De reventas, instituciones y periodistas bocones
Pero antes de utilizar tales términos es importante definirlos con precisión, a fin de no caer en la habitual confusión resultante de la nada ingenua manipulación dialéctica.
Comencemos destacando que ninguno de los seis significados que la Real Academia Española ofrece para el verbo "especular" se refiere a actividades delictivas o pecaminosas.
En efecto, especular proviene del latín "speculari", que se deriva del sustantivo "specula", que significa "atalaya, lugar alto para descubrir a lo lejos", pudiendo resumirse esos seis significados en tres conceptos: 1) meditar, reflexionar, teorizar; 2) procurar obtener provecho o ganancias en áreas no mercantiles, y 3) efectuar operaciones comerciales o financieras, con la esperanza de obtener beneficios basados en las variaciones de los precios.
El significado original de la palabra especular está vinculado con la meditación, con "mirar a lo lejos", tanto en sentido físico, a lo cual se refiere la figura del atalaya, como en sentido temporal, para escudriñar el futuro.
"Revender", por su parte, es "volver a vender lo que se ha comprado con esa intención", y tampoco implica actividades maquiavélicas. De hecho, casi todas las compras que a diario efectuamos son a revendedores: en la tienda, en el supermercado, o en la ferretería.
Ocurre que de tanto acusar a la especulación y a la reventa, olvidamos que el pecado de fraudes como el que nos ocupa radica en la violación de una regla básica de cualquier transacción comercial comparable: "que la posibilidad de acceder al precio original haya sido ofrecida en condiciones igualitarias a todos los eventuales compradores".
Algo que evidentemente no se cumple cuando los boletos caen inicialmente en manos de amigos y compadres. Vieja historia: federaciones pobres, federativos ricos.
Pero con reglas claras y controles transparentes sería fácil atomizar la oferta de boletos en múltiples puntos de venta para que miles de personas pudieran adquirirlos en un corto plazo.
Claro que las instituciones también deberían hacer algo más que pedirles a los aficionados que no sigan comprando (en la reventa) "porque no vale la pena pagar un precio tan caro", cita literal del titular de la Defensoría del Consumidor.
¿Desde cuándo es tarea de un funcionario decirles a los aficionados "hasta cuánto dinero vale la pena pagar" para ver un partido de fútbol? ¿Por qué no se impidió el fraude antes, en vez de hacer posteriormente esas declaraciones inconducentes?
Vale como descarga, sólo por este partido…, que recién ha asumido sus funciones. De todas formas hay un tema que esa institución debería abordar con mayor urgencia: los precios de las medicinas. Que afectan a mucho más de 35,000 personas.
Tampoco fue muy edificante ver por TV, minutos antes del partido, a un servidor público en funciones que con inocultable vestimenta, actitud y vocabulario de aficionado declaraba "haber estado controlando boletos en las entradas". No le enfocaron la mano para saber si era Coca Cola o Pilsener.
Finalmente, y luego de la magnífica victoria de El Salvador contra México, cabe reflexionar sobre el inesperado impacto del periodismo.
La inexplicable torpeza de David Faitelson al "ningunear" al fútbol salvadoreño mereció una excelente respuesta de Fernando Palomo primero…, y de la realidad después.
Tampoco tiene explicación su pretendida calificación de "gigante" (¿?) dada al fútbol mexicano. Quizás sea porque fue en México donde se levantaron dos copas del mundo: Pelé primero, y Maradona después.
Pero habría que avisarle que fueron Brasil y Argentina, respectivamente, quienes las ganaron. No México.
También habría que recordarle que Cuauhtemoc, un veterano que ni correr puede, en nada se parece a Kaká o a Messi, por más que se ponga el 10 en la espalda. ¿Gigante?
Paradójicamente a Faitelson hay que agradecerle: sus palabras generaron un plus de amor propio que El Salvador supo aprovechar muy bien. Felicitaciones.
Hasta la próxima.
El autor es ingeniero, Máster en Economía (ESEADE, Buenos Aires) y columnista de El Diario de Hoy.
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