el país está en permanente emergencia por las horribles políticas económicas que se aplican y que muchos empresarios suelen aplaudir viendo sólo los beneficios de corto plazo.
Por otro lado, no es cierto lo que sostienen algunos empresarios cuando afirman que el Gobierno se apartó del modelo. Que fue el Gobierno el que cambió. Ese mismo modelo que ellos apoyaban y que ahora les juega en contra era impresentable e insostenible desde un primer momento. Es que el modelo de sustitución de importaciones o de vivir con lo nuestro empieza haciendo felices a muchos empresarios porque los droga con un consumo artificialmente alto y les quita la competencia externa. No obstante, la misma dinámica del modelo hace que, en algún momento, se agoten esos beneficios y aparezca la fea cara de la realidad. Kirchner no cambió de modelo. Sigue haciendo las mismas barbaridades con que empezó su mandato. Es más, profundizó el modelo que algunos empresarios aplaudían. Lo profundizó con más controles, confiscaciones y estatizaciones. La diferencia es que ahora comienzan a aparecer los costos de esas barbaridades, algo que a los empresarios que piden prebendas no les gusta y tampoco a Moyano, que ya no resiste la presión de sus bases por aumentos de salarios que nada tienen que ver con la inflación de Moreno.
Recordando a los famosos ladrones errantes y estables que describe Mancur Olson en su libro “Poder y Prosperidad”, el tema puede sintetizarse de la siguiente manera: salvo que los empresarios que piden prebendas quieran actuar como los ladrones errantes (esos bandidos que pasan por un pueblo, se roban todo y luego se van a otro a seguir robando… un negocio al que normalmente no pueden acceder todos los empresarios argentinos, ya que se los quedan unos muy pocos amigos del poder), lo más probable es que terminen siendo sometidos al ladrón estable, en este caso el Gobierno, que jamás los dejará crecer, los hará trabajar hasta que se mueran y se quedará con el grueso de sus beneficios, argumentando que lo hace para defenderlos de la competencia externa.
Desde mi punto de vista, se trata de un negocio espantoso. Para mí, es preferible morir compitiendo que ser asesinado por el supuesto Estado salvador que nos propone vivir con lo nuestro.
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