El hispano es el nuevo negro
El racismo contra el hispano sigue fuertemente arraigado en la sociedad estadounidense. Pese a la supuesta era del postracismo hacia la que nos ha arrastrado la presidencia de Barack Obama. Por mucho que no quisiéramos creerlo, así están las cosas. Todavía falta un ancho río por cruzar antes de que los Pérez y los Martínez seamos aceptados sin discriminación en esta sociedad.
Las señales ya no se palpan tan directamente en los hechos y las voces del pueblo estadounidense como sucedía hace un par de décadas. El país entero ha llegado a entender lo que significa conducirse de manera “políticamente correcta”. Ahora son los voceros elevados, los Lou Dobbs, Bill O’Reilly y otros parecidos, escudados tras la prensa mainstream, los que emprenden las campañas a favor de la deportación de los inmigrantes y generalizan las noticias negativas. Los ratings y el hecho de que siguen al aire en CNN, FOX y otros medios me dan la razón.
Esos papagayos extremistas ya están bien plantados. Quienes miran sus programas los reconocen por lo que son. Lo que es una vergüenza es sentir la necesidad de llamarle la atención a un periódico respetado como el Wall Street Journal por tomar las mismas posiciones parcializadas.
El lunes, dos de los titulares en su primera plana parecían haber sido redactados para soplarnos una cachetada. Los rótulos por encima del doblez, o sea, donde se colocan las notas más importantes, informaban: “Investigación lleva a Richardson a abandonar nominación al gabinete” (secretario de Comercio) y “Empujón para que los hispanos obtuviesen viviendas resulta en ola de pérdidas hipotecarias”.
El primer artículo es de relevancia histórica y merece la importancia que le otorgó el WSJ. El Nuevo Herald le dio el mismo espacio a la información, aunque no The Miami Herald. Sin embargo, sospecho que aparearlo directamente con la historia de las pérdidas de hipotecas fue un acto demasiado incauto o demasiado calculado. Y los directivos del WSJ no tienen fama de tontos.
Bill Richardson era el más preparado de todos los ministros hasta ahora nombrados por la nueva administración presidencial. Ha sido gobernador de Nuevo México, secretario de Energía, embajador en las Naciones Unidas y representante estatal. También es hijo de padre norteamericano y madre mexicana. Habla un castellano fluido y se crió, casi hasta la adolescencia, en México.
Ahora, porque se le investiga debido a un aparente conflicto de intereses entre los fondos aceptados por su campaña política y el contrato estatal de US$ 1.000 millones que recibió la empresa donante, es un villano. Richardson ha renunciado sin que todavía se haya determinado si actuó de manera impropia. No obstante, está bajo la investigación de un gran jurado. Ese hecho manchará su reputación. De manera que se le hace más fácil al WSJ asociarlo con esos otros mexicano-americanos que están perdiendo sus casas.
El mensaje subliminal que nos envía este hermanamiento de titulares es difícil de obviar: los hispanos son corruptos o delincuentes o ambas cosas. Burlan las leyes y le hacen daño al país. El líder hispano más destacado del momento debe ser un ladrón y quienes asumieron hipotecas que no podían pagar lo serán también. Si le seguimos el hilo a este tipo de razonamiento, llegaríamos a la conclusión de que fuimos todos los hispanos que vivimos en EUA quienes, sin la ayuda generalizada de una banca corrompida, desatamos una recesión global.
Por Dios. Parece que ya se han consumido todos los chivos expiatorios. Ya flagelamos a los gerentes de Fannie y Freddie y a toda su horda. Ahora sólo nos quedan quienes buscaban su sueño americano.
El reporte del WSJ, de casi una página, acusa al representante por California Joe Baca de abrirles las puertas de una represa a las instituciones bancarias para que les ofrecieran préstamos exóticos a los hispanos. Indica que las mismas intentaron seducir más a los afroamericanos, pero fuimos nosotros quienes nos despachamos con las ofertas, haciendo explotar la cantidad en préstamos de $19 mil millones entre el 2004 y el 2005 a US$ 73 mil en el 2006. No menciona que en esa misma época nuestra etnia sobrepasó a la afroamericana en mayoría minoritaria, ni que componemos la de mayor crecimiento.
La investigación del WSJ no está mal dirigida. Analiza cómo Baca y otros hispanos influyentes jugaron un papel importante en el drama hipotecario que hoy sufre California. Lo mismo hizo The New York Times con Henry Cisneros, el secretario de Vivienda bajo el presidente Bill Clinton, debido a su participación en el caos hipotecario que también afecta a Texas.
La falta de objetividad del WSJ se basó en impartirle valor de escándalo, en su titular y localización de primera página, a un tema refrito y asociarlo indirectamente con Richardson, una noticia fresca. Esa confabulación alarmista es racista.
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