Las FARC: Un triste aniversario
Bogotá -Replegadas en el plano militar, con parte de su cúpula refugiada en el santuario venezolano y con un puñado de secuestrados como única carta política, las Farc celebran su 45 aniversario. El 27 de mayo, fecha de su nacimiento, es un día triste para una nación que ha intentado de todas las maneras posibles acabar con una de sus plagas. La organización que creara Manuel Marulanda, alias "Tirofijo", sufrió el año pasado los peores golpes de su larga historia, pero aún las Fuerzas Militares no han logrado asestarle la estocada final, si es que fuera posible hacerlo. Porque cada día es más evidente que la guerra no se acabará en el campo de batalla.
Si bien pocos dudan en Colombia de que es necesario seguir atacándoles, no darles un respiro para impedir que recuperen fuerzas, también se ha hecho evidente que es imposible derrotarles. Todo lo más, podrán obligarles a negociar la entrega de armas el día que la guerrilla sienta que esa es su única salida y que tiene la potencia necesaria para conseguir un buen acuerdo. Mientras tanto, su estrategia es resistir hasta que Álvaro Uribe termine su mandato e intentar con un nuevo gobierno recuperar el espacio político que el actual mandatario les ha cerrado. No porque no les haya tendido la mano, sino por saber que no le sacarán ninguna concesión extraordinaria, nada diferente a la Ley de Justicia y Paz que el Presidente ofreciera a los paramilitares.
Y eso que la trayectoria de las Farc está jalonada de fracasos, no han alcanzado ninguno de sus objetivos. Ni se han tomado el poder por las armas ni tienen propuestas que convenzan a sus compatriotas. Pero para el ex comandante de las Fuerzas Armadas, general Enrique Mora, la cúpula subversiva seguirá inmersa en el conflicto armado porque un proceso de paz ahora sería para ellos una forma de claudicar.
Desde el mes de marzo las Farc vienen celebrando un rosario de conmemoraciones -primer aniversario de las muertes de "Rául Reyes", "Iván Ríos" y "Tirofijo", además de sus 45 años de existencia- con sangrientas acciones terroristas en las que propinaron duros golpes a militares y policías, demostrando que estaban equivocados quienes se apresuraron a enterrarlas. Pero el ministro de Defensa encargado y máximo responsable de las FFMM, general Fredy Padilla de León, sigue convencido de que entraron en la etapa última de la guerra, "en el fin del fin" de las Farc, como acostumbra a decir. El problema es saber cuánto tiempo llevará llegar a ese momento definitivo, si los quince años que pronostica el Comisionado de Paz, Frank Pearl, o los cinco o seis que auguran algunos altos mandos militares.
Las Farc han pasado de unos dieciocho mil combatientes a unos ocho mil durante las dos legislaturas de Álvaro Uribe. Es aún una cifra elevada considerando que se trata de un ejército bien entrenado, financiado por los ingentes dineros del narcotráfico, que conoce la intrincada geografía andina como la palma de su mano y que cuenta con un vecino dispuesto a refugiarlo aunque Hugo Chávez y sus ministros aseguren lo contrario. Por lo menos dos miembros del Secretariado residen en Venezuela, así como otros comandantes de alto rango. Algunos Frentes, a su vez, cruzan la frontera después de cometer acciones terroristas, amparados en la inoperancia o la complicidad de los militares venezolanos.
Y en Colombia mantienen control, mediante la intimidación a la población civil, de sus zonas históricas, regadas por los departamentos de Huila, Meta y Caquetá. La llegada en el 2008 de "Alfonso Cano" a la jefatura suprema de las Farc hizo albergar falsas esperanzas de paz. Más de uno pensó que era posible transitar por la vía política, pero los hechos y su lenguaje han demostrado que siguen empecinados en la senda bélica.
Álvaro Uribe prometió en el 2002 acabar con las Farc y esa causa ha sido el eje central de sus dos gobiernos. No lo ha logrado y por ello pretende continuar otros cuatro años. Sus opositores suelen decir que Farc y Uribe se necesitan, que la barbarie de uno alimenta el poder y la popularidad del otro. Algo de verdad hay en esa tesis. Si la guerrilla sigue protagonizando acciones sanguinarias, los colombianos no querrán cambiar la mano dura de Uribe por otra más blanda. No flota en el ambiente aún el deseo colectivo de iniciar un proceso de paz o un acuerdo humanitario. Aunque imposible, buena parte del pueblo aún sueña con someterlos "a bala".
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