El simulacro de plan de paz de Hamás
“Exceptuando la restricción temporal (una tregua que caduca a los 10 años) y la negativa a aceptar la existencia de Israel, las condiciones del Sr. Meshal se aproximan al plan de paz de la Liga Árabe…” — Plan de la paz de Hamás, tal como lo explica The New York Times “Si exceptuamos ese incidente*, Señora Lincoln, ¿disfrutó de la obra?” — Tom Lehrer, escritor satírico (*Abraham Lincoln fue asesinado en un teatro) El Times llevó a cabo una entrevista de cinco horas con el líder de Hamás Khaled Meshal en su cuartel general de Damasco. Mirabile dictu, ellos ofrecen un plan de paz con una solución de dos estados. Tiene una salvedad. La oferta no es la paz, sino una tregua que caduca después de 10 años. Significa que después de que Israel se haya debilitado de manera letal asentando a millones de refugiados árabes hostiles en su medio, y transcurrida una década de Hamás armándose dentro de un estado palestino que reduce a Israel a un territorio de 12 kilómetros de ancho — Hamás reinicia la guerra contra un país al que sigue jurando erradicar. |
Existe una frase para referirse a una paz así: la paz del camposanto.
Los occidentales pueden ser idiotas, pero Hamás no. Ve a la nueva administración estadounidense haciendo insinuaciones a Irán y Siria. Ve a Europa, con Gran Bretaña a la cabeza, empezando a aceptar a Hezbolá. Entiende que es la siguiente de la cola. Y sabe lo que tiene que hacer. Yasser Arafat redactó el manual de estrategia.
A través de los acuerdos de Oslo de 1993, él demostró lo que se puede alcanzar con un tratado de paz falso con Israel — reconocimiento diplomático universal, miles de millones de dólares en ayudas, y el control de Gaza y Cisjordania, que Arafat convirtió en un campamento de entrenamiento armado. A cambio de una firma, creó dentro de los territorios palestinos la capacidad de emprender la guerra contra Israel que los estados árabes habían iniciado en 1948 pero que habían abandonado tras el sangriento infierno de la Guerra de Iom Kipur de 1973.
Meshal huele la oportunidad. La administración Obama no sólo se esfuerza por comunicarse con sus otrora enemigos en la región, sino que abre su mandato apuntando un dedo enfadado a Israel a causa de la aparente negativa del gobierno Netanyahu a aceptar la solución de los dos estados.
De todos los enfrentamientos gratuitos que elegir con Israel. No hay gobierno israelí que rechazara una solución de dos estados dentro de la que los palestinos aceptan un compromiso territorial y una paz genuina con un estado judío. (Y cualquier gobierno que lo hiciera sería objeto de moción de censura el mismo día.) El propio ministro de defensa de Netanyahu, Ehud Barak, ofreció exactamente ese acuerdo en el año 2000. Hasta ofreció dividir Jerusalén y expulsar a cada uno de los judíos de cada uno de los asentamientos que quedaran dentro de la nueva Palestina.
La respuesta palestina (para aquellos que lo hayan olvidado) fue: No. Y no hubo contraoferta. En su lugar, nueve semanas más adelante, Arafat desataba una salvaje guerra terrorista que se cobró la vida de 1.000 israelíes.
Netanyahu es reticente a acceder a un estado palestino antes de saber qué tipo de estado va a ser. Esa prudencia elemental debería ser compartida por cualquiera que durante los tres últimos años haya estado consciente. Los palestinos ya tienen un estado, un territorio independiente sin un solo colono ni soldado israelí que viva sobre él. Se llama Gaza. ¿Y cómo es? Una base terrorista, islamista en su naturaleza, aliada de Irán, militante y agresiva, que ha disparado más de 10.000 proyectiles y morteros contra civiles israelíes.
Si es así como va a ser un estado cisjordano, sería una locura que Israel o América o Jordania o Egipto o cualquier otro país árabe moderado aceptase una solución de dos estados parecida. Lo cual es el motivo de que Netanyahu insista en que la Autoridad Palestina construya primero las instituciones — sociales, económicas y militares — sobre las que sustentar un estado capaz de cumplir realmente sus responsabilidades para con el mantenimiento de la paz.
Aparte de ser razonable, el escepticismo de Netanyahu con la solución de los dos estados es irrelevante. Su predecesor, Ehud Olmert, se extasió ante el altar de la solución de los dos estados. Hizo ofertas incesantes de una paz de dos estados a la Autoridad Palestina — y no consiguió llegar a ninguna parte.
¿Por qué? Porque los palestinos — remontándose hasta la resolución de partición de Naciones Unidas de 1947 — nunca han aceptado la idea de vivir junto a un estado judío. Aquellos como el presidente palestino Mahmoud Abbás, que podrían querer probar una solución así, no tienen ninguna autoridad para hacerlo. Y aquellos como el Meshal de Hamás, que sí tienen la autoridad, no tienen la más remota intención de hacerlo nunca.
La estratagema de Meshal disfrazando una guerra perpetua de paz de dos estados es otra repetición más de la tragedia del rechazo palestino a la existencia de Israel. En su interpretación anterior, Arafat aplacaba a Israel y a la administración Clinton con conversaciones de paz al tiempo que metódicamente preparaba a su pueblo para la guerra.
Arafat esperó siete años para echar abajo su fachada de paz. ¿La innovación de Meshal? Que son diez — después sangre.
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