Palabra de Papa

La Vanguardia, Barcelona

Parece que Benedicto XVI empieza a aplicar la ancestral diplomacia vaticana, perdida en los últimos tiempos. A diferencia de su viaje por África, donde sus irresponsables declaraciones sobre el sida fueron motivo de escándalo, su periplo por Oriente Medio ha empezado bien. Por supuesto, aún falta su paseo por el campo minado de Tierra Santa, cuya situación no resistirá ni un solo patinazo del Papa, pero a la espera de poder valorar su viaje a Israel, lo cierto es que lo dicho hasta ahora me parece impecable. ¿Por original? Fundamentalmente, por necesario, a pesar del hondo cansancio que puede generar la repetición de lo obvio.

Hasta ahora, el Papa ha enviado tres mensajes centrales: la necesidad de diálogo entre cristianos, judíos y musulmanes ; el peligro de la corrupción de las religiones, "cuando sirven a la violencia"; y la necesidad de respetar "la dignidad de la mujer en Oriente Medio" .

Hasta aquí, todo blanco, todo cristiano y todo indiscutible. O lo pareciera. Porque en la memoria aún conservamos el complicado momento que vivió Ratzinger con el islam, cuando dijo otra cristiana obviedad: "En nombre de Dios, no se puede matar". Y es que en los tiempos en que vivimos, alguna blanca obviedad puede tener negras consecuencias. Por ello mismo, es de agradecer que el líder de millones de católicos haya viajado a una zona tan complicada, y se haya comprometido con tres conceptos de aparente simplicidad y, sin embargo, de enorme complejidad: convivencia, espiritualidad y derechos de la mujer. Todo dicho en una región donde la democracia es escasa, la religión es fácilmente usada como ariete de violencia y la mujer no tiene derechos. Quizás por ello, lo ha dicho en Jordania, en la comparativa de la zona uno de los mejores interlocutores para el diálogo y la paz.

Ratzinger ha enviado ideas morales, de hondo calado social, con un mensaje central: "Debemos entendernos con el islam moderado". El mismo concepto se debatió estos días en Washington, en la cumbre del Comité Judío Americano donde tuve el honor de asistir y el inmerecido honor de ser premiada. Allí Bernard-Henri Lévy dijo algo que también he escrito en diversas ocasiones: "El islam democrático es nuestro aliado".

Sin duda, no hay mejor aliado contra el fundamentalismo que azota al islam -y que ha asesinado a miles de musulmanes- que los hombres y mujeres que luchan por sus derechos en dictaduras teocráticas. En este mismo espacio he alzado la voz en homenaje a algunas de esos valientes, muchos de ellos mujeres. También he oído estos días a Obama decir algo parecido, y ese es el mismo espíritu que alienta la famosa Alianza de Civilizaciones de Zapatero. Estamos de acuerdo: para arrinconar a la ideología fundamentalista, hace falta una buena relación con el islam moderado.

Donde ya no estamos tan de acuerdo es en definir qué es el islam moderado. Y esa es la clave sobre la que pivota toda la cuestión. Si la respuesta no es diáfana, si estamos enmarañados en un cúmulo de medias verdades y algunas calculadas ambigüedades, entonces estamos haciendo trampa. Y todo se viene abajo. Porque el islam radical no es solo aquel que embrutece a su propia religión, fanatiza a jóvenes y los envía a matar a otros seres humanos. Ni solo aquel que va a Ginebra a decir barbaridades contra el holocausto, invitado por alguna mente enferma de la ONU.

El islam radical no es solo Al Qaeda e Irán. También es islam radical el que usa el nombre de Dios para imponer leyes que cercenan la libertad de sus ciudadanos y promueven el apartheid contra sus mujeres. Es islam radical aquel que envía imanes por todo mundo para imponer una mirada fanática de la religión. Y ese islam pasa por ser el moderado.

¿Es más problema Al Qaeda que el wahabismo saudí? 'That´s the question', y ¡qué antipática! En fin, bien el Papa y la concordia, bien Obama y la confraternización, bien Zapatero y sus alianzas. Pero, o los tres nos dicen de qué hablan cuando hablan de moderación islámica, o los tres hacen trampa.