Haití vuelve a comenzar
Cierre sus ojos e imagine que usted es el nuevo primer ministro de un país caribeño pobre. El suyo no es un país de bajos ingresos común y corriente sino uno tan indigente que el año pasado la agencia de noticias estadounidense The Associated Press informó que los niños comían galletas hechas con "tierra amarilla seca" para aliviar su hambre.
Hay pocas carreteras que conectan a los mercados; la electricidad y el agua potable son lujos; la violencia de bandas delictivas, la corrupción y el tráfico de drogas han aplastado al sistema judicial y los crímenes suelen ocurrir impunemente. Para peor, las remesas desde Estados Unidos han sido muy afectadas por la recesión.
Durante décadas, tiranos han gobernado su país, primero desde la derecha y luego la izquierda. Ahora, una joven democracia está en sus primeras etapas y las masas desesperadas dependen de que su gobierno imponga orden y las condiciones para que surjan oportunidades económicas. ¿Dónde comienza?
Para la primera ministra haitiana Michèle Pierre-Louis esto no es un juego sino la pregunta en tiempo real en la que ha tenido que pensar cada día desde que asumió el cargo en septiembre. El mes pasado, Pierre-Louis almorzó con editores de The Wall Sreet Journal en Nueva York para explicar las prioridades de su gobierno. Yo preveía escuchar un pedido de ayuda extranjera. Pero la primera ministra me sorprendió al hablar sobre la inviolabilidad de los contratos, la importancia de atraer inversión y las dificultades que causa un sistema judicial quebrado.
Si alguien afirma que hay esperanzas para Haití, la mayoría de la gente pensará que es un ingenuo. El país no tiene ninguna de las normas culturales que el sentido común apunta como necesarias para construir instituciones democráticas. Además, financieramente, está completamente quebrado.
Todo esto es verdad. Sin embargo las cosas no tenían que llegar a ser tan malas. Esto ocurrió porque cuando los haitianos tenían una oportunidad de construir una democracia en 1990, en cambio les tocó un déspota llamado Jean Bertrand Aristide. Durante la época en que gobernó el país con mano de hierro, Haití tenía un contrato con una empresa de telecomunicaciones estadounidense llamada Fusion. En su junta directiva se encontraba Joseph P. Kennedy II, quien era amigo de Aristide e invitó al haitiano a su segunda boda. La junta directiva también incluía a varios miembros prominentes del partido demócrata de EE.UU. El contrato con Fusion le permitió a la telefónica operar llamadas de larga distancia para Haiti Teleco, el monopolio estatal, a un precio que era por lo menos 25% menor que la tarifa acordada con la Comisión Federal de Comunicaciones de EE.UU. en ese momento.
Todo lo que sabemos es que, mientras Fusion obtenía los minutos con descuentos en una de las regiones con las rutas de telecomunicaciones más utilizadas, Aristide aterrorizó a su país, como presidente y luego como el poder detrás del presidente René Preval. El presidente estadounidense Bill Clinton, quien había reestablecido la presidencia de Aristide luego de un golpe de Estado, toleró los abusos.
Los ingresos obtenidos con la telefonía eran unas de las pocas fuentes de moneda fuerte que tenía Haití. Pero cuando Aristide fue forzado a abandonar el país en 2004, el gobierno interino abrió los libros de Teleco y supuestamente descubrió que la empresa había sido saqueada, según una demanda judicial entablada en el estado de Florida, en EE.UU. Haití tuvo que volver a comenzar de cero. Desde ese momento, Kennedy ha pasado a trabajar con la Venezuela de Hugo Chávez en el negocio petrolero.
La tradición haitiana sostiene que el país necesita ayuda extranjera para poder recuperarse. Pierre-Louis no disiente. El motivo principal de su viaje a EE.UU. fue una "conferencia de donantes" donde Haití obtuvo US$324 millones en nuevas promesas de asistencia.
Sin embargo, la primera ministra también parece comprender que el balde de la ayuda tiene agujeros en el mejor de los escenarios. En su visita a de The Wall Street Journal, la mandataria se refirió a la inversión privada como la clave para una reducción significativa de la miseria. "Necesitamos inversionistas", afirmó, "porque necesitamos crear empleos. Y para atraer inversionistas, ya sean del sector privado haitiano o internacionales, tienen que tener confianza". Pierre-Louis insistió en que cualquier cambio en las leyes sobre telefonía de línea fija haría hincapié en la competencia.
Como Preval, quien es presidente nuevamente, la primera ministra proviene de la izquierda haitiana. George Soros fue un gran donante de la organización de base que dirigía Pierre-Louis previamente, y en su momento fue una aliada de Aristide. Pero se alejó de él debido a su uso de jóvenes indigentes para llevar adelante su violencia política.
Ahora, como primera ministra pone el énfasis en la seguridad pública, que ha mejorado desde que se fue Aristide; los secuestros disminuyeron marcadamente en diciembre último. Con orgullo, me contó su decisión de desalojar a un adinerado constructor de las tierras públicas que había invadido para levantar barrios pobres. Esto la hace diferente. Hacer cumplir la ley no es una práctica habitual entre quienes quieren tener una carrera política en Haití.
Otra meta poco popular en la agenda de la primera ministra es enfrentar la corrupción relacionada al tráfico de drogas en el poder judicial y la política. Al citar la reciente confiscación de US$1 millón en efectivo por parte del gobierno de Haití, afirma: "Imagínese lo que puede hacer con tanto dinero en Haití". El problema de la droga, remarca, socava la igualdad ante la ley, y Haití necesita la ayuda de EE.UU. para combatirlo.
Pierre-Louis también podría necesitar ayuda. No tiene una base política, Bill Clinton está demostrando un renovado interés en Haití (lo que no es bueno), y poderosos intereses locales quieren que deje el gobierno. Podría sobrevivir si aquellos que verdaderamente se preocupan por Haití se dan cuenta de que su derrota sería una gran pérdida para su país. Esperemos que esto incluya a EE.UU., que tiene una enorme influencia en Haití y además debería querer ver al país más pobre del hemisferio occidental poniéndose de pie.
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