Venezuela: Las cifras del régimen
¿Quién confía en las cifras oficiales de la revolución bolivarista? Es probable que ni siquiera los voceros gubernativos que las publican… si es que las publican. Y es que en materia de estadísticas del Estado nacional hay varias aberraciones que deben destacarse.
En primer lugar está la manipulación oronda y lironda de la data. El INE o Instituto Nacional de Estadística -otrora una institución acreditada e impermeable a los intereses políticos del gobierno de turno; entonces de llamaba OCEI-, se ha convertido en una agencia de publicidad.
Los indicadores de pobreza los transmutó en “índices de bienestar”, y la creatividad de sus técnicas hace que siga bajando el desempleo, que casi haya desaparecido la pobreza extrema, y que el nivel actual del salario mínimo alcance y sobre para satisfacer las necesidades básicas de las familias.
Para colmo, el trucaje de las cifras tiene carácter retrospectivo, porque se “informa” que la tasa de desempleo en febrero de 1999 era de 14%, siendo que la OCEI lo estableció en 11%. Todo ello para darle sustento a los argumentos propagandísticos del señor Chávez.
Así mismo, cuando el BCV afirma que la inflación alimentaria en el mes de abril fue de 0%, no hace sino seguirle los pasos al INE, lo que debe ser motivo de máxima alarma ya que, mal que bien, las estadísticas del BCV mantenían algo del profesionalismo que las honraba desde hace casi 70 años.
En segundo lugar, tenemos la supresión olímpica de información que la ley obliga a transmitir. El ministerio de Salud, por ejemplo, tiene largos meses sin publicar el Boletín Epidemiológico Nacional, y el CICPC tiene ya años sin rendir cuenta sobre el número anual de crímenes que se cometen en el país.
El Fonden, a donde han ido a parar buena parte de las reservas internacionales de Venezuela, no publica balances ni informes de sus manejos; y Pdvsa se resiste a presentar sus balances auditados en la oportunidad legal respectiva. Otro tanto ocurre con la mayoría de los demás organismos financieros del Estado revolucionario, y ni hablar del vacío informativo sobre sus cuantiosos subsidios y transferencias de divisas a gobiernos extranjeros.
Y en tercer lugar está la mentira habitual y declarativa de los personeros oficialistas. Al presentarse la crisis del virus A-H1N1, el ministro de Agricultura, Elías Jaua, manifestó que no tendríamos problema porque Venezuela no importaba carne porcina, y al día siguiente se dio a conocer una prohibición temporal de importaciones de cerdos colombianos.
En este dominio del embuste, el propio señor Chávez no tiene par. Cualquiera de sus incontables intervenciones termina convirtiéndose en un tributo al falseamiento de la realidad. Una de las más recientes cobas ha sido la presentación de los grandes logros de las empresas básicas de Guayana, cuando urbe y orbe se sabe que están vueltas papilla.
Lamentablemente, para el derecho constitucional que tenemos los venezolanos a la información oportuna, veraz, imparcial y sin censura, las cifras del régimen valen tanto como el muy devaluado Bolívar Fuerte.
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