No es simple piratería: es Yihad
Las fuerzas de EE.UU. se han enfrentado dias pasados con grupos a los que la prensa internacional denomina “piratas”. Afortunadamente luego de breves combates han podido rescatar con vida al capitán Richard Phillips (quien estaba en manos de sus captores en calidad de rehén). También días pasados se registró un serio incidente con un crucero de lujo italiano (el Melody) con casi 1.000 pasajeros a bordo que consiguió escapar de un intento de asalto por parte de elementos somalíes en el océano Índico.
De hecho, la buena noticia es que el Capitán Phillips ha sido rescatado y el personal de seguridad del Crucero italiano consiguió repeler el intento de abordaje a tiros. La mala noticia es que la prensa califique como “piratas” estos grupos somalíes adoctrinados en la escuela de la yihad. Estos sujetos no son delincuentes comunes, sino que encarnan una de las tantas formas en que se exterioriza y manifiesta la historia islamista en general y la doctrina yihadista militante en particular.
Lo que los medios estadounidenses y europeos ven como actos de piratería es ampliamente justificado por el liderazgo yihadista cuando sostiene que “todos los (Kufars) infieles son pecadores y se los debe atacar tanto en sus bienes y en su integridad física”. En el contexto de esta peculiar interpretación político-religiosa de su creencia, la incapacidad de la prensa en comprender la raíz del yihadismo islamista es el resultado de un alarmante relativismo moral emergente del pensamiento progresista moderno occidental. Este (y no otro) es el mayor desafío estratégico que enfrenta hoy el liderazgo de lo que se conoce como “el mundo libre”.
La incapacidad de comprender y aplicar políticas adecuadas para contraponer este flagelo es (especialmente) conmovedora. Si bien el liderazgo Occidental comenzó a entender las reales intenciones del fenómeno yihadista a partir del 11 de septiembre de 2001, también carga con no pocos prejuicios y ha sido permeable en los últimos años al hábito de falsear la historia a través de cierto "relativismo moral".
Cuestiones históricas al margen, es necesario reconocer que doctrinalmente, la yihad tiene diversas manifestaciones y no se limita a muyahidines barbados vociferando "Alla’hu Akbar" en Afganistán, Irak o Pakistán. Junto con la yihad militar existe también la yihad al-qalam (esto es, la yihad de la palabra y de la pluma, es decir, la propaganda de la yihad), otra de las formas más importantes de la yihad es conocida como yihad al-maal o yihad del dinero. El dinero que la yihad necesita proviene del apoyo financiero que obtiene en sus más diversas formas. Varios juristas islamistas han sostenido un hadith que reza: "El que equipe un muyahidin para que pueda emprender la yihad contra el infiel alcanzara (el mismo) el estado de muyahidin. Por otra parte, a los yihadistas del mar, o en lenguaje occidental, al "pirata" se le perdonan todos los pecados cuando pone uno de sus pies en un barco para hacer la guerra a los infieles y recibirá el doble de recompensa de sus homólogos terrestres.
No hay duda que es en la sharía que engloba a los islamistas somalíes donde, quien lo desee, encontrara muchas respuestas a este fenómeno “mal llamado piratería Somalí”, y la misma sharía es explicativa acerca de las demandas de rescate y la esclavitud de los infieles. El liderazgo de Occidente debería tener esto en mente y no olvidar la situación de otras 200 personas que aun permanecen secuestradas en Somalia. De acuerdo con la shaa’ria, sólo hay cuatro formas de manejarse con rehenes infieles: a) ejecutarlos, b) esclavizarlos, c) intercambiarlos por prisioneros musulmanes, o d) liberarlos a cambio del pago de rescate. Los rehenes que no han sido ejecutados, por tanto, están actualmente viviendo como esclavos de los señores de la guerra somalíes. Este es el caso de la periodista canadiense Amanda Lindhout por quien los somalíes están exigiendo 2,5 millones de dólares de rescate. Amanda fue secuestrada (y probablemente ultrajada y violada) hace ocho meses por islamistas somalíes y en la actualidad es "propiedad" de ellos o, en la concepción yihadista es malakat aymankum, es decir: “bienes humanos conquistados y poseídos por la fuerza de la yihad” ya sea en la capacidad de Asra (prisioneros de guerra) o Sabi (mujeres y niños).
Por último, para aquellos que se niegan a interpretar los acontecimientos a la luz de la doctrina yihadista religiosa, no cabe duda que los numerosos actos de piratería frente a las costas de Somalia son utilizados para la financiación de una creciente insurgencia en tierra, y para ello se realizan secuestros que exigen fuertes sumas de dinero en pago de rescates que ingresan en las arcas de los rebeldes islamistas”.
¿Significa esto que todos los piratas sean yihadistas musulmanes que busquen fondos para la financiación de la yihad? Para algunos la respuesta todavía es compleja. Pero debe es un recordatorio de lo que puede parecer a Occidente como actividades “delictivas comunes de piratería”. Cuando en realidad debería prestarse atención a estas actividades dentro de un contexto islamista marítimo de apoyo a las actividades yihadistas en tierra.
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