La Academia de Obama
Los viajes de Gulliver le condujeron a la Academia de Lagado, donde "los profesores idean nuevas leyes y métodos" para todo: “Un hombre hará el trabajo de diez; un palacio se construirá en el plazo de siete días, de materiales tan duraderos como para durar siempre sin necesitar de reforma. Todos los frutos de la tierra madurarán en cualquier estación que elijamos, y aumentarán 100 veces más”. Quedaba, sin embargo, el "inconveniente" de que "ninguno de estos proyectos" había llegado a fructificar nunca y "el país entero se encontraba en miserable inmundicia”. Pero “en lugar de desalentarse", la gente se dedicaba "con 50 veces más ahínco a perseguir sus planes", que incluían "obtener rayos de sol de los pepinos”.
En la Academia de Obama, profesores y demás personajes inventan planes para obtener una nueva y mejorada industria automovilística de un acuerdo de conciliación por quiebra con otro nombre que — en caso de sobrevivir al escrutinio judicial; que no es seguro — concederá al Sindicato de Trabajadores del Automóvil el 39% de General Motors, siendo el gobierno titular de un 50%. A lo largo de las futuras negociaciones de acuerdo, ¿la administración que el sindicato ayudó a llevar al poder va a ser la adversaria del sindicato?
El Sindicato de Trabajadores del Automóvil es titular del 55% de Chrysler, de forma que quizá el sindicato deba sentarse a ambos extremos de la mesa de negociaciones. Éstas deberían desarrollarse sin sobresaltos, aunque el sindicato pueda pensar que tiene las concesiones suficientes, como la que dice que en adelante, el tiempo suplementario no empezará hasta que el trabajador haya trabajado 40 horas semanales.
Muchos meses y muchos miles de millones de dólares están siendo desperdiciados en virtud de la decisión tomada por la administración de ahorrar a los fabricantes de automóviles, y al sindicato del ramo en particular, los rigores de un concurso de acreedores formal. El plan de bancarrota “quirúrgica” del presidente para Chrysler exige que parte de los acreedores de la empresa, entidades no bancarias en su mayor parte, perciban menos de lo que tendrían garantizado como acreedores sujetos a la suspensión de pagos.
La ley aún está a tiempo de hacerse oír por encima del estruendo político. Mientras tanto, el presidente critica a "estos especuladores" por no mostrar tanta cooperación como la mayor parte de los bancos que han prestado dinero a Chrysler. Pero los bancos son obedientes porque son mendicantes: al haber aceptado dinero público, pasan a ser subordinados del gobierno.
Cuando recientemente el presidente era preguntado por lo que le había "humillado" en el cargo, mencionaba que "existen un montón de centros de poder diferentes en América", de manera que, por ejemplo, "no puedo apretar un botón simplemente y que de pronto los banqueros hagan exactamente lo que quiero”. Un botón quizá no, y exactamente lo que quiere tampoco, pero en la cuestión de afrontar la situación del sector del automóvil, él apretó y ellos se mostraron serviciales.
Identificar a una minoría impopular a la que colgar todos los problemas viene en el manual de la demagogia. El presidente ha elegido culpar a “especuladores” — alias inversores; cualquiera que compre una sola acción de una empresa está especulando con el futuro de la empresa — de la quiebra de Chrysler y la dudosa legalidad de su oferta. Pero simultáneamente afirma esperar que los inversores privados empiecen a ocupar el puesto del gobierno como fuente de capital para las empresas. ¿Existirá un inversor-especulador vivo con un sentido del riesgo tan menoscabado como para hacer negocios con este gobierno caprichoso?
Su jefe ejecutivo dice: "Si los japoneses pueden diseñar un híbrido asequible y bien diseñado, entonces, qué demonios, el pueblo estadounidense debería hacer lo mismo”. Yes they can — siempre que el fabricante estadounidense sepa hacer lo que hace Toyota con el Prius: vender su híbrido sin sacar ninguna rentabilidad significativa, caso de haber alguna, y financiar esta práctica, como hace Toyota, a base de vender el doble de los camiones ligeros consumidores de gasolina a espuertas que el Presidente cree están destruyendo el planeta.
Obama rebosa de consejos a los estadounidenses, que piensa, necesitan de advertencias tales como "lávese las manos cuando las estreche" o "tape su boca cuando tosa”. También advierte que éste es un buen momento para que los estadounidenses pongan sus asépticas manos sobre el volante de un coche nuevo. Espera que los compradores elijan coches estadounidenses. La persona sensata añadirá: los compradores deben elegir coches fabricados por Ford Motor Company.
Esto se debe a que Ford, hasta el momento, ha evitado convertirse en un accesorio del gobierno. Y porque el interés de la nación no es satisfecho con el florecimiento de GM y Chrysler. Saldrá más caro al contribuyente a corto plazo, pero a largo plazo saldrá menos caro para el país que el gobierno encuentre tan desagradable su desplome de la confianza en política industrial que, más tristes pero más sabios, los profesores de la administración entre otros huyan de aventuras tales como la obtención de rayos de sol de los pepinos.
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- 23 de enero, 2009
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