Dirigencia, indolencia, negligencia

Me refiero a una enorme cantidad de funcionarios y políticos, así como también a ciertos dirigentes empresariales, quienes lamentablemente fieles a un patrón de comportamiento usual en América Latina, no permiten mostrar a El Salvador como la honrosa excepción que usted merece y espera, sino como la triste confirmación que a usted ofende y exaspera.

Dicho fenómeno, sumamente dañino, está sin dudas agravado por la actual transición gubernamental: quienes se van ya se dedican a otras cosas, y quienes están llegando siguen renuentes a mostrar sus cartas. El progreso económico de cualquier sociedad sufre duramente ante tamaña ausencia de certezas.

En efecto, pudo verse a una señora regordeta ejerciendo su nuevo rol de fotógrafa del presidente de los Estados Unidos (¡?), y a un señor delgado ahora escribiendo crónicas sobre la reciente cumbre trinitense con detalles sobre el menú, los manteles y el barco, que serían la envidia del programa Ventaneando.

Cosas veredes, Sancho. Sobre todo cuando la altura de los cargos excede en demasía al buen tino de quienes los ejercen.

Olvidan, o ignoran, que siendo funcionarios públicos ofenden su inteligencia (la suya…) con tanto alarde de cholulismo tercermundista. También ofenden su bolsillo (el suyo…, nunca el de ellos).

Mientras tanto, aquí en el planeta Tierra, más precisamente en El Salvador, la vida de los mortales continúa.

Y resultó lamentable leer el viernes pasado que los "exportadores piden prórroga de cuatro años" para un beneficio llamado draw-back, que consiste en el reintegro del 6% del monto de ciertas exportaciones.

No sorprende que quienes reciben ese subsidio pagado con su dinero (el suyo, obviamente…) pidan que se mantenga el privilegio "mientras se reducen costos y se recompone la estructura de costos" (¡?).

El descaro del argumento, expresado sin plazo ni remordimiento, es casi enternecedor. Y su traducción inconfesable sería: "vamos a solicitar que las autoridades nos permitan seguir con este robo legalizado que le hacemos a la sociedad, procurando que dure el máximo tiempo posible". Verlo de otro modo sería vivir en el planeta de los ingenuos.

Lo verdaderamente lamentable es que la sociedad a la que pretenden seguir esquilmando no es la presidida por el carismático moreno que tanta emoción parece haber causado en la señora regordeta y en el señor delgado, sino una mucho más pobre como es la de El Salvador, en la cual el "Fisco no tiene dinero para pagar deudas", tal como tituló este periódico su nota de tapa del viernes pasado.

En dicha edición, como fresa que corona el pastel, también pudo leerse que la "Asamblea analiza aumento de salarios" (para ellos, no para usted…): eso sí, ahora le llaman "apoyo adicional". Una pinturita.

De todas formas, "el colmo moral y económico", como tituló Manuel Hinds su certera columna de ese día al argumentar en contra del oligopolio de las medicinas, está representado por el Consejo de Salud Pública, una institución estatal que confundió sus roles: en vez de velar exclusivamente por su salud (la de usted…), se preocupa por los eventuales intereses de distribuidores, algo que no le corresponde hacer.

Es que la gripe H1N1 puso en evidencia algo bien conocido para cualquiera que alguna vez haya comprado medicamentos en otro país: los precios salvadoreños son vergonzosamente altos. Y no es el IVA, sino la falta de competencia.

Quizás todas estas cosas ocurran porque en el mundo económico no está pasando nada. Al menos, nada de lo cual la dirigencia se haya enterado.

De todos modos no hay que perder las esperanzas, porque dirigencia no sólo rima con indolencia y negligencia, sino también con inteligencia y benevolencia. Sólo resta que lo demuestren.

Hasta la próxima.

El autor es ingeniero. Máster en Economía (ESEADE, Buenos Aires) y columnista de El Diario de Hoy.