¿Gerontocracia? ¿Por qué no?
La propuesta de la organización civil Pro Reforma para crear un senado, separado del Congreso, en donde participasen únicamente ciudadanos entre 50 y 65 años de edad, ha causado rechazo entre algunos sectores. Sin embargo, creo que es un experimento digno de darle la oportunidad. El desastre político en el que nos encontramos nos señala que difícilmente podríamos terminar peor de lo que ya estamos.
Diversas culturas valoran y aprovechan el aporte que los “ancianos” pueden dar a la sociedad. El propio presidente Colom presume de ser el único que se ha dejado asesorar por consejos de indígenas ancianos. La experiencia y las lecciones de la vida son un recurso invaluable. Quizás por ser Guatemala un país joven, no hemos sido capaces de valorar apropiadamente e institucionalizar esos recursos. Es posible que por ello algunos llamen la propuesta de Pro Reforma como antidemocrática y la descalifiquen peyorativamente como una gerontocracia. Yo creo que es todo lo contrario.
Limitar la edad no es algo nuevo en nuestro ordenamiento jurídico. En diversas instancias, el legislador ha arbitrariamente definido un mínimo de edad para ejercer ciertos derechos. No se puede obtener una licencia de conducir hasta los 16 años. No podemos votar ni ser electos diputados hasta los 18, ni tampoco podemos fumar o ingerir bebidas alcohólicas. No podemos portar un arma hasta los 25. No podemos ser Ministros de Estado hasta los 30. No podemos aspirar a ser presidentes hasta los 40. En estos límites hay un supuesto de que, con la edad, viene un mínimo de madurez y experiencia necesaria para poder ejercer esos derechos. Lo mismo sería con la edad de los senadores.
Lejos de que sea antidemocrático, creo que sería más democrático, ya que los senadores serían electos de forma directa, y no como se hace hoy en día, que los partidos políticos nos “imponen” un listado de gente que nos tenemos que tragar “a puro tubo”. Es a partir de esos listados que se nos ha “colado” buena parte de las joyas que tenemos hoy en día en el Congreso. Los “ancianos” electores del senado sabrían por cuál “anciano” valdría la pena votar. Más importante aún, sabrían por cuál específicamente no votar.
La percepción ciudadana es que la situación política, lejos de mejorar, va para peor. Los partidos se deshacen y los diputados se desprestigian cada vez más. Ciertamente hay que trabajar en fortalecer a los partidos políticos. Pero también hay que darnos la oportunidad de implementar propuestas realistas y de sentido común frente a esa realidad política. La de Pro Reforma es una de ellas. Mi opinión es que difícilmente resultará peor de lo que ya tenemos. Tan solo por ese elemento de esperanza es que vale la pena aprobarla.
- 23 de julio, 2015
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