La lucha por el alma de Uribe
Bogotá – Que el presidente Álvaro Uribe quiere ser reelegido por una segunda vez nadie lo duda en Colombia. Después de casi siete años de oír diariamente al primer mandatario, los colombianos han aprendido que con Uribe no importa tanto lo que dice, sino lo que hace. Mientras en múltiples declaraciones el Presidente ha repetido a la saciedad que los líderes no deben perpetuarse en el poder, el gobierno ha respaldado activamente un referendo que permitiría a Uribe quedarse más allá del 7 de agosto de 2010.
Según la Constitución, para convocar un referendo se necesita que sea aprobado por el Congreso y que luego sea revisado por la Corte Constitucional. En ambos escenarios, el gobierno ha hecho hasta lo imposible para facilitar el paso de la iniciativa. Es tanta la dedicación, a diferencia de otros países donde la crisis económica ocupa las preocupaciones de los legisladores, ésta casi no se comenta. El único asunto de relevancia y por el cual a los congresistas de la bancada gubernamental se les urge votar es por el proyecto de referendo. Hasta en diciembre de 2008, el Presidente llamó a sesiones extraordinarias del Congreso para que se votara ese proyecto.
En marzo el Presidente postuló como candidatos a la Corte Constitucional a dos personas muy cercanas al gobierno y quienes, se dice, estarían de acuerdo con darle al pueblo el derecho a decidir si Uribe se puede volver a lanzarse. Con esos dos magistrados se garantizaría la mayoría de la Corte. De cumplirse estos trámites – el Congreso y la revisión de la Corte- se convocaría al referendo. Para que sea válido el resultado se necesita que acudan a las urnas aproximadamente 7.2 millones de personas. Paradójicamente, es este último requisito el más difícil para cumplir, coinciden partidarios de la reelección como los opositores. La razón: no es fácil convencer a tantos colombianos salir a votar por una reforma constitucional. Al anterior referendo sólo participaron seis millones de personas.
Además, aunque Uribe sigue siendo muy popular, lo es mucho menos su gobierno en asuntos tan esenciales como el empleo, la inflación y la corrupción. Según las encuestas, la mayoría de las personas cree que el país va mal encaminado. Más significativo es la aparición de una corriente que se autoproclaman uribistas no reeleccionistas. Están el ex director de las primeras dos campañas de Uribe, ex ministros, ex congresistas, líderes gremiales y empresarios.
Se oponen a la permanencia de Uribe en el poder porque consideran que le hace daño a las instituciones del país – los contrapesos estaban diseñadas para presidencias de cuatro años, no 12- y al legado de él. Temen que se pierda todo lo ganado y que Uribe quede en el mismo grupo que Hugo Chávez.
No es fácil encontrar argumentos a favor de una segunda reelección, fuera del círculo de los fanáticos uribistas que creen que el presidente es de "inteligencia superior" e indispensable para Colombia. Tal vez el argumento de mayor peso es el miedo de que el sucesor de Uribe abandone la política de seguridad democrática, que tiene arrinconada a la guerrilla de las FARC. Existe una preocupación que no se mantendría el mismo impulso o que peor, para ellos, subiera una persona que no compartiera las políticas de Uribe.
En realidad, los temores son infundados. El país es uribista; es imposible que gane en mayo de 2010 un candidato que se oponga a la seguridad democrática y que asuma una posición demasiada crítica frente al Presidente.
Pero ninguna de esta combinación de factores ha convencido a Uribe de echarse para un lado. Ni Juan Manuel Santos, el ministro de Defensa más exitoso en la historia contemporánea de Colombia y quien renunció este lunes, parece darle confianza el primer mandatario. Santos se quedó esperando una señal de que Uribe no se lanza otra vez. Y no la recibió. Es diciente que Santos, que nunca ha ocultado su deseo de ser presidente, condicionó su candidatura a que Uribe no busque una segunda reelección.
Así Colombia en mayo de 2009 sigue en las mismas: hablando de Uribe, reelección y otra vez Uribe. ¿Habrá reelección? Sólo el presidente sabe. O como le habría dicho recientemente a Jimmy Carter: "Estoy luchando con mi alma para no aspirar a una nueva reelección".
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